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Denuncian ante Osakidetza el trato negligente dispensado por una ambulancia medicalizada

La familia de una bilbaina que falleció por una grave dolencia denuncia ante Osakidetza la tardanza con que se presentó la ambulancia medicalizada y el trato que les dispensó el personal sanitario que acudió a su llamada de socorro.

Ambulancia medicalizada de Osakidetza ajena a esta información, en una imagen de archivo. (Gorka Rubio | FOKU)

La familia de una bilbaina que posteriormente falleció a consecuencia de la grave dolencia que padecía ha denunciado a NAIZ el trato negligente dispensado por el personal de una ambulancia medicalizada, así como el retraso con que fue atendida. Los allegados, que han presentado una queja ante Osakidetza, esperan que situaciones como la que vivieron no vuelva a repetirse.

Los hechos, según el testimonio recabado por este medio, se produjeron el 30 de enero, en torno al mediodía, después de que la mujer, de 92 años, retornara a su domicilio en el barrio bilbaino de Zorrotza tras participar, como era habitual, en una clase de memoria. Comenzó a encontrarse mal, con dolores en el abdomen, y pulsó la medalla del servicio de teleasistencia BetiOn. Al tiempo, telefoneó a una de sus hijas, que reside en las cercanías, quien acudió de inmediato y se encontró a su madre en mal estado.

Sabía que su madre padecía un aneurisma aórtico abdominal, del que fue intervenida en el pasado e implantada una prótesis, por lo que volvió a llamar a BetiOn. La evolución de la paciente no fue buena y optó por telefonear al 112, solicitando que acudiera con urgencia una ambulancia.

La mujer vomitó, convulsionó y se retorcía de dolor ante dos de sus hijas que, impotentes, trataron de calmarla sin éxito. «Llegó a caerse de la cama. No podía soportar los dolores y no paraba de moverse», rememora una de ellas.

Hasta en tres ocasiones telefonearon al servicio de emergencia, alertando de que su madre se estaba muriendo, a lo que el operador les respondió que la asistencia «está en camino». «Vivimos a 500 metros del hospital de Basurto, o en su caso del de Cruces», apunta una de las hijas, que añade que pensaban que su madre se iba a morir sin recibir auxilio.

El tiempo transcurrió y la familia decidió telefonear a la médico de cabecera del centro de salud de Zorrotza. «Hora y cuarto aproximadamente tardó en llegar la ambulancia medicalizada», denuncia. De inmediato, les pidieron que la trasladasen al hospital «que se estaba muriendo» a la vista de los gritos. Poco después, se presentó una segunda ambulancia de apoyo.

«En los últimos momentos, antes de perder el conocimiento, nos dijo que se moría y llegó a perder la vista. Se le rompió la aorta, tenía un hematoma que ocupaba todo el abdomen. Su estado era muy grave. Luego, un médico nos dijo que era como si le estuviesen clavando cuchillos. Fue muy duro», repite, todavía impactada por lo vivido.

Los familiares de la enferma espetaron por la tardanza del equipo de emergencia, a lo que el personal de Osakidetza respondió «que había muchas llamadas y que estaban ocupadas». Los sanitarios en vez de actuar, se quejan los allegados, comenzaron a charlar entre ellos y, en ese escenario de desesperación para ellos, llegó la doctora del ambulatorio.

Sin médico

Observó los efectivos desplazados y les preguntó quién era el médico. No había, lo que acrecentó la zozobra de la familia. «‘Algunas veces se da el caso’, nos dijo un técnico», exponen. Tomaron la decisión de hacer un electrocardiograma a la paciente, lo que sorprendió a las hijas, que insistieron en la gravedad de la dolencia que padecía su madre y exigieron que la trasladasen de inmediato al hospital. «‘Sabemos lo que tenemos que hacer. No se ponga nerviosa, señora’, nos dijo otro técnico», subrayan.

«Le hicieron el electro y le dijeron a la doctora del ambulatorio que lo leyera. Lo hizo y nos preguntó si nuestra madre tenía vesícula. Le dijimos que estaba operada», comentan. «En caso de que no hubiese estado la médico de cabecera, habrían preguntado a un facultativo que no estaba en el lugar si tenían que darle un analgésico o hay que ingresarla», añaden. No había otra que trasladarla al hospital. El estado era crítico.

La familia no olvida cómo estaba su madre, que llegó a caerse entre la cama y un armario por las convulsiones provocadas por los fuertes dolores, pero censura también la actitud de los sanitarios que acudieron al domicilio. «Estaban recostados en el armario, charlando, como si no pasara nada. Si no llega a estar la médico de cabecera, no sé qué hubiera pasado. Fueron unos descarados», insiste.

A punto de abandonar la vivienda para trasladar a la mujer, un técnico se dirigió a una de las hijas: «‘Esto mejor que lo dejes en una anécdota’». «¿Cómo lo voy a dejar en una anécdota?», se pregunta. Dice entender cierta tardanza en la llegada de la ambulancia, tampoco hora y cuarto, pero no el trato dispensado luego. «Ni les insulté ni falté al respeto», destaca una de las hijas, que se queja del modo en que actuaron los sanitarios.

Para el personal de Basurto no tienen más que palabras de agradecimiento. «Nos trataron de maravilla, todo rápido, de maravilla, desde que llegó al box de Urgencias hasta que fue trasladada a la primera planta del pabellón de Allende», señala, resaltando la empatía y humanidad del personal. La mujer falleció finalmente el 1 de febrero en el hospital de Bilbo.

Tras lo sucedido, la familia ha presentado una queja ante Osakidetza. «Ninguna persona se merece lo que pasamos. Es ley de vida, pero mi madre no se merecía ser tratada así en los últimos compases de su vida. Era una persona tremendamente empática», manifiestan, a la espera de las explicaciones. «Algo tiene que suceder. No se puede repetir lo que hemos vivido», insisten.