Todos somos agentes implicados en la prevención del suicidio
El goteo al alza en el número de suicidios mantiene en alerta a los profesionales, que abogan por la colaboración en la prevención para conseguir que revierta esa preocupante tendencia. No hay una única causa que lleve a las personas a la muerte pero es fundamental hablar, escuchar y no juzgar.
El «silencio sepulcral» en torno al suicidio dio paso en la pandemia a que se hablara sin tapujos de esa realidad silenciada para, con el tiempo, retornar a ser un tema incómodo que preocupa y ocupa, pero que ha perdido protagonismo en los medios de comunicación. En la última década, se ha avanzado, a juicio de los expertos, y es necesario que cale en la sociedad que el suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos.
Es una de las conclusiones de la jornada organizada el martes pasado en Bilbo por la Asociación Vasca de Periodistas con el Colegio de Médicos de Bizkaia, que abordó un tema «tremendamente doloroso», como expuso Amaia Goikoetxea, presidenta de la Asociación, del que «todos sabemos pero nadie habla».
En esa realidad silenciada abundó la joven periodista Inés Herreros Cobo, autora de la investigación ‘Suicidio: desestigmatización para la prevención’, quien mantuvo que hay mucho de estigmas, tabús y mitos. Según las últimas estadísticas, 242 personas se quitaron la vida en 2022 en Hego Euskal Herria.
Es difícil calibrar la dimensión del problema ya que, según los expertos, por cada suicidio que se materializa se llegan a producir veinte intentos que, en la mayor parte de los casos, se quedan en la intimidad, no trascienden.
Jon García Ormaza, psiquiatra de la Red de Salud Mental de Bizkaia, apuntó a que pasan meses o años hasta que una conducta suicida se transforma en tentativa. «Nunca es impulsivo, es impredecible», precisó.
Ese comportamiento, añadió el especialista del Hospital de Zamudio, surge cuando la persona no tiene alternativas, por lo que es fundamental «enseñar a pedir ayuda». «El suicidio se puede prevenir si conozco cuáles son los factores de riesgo», repitió con vehemencia en su exposición. «Se debe entender cómo he llegado para tener una conducta suicida», insistió.
La conducta suicida es un comportamiento que emerge y, para que disminuya, una persona tiene que entender por qué surge. «Es importante pedir ayuda, poner en práctica nuestras habilidades y luego buscarlas en el entorno», resumió el médico responsable de investigación en esta materia en Bizkaia.
Pedir ayuda
El facultativo de Osakidetza recalcó la importancia de pedir ayuda. En primer lugar, la persona debe poner en marcha sus propias habilidades. De no ser suficiente, debe reclamar apoyo en su entorno más cercano y, si esta vía no fuera suficiente, acudir a profesionales.
A Cristina Blanco, presidenta de la Asociación Vasca de Suicidología (Aidatu) y cofundadora de Biziraun, agrupación de personas afectadas por el suicidio de un ser querido, le preocupa el silenciamiento después de que durante la pandemia se creara cierta alarma social. «Hay que evitar la política del péndulo», aseguró esta superviviente, que perdió a su marido en 2012.
Esta profesora de Sociología en la UPV-EHU y directora de un posgrado sobre la cuestión percibe «una disminución del interés por el suicidio y corremos el peligro de volver al silenciamiento. El problema que genera el silenciamiento es la soledad».
«El problema es la soledad, dónde se pide ayuda. Las administraciones no ponen recursos», lamentó Cristina Blanco, superviviente y presidenta de Aidatu
«El problema es la soledad, dónde se pide ayuda. Las administraciones no ponen recursos», lamentó, preocupada por la tendencia al alza en el número de casos.
Su experiencia, en 2012, rememoró, fue desoladora, muy dura, porque tuvo que acudir a profesionales de Madrid y Barcelona para encontrar respuestas. «Yo quería encontrar a alguien con el que hablar. El silencio no es una opción y no es fácil gestionarlo», manifestó.
«Es una muerte social. No me puedo quejar en mi caso», confesó, aunque no encuentra al margen del tejido asociativo, como es el caso de Biziraun, de mucho apoyo a las personas supervivientes que afrontan un «duelo distinto», por esa sensación de culpa, más tarde el silencio social y luego el abandono.
García Ormaza sitúa la clave en que los profesionales estén disponibles para los supervivientes cuando les requieran, una directriz que ya se ha puesto en marcha en el caso de los médicos de familia en Bizkaia. Ambos coincidieron en la importancia de la colaboración entre agentes en la prevención, y son muchos, desde el ámbito educativo al sanitario.
