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Entrevue
Claudia Bernal
Investigadora cubana del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana

«Resulta que tenemos la vacuna y no la podemos exportar por el bloqueo»

Claudia Bernal, de gira en Euskal Herria para denunciar el bloqueo, es especialista de Comercio Exterior en la Dirección de Importaciones del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), creador de Abdala, la primera vacuna latinoamericana contra el covid-19.

Claudia Bernal, especialista de Comercio Exterior en la Dirección de Importaciones del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), en Donostia. (Gorka RUBIO | FOKU)

Claudia Bernal nació con el bloqueo y aunque siempre ha estado presente en su vida y en la del país, no sintió verdaderamente el alcance del bloqueo impuesto por Estados Unidos hasta que no estuvo al frente de las importaciones de materias primas, reactivos, material de investigación y de laboratorio del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana, creador de la primera vacuna de América Latina contra el covid-19, Abdala, en homenaje al poema de José Martí.

«Cuando se supo que íbamos a tener nuestras propias vacunas, fue cuando más arreciaron las medidas de Donald Trump y muchos de nuestros proveedores habituales nos dejaron de suministrar. Tuvimos que buscar alternativas», subraya Bernal en entrevista a NAIZ durante su visita a Euskal Herria invitada por la asociación Euskadi-Cuba y Médicos del Mundo en una gira más amplia por el Estado español para visibilizar los efectos del bloqueo.

¿Cómo afecta el bloqueo al campo de la biotecnología?

Es uno de los más afectados porque, junto a la alimentación y la salud, es uno de los pilares de Cuba. Te pongo algunos ejemplos. Hemos dejado de recibir ingresos por exportación porque nuestros productos no pueden ser exportados a muchos países.

La industria de la biotecnología está en manos de países muy desarrollados y el mercado internacional nos exige altos estándares de calidad para poder homologar nuestros productos. Necesitamos insumos que en su mayoría tienen origen norteamericano. La ley contra el enemigo impide que podamos importar cualquier producto –por ejemplo, chips, piezas...– que tenga más de un 10% de componentes norteamericanos.

Por tanto, tenemos que comprar esos insumos a través de terceros países cuando EEUU está tan cerca. Si ya de por sí esta industria es muy costosa, a Cuba le cuesta tres y hasta seis veces más.

«No ha habido cambios. La Administración de Joe Biden mantiene la misma política que su predecesor en el cargo, Donald Trump»

En este sector son fundamentales las publicaciones y muchas de las revistas de gran prestigio son norteamericanas. Cuando nuestros científicos quieren publicar los resultados de sus investigaciones no siempre lo pueden hacer. Hay veces en las que hay que pagar por una publicación y aun teniendo el dinero para pagarla, no son aceptadas o no existen mecanismos para hacer efectivo el pago.

Además de mantener y recrudecer el bloqueo, EEUU ha incluido a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, lo que genera una alerta a los bancos y limita nuestras operaciones.

Pese a todas estas limitaciones, el CIGB creó la primera vacuna latinoamericana contra el covid-19, Abdala, y exportarla a países del sur.

Abdala es la primera vacuna latinoamericana contra el covid-19. Fue todo un reto. Sabíamos que el tema de las vacunas se iba a convertir en un gran negocio y que iban a ser monopolizadas por las grandes transnacionales.

De las diez principales empresas de este sector, seis son de Estados Unidos. Las otras son de Suiza, Alemania y Francia. Pertenecen a países muy desarrollados y América Latina y África quedan fuera. ¿Quién piensa en esas poblaciones? Esas grandes transnacionales ven al enfermo como un cliente y no como un problema.

Cuba, que siempre ha priorizado la salud frente al mercado, entendió rápidamente que debía desarrollar su propia vacuna. Contábamos con personal altamente cualificado. Llevamos desarrollando esta industria desde inicios de los 80 por lo que ya teníamos un saber hacer de muchos años de trabajo. Contamos con el Instituto Finlay de Vacunas, que ha desarrollado las otras dos vacunas contra el covid, Soberana-02 y Soberana Plus.

«Tenemos el Heperprot-P para las úlceras del pie diabético y no podemos ponerlo a disposición de los pacientes de EEUU, que tiene una alto índice de diabéticos»

Cuando se supo que íbamos a tener nuestras propias vacunas, fue cuando más arreciaron las medidas de Donald Trump y muchos de nuestros proveedores habituales nos dejaron de suministrar. Tuvimos que buscar alternativas.

Pese a ello, a la crisis económica internacional y a la situación logística durante la pandemia, pudimos desarrollar nuestras vacunas.

Todos los recursos se pusieron a disposición de la vacunación de la población y luego para su exportación a países como México, Vietnam, Venezuela. No es una vacuna solo para Cuba, sino para Latinoamérica y todos los países que quieran acceder a ella. Cuba es un faro para América Latina y África en salud y biotecnología.

¿Qué supone para usted como cubana y parte del equipo del CIGB la vacuna Abdala?

