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Entrevue
Nikolaj Arcel
Cineasta

«A principios del XVIII, Dinamarca era uno de los países más oscuros de Europa»

Nacido en 1972 en Copenhague, es uno de los principales directores del cine danés post-Dogma. Debutó en 2004 con el thriller político ‘Kongekabale”’ y, en 2012, fue nominado al Oscar por ‘Un asunto real’. Ahora estrena ‘La tierra prometida’, donde vuelve a contar con Mads Mikkelsen.

Nikolaj Arcel, en su visita a Zinemaldia. (Pablo Gomez | © Festival de San Sebastián)

Presentado en el último Festival de Venecia y candidata por Dinamarca al Oscar (nominación que, finalmente, no se ha concretado), ‘La tierra prometida’ es una suerte de western ambientado en la península de Jutlandia a principios del siglo XVIII.

Una historia de confrontación masculina donde, sin embargo, los personajes femeninos tienen una gran trascendencia a la hora de configurar el relato de lo que fueron las tensiones que llevaron al surgimiento de Dinamarca como Estado.

¿Dónde encontró la inspiración para rodar una historia como la de ‘La tierra prometida’? ¿Le atraía la posibilidad de hacer un western ambientado en el siglo XVIII?

Sí, puede decirse que la idea fue esa [risas]. La verdad es que el western es un género que, como espectador, siempre me ha inspirado. Sobre todo aquellos westerns que se hacían en los años 40 y 50, donde había un tono legendario que después, poco a poco, el género fue perdiendo.

Me apetecía rodar algo así, una película épica, como las que hacían John Ford o David Lean, que no es un director de westerns pero, bien mirado, una película como ‘El puente sobre el río Kwai’ tampoco está tan alejada en su narrativa de las viejas películas del Oeste. Se me hace raro que hayamos abandonado ese tipo de cine en un momento, como el actual, donde precisamos de héroes.

«Se me hace raro que hayamos abandonado ese tipo de cine en un momento, como el actual, donde precisamos de héroes»



¿Es esa la razón por la que usted mismo ha definido ‘La tierra prometida’ como su película más personal?

Bueno, lo de personal no obedece tanto al hecho de haber decidido hacer un filme épico, aunque también, dado que, hace unos años, no me hubiera sentido capaz de abordar una historia como ésta. Pero si afirmo que esta película es una obra muy personal es porque hay muchas cosas mías en el protagonista del filme.

Acabo de cumplir 50 años y estoy en un momento de mi vida en el que, por fin, he asumido que resulta imposible tenerlo todo bajo control. Esa es la principal enseñanza que extrae de su experiencia el personaje que interpreta Mads Mikkelsen, lo cual, lejos de frustrarle, le vuelve más ambicioso a la hora de conseguir sus metas. Yo fui padre muy tarde y cuando tienes hijos tu visión del mundo cambia, te das cuenta de que hay cosas mucho más importantes que el cine y de que resulta estéril ese empeño por planificarlo todo, aunque la esencia de nuestro trabajo como directores se fundamente en esa ambición. Pero ahora sé hay que saber encajar las cosas como vienen.



De hecho, hay una frase que pronuncia en la película el personaje de Mads Mikkelsen sobre la guerra como elemento para construir civilización donde dice que este tipo de conflictos tienden a resolverse a favor de quien consigue dominar el caos. ¿Hasta qué punto esa idea vale también para definir su labor como cineasta?

Durante el rodaje, Mads y yo hablamos mucho acerca de ello, de si dicha frase podría servir para hacer una analogía con nuestro trabajo y la respuesta es sí. Puedes tener toda la película en tu cabeza y partir de un trabajo de planificación exhaustivo que eso nunca te garantiza que vayas a hacer una obra maestra. Por si fuera poco, luego estás a expensas de las circunstancias, de si llueve o hace sol, de si hay caballos suficientes para las secuencias de las galopadas.

Nunca he rodado una película en la que al llegar al plató estuviese todo en orden. Así que sí, hacer cine te exige saber dominar el caos, pero eso es algo inherente al hecho de vivir. Cuando te despiertas por la mañana tampoco sabes que va a depararte el día.

Volviendo al tema del western, más allá de sus características estéticas, si hay algo que da valor a este género es su capacidad para narrar el surgimiento de una civilización, un concepto que, como acabamos de apuntar, está muy presente en su película.

