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La diáspora negra desmonta el relato hegemónico blanco

Falsos mitos históricos, como que aquí la esclavitud estaba prohibida –lo que no nos impedía lucrarnos con el tráfico de seres humanos– son parte de un relato que, a día de hoy, sigue silenciando a la población negra. Una investigación plantea luz y reparación.

Jatou Fall es trabajadora social y una de las investigadoras para Euskal Herria de este proyecto que le atraviesa también en lo personal. (Oskar MATXIN | FOKU)

La cita es el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo Artium, donde la periodista, comisaria e investigadora Tania Safura Adam está reunida con Jatou Fall y Laida Memba Ikuga, las dos investigadoras encargadas de Euskal Herria del equipo de ‘España Negra’, un experimento artístico en el que participa el museo de Gasteiz.

Proyecto de investigación colectivo y de creación de memoria cultural, este trabajo parte en sí mismo de una provocación: su título hace en referencia al libro ‘España Pagana’ (1957,) publicado por el escritor afroamericano Richard Wright en los años 50, al que se acusó de dibujar un país lleno de estereotipos, y enlaza también con las ideas de Ntone Edjabe, fundador de la revista panafricana ‘Chimuerenga’, «quien afirma –se puede leer en el dossier de presentación del proyecto– que la negritud es un proyecto político e histórico que desafía la noción misma de lo que puede llegar a ser una nación-estado. En ese sentido, ‘España Negra’ impugna la misma idea de homogeneidad del Estado español, desafía y provoca a la vez que profundiza en las existencias negras, en su objetualización y condición infrahumana, en su marginalización constante, a la vez que ahonda en sus resiliencias, resistencias y agencias».

Este trabajo parte también de buscar romper un silenciamiento sangrante, el de la memoria de la presencia negra, y de las diásporas negras, en la península. Una pátina de silencio que cubre desde aquellos primeros grandes movimientos de esclavos desde África, para el enriquecimiento de los países colonizadores, hasta las rutas migratorios de la actualidad. A falta de departamentos universitarios de Estudios Negros, como existen en otros países, hay que buscar otras vías.

Imagen de la exposición dedicada a principios de este año en Itsas Museoa a Tromelin, la isla donde 80 esclavos malgaches fueron abandonados en 1760. Habían partido de Baiona. (Gorka RUBIO / FOKU)

Realizada a propuesta de Radio Africa, la plataforma cultural de pensamiento crítico y difusión de las artes y culturas negras fundada por la propia Tania Safura Adam, la investigación de ‘España Negra’ forma parte del programa de estudios propios Tejidos Conjuntivos del Museo Reina Sofía de Madrid, concretamente del seminario de Estudios Negros Ibéricos. Este año un equipo de investigadoras está trabajando en Artium, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, en el IVAM en Valencia y en el propio Reina Sofía madrileño. Todas las investigadoras son mujeres, todas negras.  

Periodista, comisaria e investigadora residente en Barcelona, Tania Safura Adam (Maputo, Mozambique, 1979), por ejemplo, en su trabajo multidisciplinar suele explorar las diásporas negras, sus movimientos y resistencias, y las músicas populares africanas. Jatou Fall es trabajadora social, vive en Bizkaia y ha escrito sobre las asociaciones de mujeres africanas en Euskal Herria. Laida Memba Ikuga es arquitecta y tiene una larga trayectoria de trabajos de arquitectura y urbanismo tanto en el Estado como en Guinea Ecuatorial.

«Laida nació aquí, Jatou vino muy joven y yo vine en 1989 –explica Tania–. Cuando yo llegué no había nada; de hecho, una experiencia común que estamos viendo ahora es que éramos los únicos negros, estuviéramos donde estuviéramos». ¿Y qué buscan personalmente con esta investigación? Responde Jatou Fall: «Como parte de esta comunidad y como personas y mujeres negras nos atraviesan todas estas historias. Y es nuestra historia también. La población blanca vasca o de otros territorios no la conoce porque es una historia que se han encargado de silenciar, pero también nosotras la queremos conocer. Aparte de hacer un estudio para darlo a luz al exterior, también es para nosotras mismas».  

