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Reflejos de una tragedia en un río inocente

‘BIDASOA 2018-2023’
Euskal Herria, 2023. 71'. Dirección y guion: Fermin Muguruza. Producción: Jone Unanua Villaba. Fotografía: Asier Garcia. Montaje: Asier Garcia. Música: Gloria Maurel. Sonido: Víctor Sánchez.

Fotograma de ‘Bidasoa 2018-2023’. (TALKA Records & Films)

No le falta razón a Fermín Muguruza cuando, una y otra vez, nos recuerda que el Bidasoa no es un río criminal, capaz de engullir a personas que llegaron de otras tierras, como si fuera un criatura mitológica que vela por los intereses del capitalismo y la ciudadanía del llamado «primer mundo».

Dicho énfasis se traduce en una plasmación fílmica de gran tensión, que alterna la calma y la fuerza telúrica mediante un montaje muy bien calibrado y que sirve para subrayar sin excesos un discurso nítido y de gran calado humano.

‘Bidasoa 2018-2023’ nos recuerda la decisión del Gobierno francés de implementar controles policiales y cerrar algunos pasos en la frontera natural pirenaico-atlántica del Bidasoa durante el verano de 2018, con el objetivo de evitar la entrada de inmigrantes en tránsito hacia otros países europeos. Dicha decisión tuvo como consecuencia un trágico resultado: diez vidas se perdieron en el transcurso de un año. Desde abril de 2021, siete personas encontraron la muerte en las aguas del río Bidasoa, entre Irun y Hendaia, mientras que otras tres perdieron la vida en octubre de 2021, arrolladas por un tren en Ziburu.

La principal virtud de este proyecto no radica en que otorga voz a activistas que, como en el caso de Gari Garaialde y Anaitze Agirre, trabajan en organizaciones como Harrera Sarea y Bidasoa Etorkinekin para paliar en la medida de los posible el ya de por sí fuerte impacto que sufren los inmigrantes en territorio extraño y hostil.

Más allá de su necesario testimonio, se descubre el interés por evitar que quienes murieron como consecuencia de unas medidas represivas caigan en el olvido y es en este apartado donde sale a relucir el talento de Muguruza, el cual ha sabido combinar a la perfección su estilo documental –tejido mediante cuidados movimientos de cámara y de gran fuerza visual– y su experiencia dentro del género animado. Fruto de ello son unas secuencias animadas que recrean la tragedia silenciada.

Además y como coherente contrapunto a la lapidaria frase de «río que mata», el documental se nutre de una banda sonora con composiciones que nacieron a ambas orillas del Bidasoa.