Sí, sin duda. ‘La tierra prometida’ es una película sobre los pioneros, sobre esos hombres y mujeres que llegaron a un lugar virgen para establecer un asentamiento cuya configuración fue cambiando la naturaleza del lugar en cuestión. Es una idea que me atraía y que, curiosamente, el cine danés nunca había abordado a pesar de que está en el origen de lo que somos hoy en día como nación.

Y yo creo que eso obedece a que nos cuesta pensar en Dinamarca como un territorio salvaje, pero lo cierto es que, a principios del siglo XVIII, éramos uno de los países más oscuros de Europa occidental, no teníamos una tradición intelectual como la que había en Francia o Gran Bretaña, la Ilustración apenas se dejó sentir en nuestro territorio y en muchos sentidos éramos una especie de país feudal.  

De hecho, es curioso como en su película el orden de lo racional está encarnado en los personajes femeninos. Frente a ellas, el personaje que interpreta Mads Mikkelsen es alguien obcecado que actúa al dictado de sus emociones mientras que el terrateniente que funge como villano denota un carácter pueril.

Esa es una de las cosas que más me gustó de la novela de Ida Jessen en la que se basa la película. El terrateniente al que interpreta Simon Bennebjerg se comporta, efectivamente, como si fuera un niño pequeño, de manera cruel y caprichosa. Frente a él, que representa al Antiguo Régimen, nuestro protagonista encarna al hombre moderno, pero si atendemos a sus respectivos temperamentos, no están tan alejados el uno del otro. Y ahí es donde resulta trascendente el pragmatismo de las mujeres para conferir templanza y razones al protagonista, para definir su modernidad, por así decirlo.

Todo lo que estamos hablando bien podría valernos para definir ‘La tierra prometida’ como un film político ¿está de acuerdo con esta etiqueta?

En parte, sí. Qué duda cabe que esta película aborda un tema como el nacimiento de los Estados contemporáneos y que en ella también hablamos del absolutismo como forma de gobierno. Eso nos conduce evidentemente a un escenario político porque cuando hablas sobre el ejercicio del poder estás hablando de política. No obstante, creo que frente a otras películas mías anteriores, en ‘La tierra prometida’ el elemento político no resulta tan acusado.

Esta película cuenta un conflicto entre personalidades antagónicas mientras que, por ejemplo, ‘Un asunto real’ sí que hablaba sobre un conflicto político. Dicho lo cual, es cierto que para el personaje de Mads Mikkelsen nos inspiramos en algunos líderes políticos actuales, pero no diré en quienes [risas].

Ahora que menciona ‘Un asunto real’, aquella película también estaba ambientada en el siglo XVIII, ¿es una época que le inspira?

Bueno, cada proyecto tiene un origen distinto. En el caso de ‘La tierra prometida’, como comenté antes, todo parte del interés que me suscitó la novela de Ida Jessen. Ahora que, llegados a este punto y tras rodar dos películas históricas ambientadas en aquel período, igual se impondría hacer una trilogía ¿no? [risas].

Bromas aparte, es una época que, estéticamente, me interesa mucho, ese vestuario, esos colores… Pero también me interesa desde un punto de vista narrativo porque un filme de época te obliga a manejar unos tiempos más pausados, a montar una narración menos estresante por así decirlo. Y luego, políticamente, también es una época que me parece fascinante. Entre 1750 y 1800 Europa cambió completamente. La configuración de los Estados tal cual hoy los conocemos se dio en aquellos años.

‘La tierra prometida’ es el tercer largometraje que rueda con Mads Mikkelsen como protagonista. ¿Qué le aporta trabajar con él?

En este caso, la personalidad del protagonista le iba muy bien a Mads, porque bajo esa aparente capa de frialdad que oculta los verdaderos sentimientos del personaje, hay un alma en expansión que no para de crecer y el propio Mads como actor es un poco así. A mí me va muy bien con él, es un intérprete disciplinado y muy preciso. En cada uno de los rodajes en los que le tenido a mis órdenes ha hecho gala e una gran profesionalidad. Hablamos mucho del guion, de los personajes, del enfoque que le quiero dar a la historia y sobre esas conversaciones él va construyendo su personaje.

Si hay algo que no le ha quedado claro no duda en llamarte y discutir contigo aquellos aspectos que le generan más dudas. A algunos directores ese afán de precisión igual puede llegar a agobiarles, pero a mi me encanta tener a un actor así como aliado porque luego en el set de rodaje le hace falta muy poco para clavar lo que le pido.