Jatou Fall vive en Bizkaia. (OSKAR MATXIN/FOKU)

Concebido a modo de investigación colectiva y no exclusivamente académica, sino como un proceso más transversal y que fluye en el tiempo, su ámbito de estudio se ha dividido en varios ‘legados’: esclavitud entre el siglo XV hasta el XIX, colonización desde la independencia de Cuba hasta la descolonización de Guinea Ecuatorial, legado de la cultura afronorteamericana desde la primera Guerra Mundial hasta los años 80 e inmigración, desde mediados de los 70 hasta nuestros días.

La cuestión es que el pasado y el presente no están tan alejados. «Sí podemos encontrar paralelismos; de hecho, es una colonización que sigue. Al final, las rutas migratorias son como un campo de filtración del superviviente: el que sobrevive es el fuerte y es útil para trabajar», dice Jatou Fall. «También está el trato que se hace de los cuerpos negros –añade Laida Memba–, de cómo se trata a  la gente a nivel visual, de la protección incluso que tienen los niños: sí que puedes poner una foto de un niño negro y no la pixeles, porque no pasa nada, pero no quieras hacerlo con un niño blanco; es decir, hay muchas cosas que persisten. Y también está la normalización de las muertes de las personas negras en el Mediterráneo»

Poner nombre

«La existencia negra en la península data de tiempos de Al-Ándalus hasta nuestros días, una presencia constante, aunque irregular. Se calcula que entre el siglo XVI y XVII, además de los moros, beréberes y turcos nacidos como esclavizados, había aproximadamente dos millones de personas negras esclavizadas en los reinos de Castilla, Aragón y Portugal. Ciudades como Barcelona, Cádiz, Sevilla o Valencia fueron especialmente relevantes, puesto que sus puertos recibieron a la población africana secuestrada; algunas se quedaron en la península y otras fueron enviados a las Américas. Cuando en el XVI se empieza a sustituir la palabra esclavo por negro, se instaura en este territorio,  hasta nuestros días, una nueva forma de relación con la negritud basada en la deshumanización, la inferiorización y menosprecio», leemos en el dossier del proyecto.

¿Y en Euskal Herria? Lo cierto es que la situación era un poco diferente en aquellos siglos XV y XVI... o eso se ha pensado. «Había bastantes leyes y ordenanzas que prohíban la tenencia de personas esclavizadas en territorio vasco, por aquello de la no mezcla [la pureza de raza]. De ahí viene es que se haya investigado tan poco, porque ¿para qué vas a investigar algo que no ha existido? Cuando José Antonio Azpiazu empezó con su libro ‘Esclavos y traficantes’ [Ttarttalo, 1997], ahí fue cuando abrió una puerta», explica Laida Memba.

Rafael Padilla, monsieur Chocolat, el primer clown negro. (BIBLIOTHÈQUE NATIONALE DE FRANCE )

Porque, no nos engañemos, mercaderes como el eibarrés Martín de Isasi, o familias como los Zulueta o los Urrutia traficaban desde puertos como Sevilla o Cádiz. Grandes fortunas se levantaron así, e invertir en este comercio estaba hasta bien visto. En el rastreo que han realizado estos meses han ido más allá, al poner nombre y apellido a los silenciados. Y el esclavismo llega hasta hace no tanto tiempo. Ahí está la figura de Rafael Padilla, quien se hizo famoso como monsieur Chocolat en el París de finales del XIX y ha sido hasta objeto de una película (‘Chocolat’, 2016), protagonizada por Omar Sy.

Padilla fue comprado en Cuba por un comerciante vasco, de apellido Castaño, quien, al volver a Bilbo, se lo trajo para que cuidara a su madre. Rafael se escapó y, tras trabajar de marinero –tiene una placa en el muelle Marzana– y en la minería, terminó convirtiéndose en el primer clown negro.

Pero también están las cubanas Casilda y Salomé, dos mujeres esclavizadas que Manuel Calvo trajo y liberó en Portugalete, o aquel pregonero que terminó en Bilbo después de escaparse de su dueño, como han conocido a través del profesor Óscar Álvarez Gila... historias que pasan a formar parte de un archivo y se presentarán al público en dramatizaciones, instalaciones y publicaciones.