El psicólogo Andoni Anseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, consideró que los recursos «faltan, han faltado y seguirán faltando», al ser la Salud Mental «la hermana pobre de la asistencia sanitaria», aunque matizó que «esto ha cambiado mucho en los últimos 10-12 años».
Derribar el estigma
«Echo en falta más reivindicación por parte de las personas supervivientes para que otras no pierdan lo que ellas han perdido», comentó el director del máster de Gestión Clínica y Sanitaria en Salud Mental de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Además, deslizó el dato de que un 40% de los allegados de un suicida mienten sobre la causa de la muerte y es necesario, fundamental, derribar el estigma.
«Seguimos muy lejos de la media europea», confesó. «Siempre hemos tenido deficiencias en Salud Mental, nos hemos puesto las pilas y en esas estamos», comentó Anseán tratando de transmitir una visión optimista.
El autor de libros como ‘La felicidad impuesta’ y ‘La psiquiatría de la felicidad’ incidió en la importancia de la prevención universal y selectiva, al igual que Blanco. Les preocupa que adolescentes tengan conductas suicidas dentro de unos años cuando sean adultos. «No se trata solo de salvar vidas mañana, sino de prevenir», subrayó.
Por su parte, García Ormaza consideró que el ámbito educativo debe ser «un espacio de seguridad y confianza», donde se comparta el sufrimiento para tratar de gestionarlo. «Hay que adelantarse al momento en que, en torno a los 12-13 años, se empiezan a detectar conductas suicidas», sostuvo.
«Cuando la sanidad afronta este tipo de problemas, los aborda con pastillas y, a día de hoy, España es el país que más ansiolíticos toma a nivel mundial», desveló Anseán
A Anseán le inquieta la dependencia de los fármacos cuando hay otras herramientas por explorar antes de acudir a ellos. «Cuando la sanidad afronta este tipo de problemas, los aborda con pastillas y, a día de hoy, España es el país que más ansiolíticos toma a nivel mundial y se sitúa en el cuarto puesto en toma de antidepresivos», destacó.
García Ormaza manifestó la importancia del entorno íntimo para hablar y escuchar a esa persona al fin de que se dote de herramientas para enfrentar situaciones que pueden derivar en una conducta suicida.
Señaló la importancia de dialogar. «Si no nombramos la palabra suicidio, la estamos patologizando», advirtió y abogó por preguntar, desdeñando el «gran mito» de que podemos incitar al suicidio. «No es real», enfatizó.
«Mucha gente no necesita ayuda profesional. Todos tenemos a lo largo de la vida alguna idea suicida. Si una de esas conversaciones se tiene a tiempo, puede que no evolucione a una conducta suicida», repitió. Es importante hablar y no juzgar.
El médico de Zamudio expuso la experiencia que un grupo de voluntarios ha puesto en marcha en Algorta, donde se acercan hasta los acantilados, un punto en el que frecuentemente se producen suicidios, para visibilizar su disposición a escuchar a todo aquel que lo necesite. Buscan, explicó García Ormaza, «resignificar ese lugar de muerte en lugar de escucha».
Blanco profundizó en que la mayoría de las veces el entorno no sabe cómo comportarse y abogó por «aprender a quitar el miedo». «La pérdida de una relación, del empleo, pequeños duelos... Tenemos que ser capaces de abordarlos», sostuvo.
La presidenta de Aidatu llamó a reflexionar acerca del tipo de sociedad que estamos construyendo. «Si no eres feliz, la culpa es tuya, tómate una pastilla», ironizó.
Para el periodista Gabriel González Ortiz, autor del libro ‘Hablemos del suicidio’, en la última década se ha verbalizado en torno al tema como no se había hecho antes, consciente de que desde los medios se ha contribuido al tabú. Apostó por normalizar la comunicación pública sobre el suicidio, como se hizo antes con la violencia de género.
Confesó que es complicado abordar los casos cuando son noticia, que se debe regir por el rigor, evitando describir explícitamente el método empleado ni otros detalles. «Es fácil meter la pata», reconoció, por falta de formación. Fijó su atención en la realidad de las redes sociales, donde a través del sensacionalismo se busca atraer a la audiencia.
Anseán añadió en que los suicidios individuales no interesan. «Son muy dañinos y no tenemos que inmiscuirnos en la esfera íntima. Es puro morbo», apuntó, añadiendo que nunca hay una única causa. La fundación que él preside recomienda no glorificar ni banalizar el acto o la muerte, especialmente en personajes públicos.