Esta vacuna junto a Soberana-02 y Soberana Plus nos llena de orgullo y satisfacción. Le pusimos el nombre Abdala por el poema de José Martí y al ensayo clínico con los niños le llamamos Meñique. 48.000 personas se presentaron como voluntarias para su ensayo clínico. No hubo que hacer un llamamiento.

Cuando se cumplió un año, un grupo de trabajadores fuimos a Pico Turquino, el punto de mayor altitud de la isla, con un bulbo simbólico de Abdala, que no es solo fruto del CIGB sino del pueblo que nos acompañó.

¿Cómo es la relación actual con el Gobierno de Joe Biden?

La Administración de Joe Biden mantiene la misma política que su predecesor en el cargo, Donald Trump. La salud es un pilar fundamental para Cuba y, por tanto, no va a ser uno de los sectores en los que las medidas de EEUU se relajen. Al contrario, la Administración norteamericana busca asfixiar este logro de la Revolución; su meta es llevarnos a la máxima expresión del bloqueo.

El bloqueo no solo afecta a los cubanos, también afecta a la ciudadanía de EEUU y de otros países que no pueden acceder a nuestros productos.

 «No es una vacuna solo para Cuba, sino para Latinoamérica y todos los países que quieran acceder a ella»

Por ejemplo, tenemos el medicamento Heperprot-P para tratar úlceras del pie diabético y evitar el riesgo de amputación. En EEUU hay un alto índice de diabéticos que llegan a complicaciones severas, incluyendo la amputación. Cuba tiene este producto innovador y no puede ponerlo a disposición de los pacientes de EEUU.

Lo mismo ocurre con un medicamento contra el cáncer de pulmón que está desarrollando el Centro de Ingeniería Molecular. Científicos estadounidenses quieren participar en nuestros congresos en Cuba y no siempre pueden hacerlo. De no existir el bloqueo, se podría poner a disposición de la gente un gran potencial científico.
 
El CIGB está al frente de las importaciones. ¿Cómo sortea las limitaciones del bloqueo?

Nací bajo el bloqueo y aunque desde pequeña sé de su existencia, de verdad sentí el impacto del bloqueo cuando empecé a trabajar en el CIGB, en concreto, en la dirección de importaciones. Nos encargamos de la compra de todos los insumos, de la materia prima y tecnología para la investigación, desarrollo y producción de los productos que hacemos.

Imagina que el investigador te dice que necesita tal reactivo para avanzar en un proyecto, pero ese reactivo no lo podemos comprar en EEUU, así que tenemos que ver quién nos lo puede vender o fletar. Lo que podría tardar dos o tres semanas, tarda meses en llegarnos y a un coste muy superior.

Muchas veces nos pasa que cuando el fabricante de origen norteamericano detecta que el destino es Cuba cancela la operación y no logramos la mercancía, por lo que el proyecto de investigación queda paralizado hasta que llega el reactivo. Incluso para exportar nuestras vacunas, necesitamos cajas especiales que tienen componentes norteamericanos. Resulta que tienes la vacuna y no la puedes exportar por culpa del bloqueo.
 
¿Cómo se siente cuando tras meses de negociaciones, la operación es cancelada?

Sientes una frustración muy grande. Molesta y enoja porque estamos hablando de salud, de pacientes, de enfermos, de niños que necesitan un medicamento que igual Cuba no tiene y no puede comprárselo a EEUU por este injusto y genocida bloqueo. Eso es terrorismo, pero resulta que quienes estamos en la lista de países patrocinadores del terrorismo somos nosotros. Esto es el mayor absurdo del mundo, que pretende asfixiarnos aún más.

Lo que Cuba siempre ha buscado ha sido la paz y dar su apoyo a otros países con medicinas… Como decía Fidel, Cuba da médicos y no bombas. El primero que debería de estar en esa lista es EEUU. Frente a cada obstáculo, nos crecemos y buscamos alternativas. La nuestra es una resistencia creativa.

Además de las limitaciones del bloqueo, Cuba también se enfrenta a la pérdida de profesionales cualificados.

Nuestro mayor recurso es el humano y, por ello, es en el que más invertimos. De ser un país de analfabetos, Fidel nos convirtió en un país de ciencia y pensamiento. Lo que ocurre es que hay una situación económica, alimentaria y energética muy compleja. El mayor ingreso que teníamos era el turismo y con la pandemia se cerró todo. Volver a levantarse en medio de una crisis económica, no solo nacional, sino internacional, ha sido muy difícil.

«Estamos hablando de enfermos, de niños que necesitan un medicamento que igual Cuba no lo tiene y no puede comprárselo a EEUU por este genocida bloqueo»

Como dices, existe el robo de cerebros y de conocimiento. Cada vez que perdemos a uno, es una gran pérdida porque es tiempo y formación. Esto se debe a diversos factores.

Algunos ven en el extranjero un crecimiento profesional que, por el bloqueo, no podrán alcanzar en Cuba. Afuera encuentran equipos más avanzados y desarrollados, propuestas de trabajo… 

No obstante, queda una masa de jóvenes dispuestos a continuar esta obra comenzada con la Revolución.