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Franca Viola, la mujer que dijo «no»

Violada por su expareja, según la ley italiana fascista esta mujer habría tenido que casarse con él para «arreglar» la situación. Franca Viola dijo «no», rechazó la propuesta y logró la condena del hombre.

Franca Viola, en los años 60. (Wikimedia Commons)

Sicilia es tierra de estereotipos de todo tipo: la mafia, una sociedad ultrapatriarcal, una cierta manera de vivir como si el tiempo se hubiese parado o directamente fuera hacia atrás... Son cosas que aún se perciben en la actualidad y que remiten a una situación anterior mucho más dura, como en la década de los 60, cuando el norte de Italia iba como un tren en cuanto a desarrollo económico y el sur, el profundo sur, se quedaba a medio gas.

En un contexto así surgió la historia de Franca Viola. Es un nombre que vuelve continuamente al primer plano cuando se habla de rebelión contra la violencia machista y patriarcal. Viola fue una chica de mucho coraje, que tomó la ley de la época como palanca para denunciar unas reglas absurdas, que parecían sacadas de la Edad Media.

Franca tenía que casarse con su violador, que además era su expareja, para «salvar el honor». Sin embargo no lo hizo, convirtiéndose en la primera mujer que actuaba así públicamente y levantando la cabeza frente a una sociedad que el Código Penal fascista –el llamado Codigo Rocco por el apellido del Ministro de Justicia bajo la dictadura– había establecido como una humillación continua para las mujeres.

Entre el honor y la «fuitina»

«Delito de honor». Existe toda una literatura sobre esta manera de arreglar problemas y asuntos en general. Es decir, llevar a cabo una venganza pero contando con un pretexto y, además, escrito en una ley. ¿En que consistía este «honor»? Se relaciona con la reputación de una persona: si alguien se sentía violado podía reaccionar de la manera más tremenda, hasta matar a su rival.

Un ejemplo pertinente hablando de honor, y además de Sicilia, se puede ver en la novela convertida en opera ‘Cavalleria Rusticana’, donde Alfio acuchilla a Turiddu (‘Hanno ammazzato compare Turiddu’) por una cuestión de mujeres y traiciones. La ‘Cavalleria’ acaba ahí, pero es cierto que en una hipotética continuación nadie hubiera encarcelado o llevado al juzgado a Alfio, porque desde su punto de vista de macho alfa le amparaba la razón de la época. «Honor» entre hombres, claro está, y sobre todo entre familias. Mantener «limpio» el apellido era lo más importante en muchos entornos hasta la mitad del siglo XX, podríamos decir.

¿Y las mujeres? Estas normas las reducían a personas no de segunda, sino de tercera categoría. Una de las «perlas» del ‘Codigo Rocco’: si en un matrimonio era la mujer quien «traicionaba» al marido, eso tenía castigo, pero no al revés. Otra; la violación era considerada «delito en contra de la moral» pero no en contra de la persona; es decir, la víctima de estos actos no era la mujer, sino «la sociedad» o el bien común. ¿Más todavía? Lo hay; la mujer no era considerada «apta» para gestionar sus propiedades y sus bienes, y por eso estaba obligada a tener un «tutor», por supuesto un hombre. Pero la perla de las perlas eran las «bodas reparatorias».

En el ‘Codigo Rocco’, para la mujer tenía castigo «traicionar» al marido pero no al revés, no era considerada «apta» para gestionar sus propiedades...

 

En el sur de Italia estaba muy de moda, como respuesta casi instintiva a la vejación familiar, la «fuga por amor», que en siciliano tiene un nombre casi gracioso: «Fuitina». ¿En qué consistía? Una pareja joven desaparecía durante unos días y cuando los dos volvían al seno familiar normalmente se informaba a los padres de que la chica estaba embarazada y había que preparar las bodas, porque «el hecho estaba cumplido». «Bodas reparatorias», por tanto, concebidas como método para arreglar una quiebra en el honor de ambas familias. Aunque en la fuitina había, en última instancia, un acuerdo entre los miembros de la pareja; es decir, en el fondo estaba todo planificado.

Sobra decir que la frontera entre la fuga por amor y la violación era muy tenue. En muchos contextos se hacía pasar un crimen por algo legal o como mucho pintoresco, una fuitina, una especie de «escapada» que todavía hoy se practica en algunas lejanas aldeas del sur. Sobre todo en situaciones de desigualdad social, el hombre secuestraba la chica, la violaba, a veces la dejaba embarazada y en general había, según la ley, que preparar la «boda reparatoria», promovida a menudo por la misma familia de la mujer agredida, que de esta forma recuperaba el honor. Artículo 544 del Codigo Penal Rocco: «El matrimonio extingue el castigo». Textual. Así fue hasta 1981, cuando en Italia una gran reforma canceló esta barbaridad, gracias también a historias como la de Franca Viola.

«Yo no soy de nadie»

«El honor lo pierde quien hace ciertas cosas, no quien las sufre». Son palabras de Franca Viola, nacida en 1948 en Alcamo, en la provincia de Trapani, famosa por sus playas y su castillo medieval. Franca vive todavía y su nombre es sinónimo de lucha, de derechos en contra de la opresión. Su historia ha inspirado libros y películas (la última se llama ‘Primadonna’, es de 2022, ha sido recientemente presentada en el festival Zinecittá en Bilbo) y es realmente un símbolo.

 

Esta joven siciliana tenía un novio en 1963 que se llamaba Filippo Melodia, sobrino del jefe de la mafia local: Vincenzo Rimi. La verdad es que a Franca el joven Filippo no le gustaba, era un tío peligroso, y de hecho acabaría en la cárcel. Desafortunadamente, los Viola estaban en una situación económica difícil y, como se hacía a menudo en aquellos tiempos, vieron en él una «ocasión» de progresar.

Con Melodia en prisión, sin embargo, cambiaría todo: relación cancelada. Pero el joven mafioso Filippo no aceptó el cambio de perspectiva y fue literalmente a por los Viola: daños a sus cultivos, amenazas físicas y finalmente secuestro y violación de Franca. El 26 de  diciembre de 1965 Melodia y otros doce amiguetes se llevarían a Viola, todavía una menor, junto a su hermano pequeño Mariano: la tuvieron ocho días en una granja sin comer, golpeándola, reventándola. Ya todo estaba listo para la «paciata», como se dice en siciliano: un encuentro entre «el nuevo propietario» de la mujer y su familia para acordar la «boda reparatoria». Al final, para Melodia el episodio era parecido a una fuitina.

A Viola, aún menor, la tuvieron ocho días en una granja, sin comer, golpeándola y violándola. Todo estaba listo para la «paciata»

 

Desafortunadamente para el jefe mafioso, los Viola no aceptaron ninguna paz, y sobre todo ninguna boda. Al principio fingieron aceptar el acuerdo pero a la paciata no se presentaron los padres de la chica sino unos cuantos policías. Se abrió entonces juicio contra Melodia y sus colegas, que serían condenados a 12 años de prisión después de otros momentos bastante cutres como la renuncia del primer abogado defensor Franca. «Yo no soy propiedad de nadie», gritó la joven frente a sus violadores y en general frente a una sociedad que en parte la miraba mal, un poco de reojo, por esta actitud que iba en contra de la ley y de la moral.

Franca se casó con otro hombre en 1968 y el 8 de marzo de 2014 fue homenajeada por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, que le otorgó el título de Gran Oficial «por su gesto valiente de rechazo a las bodas reparatorias, que marcó una etapa fundamental en la historia de la emancipación femenina en nuestro país».