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La Berlinale cierra con la ‘Salomé’ de Amanda Seyfried y el amigo-araña de Adam Sandler

La 74ª edición del Festival de Berlín arranca su recta final: en ‘Seven Veils’, Atom Egoyan y Amanda Seyfried remueven el barro del #MeToo y Adam Sandler consuela su soledad junto a un enorme ser arácnido.

Amanda Seyfried, a su legada a la alfmbra roja. (Odd ANDERSEN | FOKU)

El paisaje humano que a diario se congrega alrededor del Palast da prueba de las contradicciones que surgen entre el hambre del certamen por el titular, la novedad y el brillo, y las congregaciones que, por otro lado, aprovechan la visibilidad de la alfombra roja para insistir, día tras día, sobre una sola proclama: Cease Fire Now, en contra del genocidio en Gaza.

Hay quien preconiza el final de una era con el adiós (mañana) de Carlo Chatrian y Mariette Risenbeek como directores del festival. Sin embargo, las tensiones que han acompañado los últimos coletazos de su mandato no desaparecerán con el cambio de página, o no deberían hacerlo. Sostenerlas con el rigor mortis más elegante (y desenfadado) queda ahora a cargo de la nueva cúpula del festival, que capitanea la estadounidense Tricia Tuttle.

Seyfried, doctora Mabuse con síndrome del impostor en ‘Seven Veils’

Atom Egoyan (‘Cautivos’) lleva años interesado en cómo sustraer de su tiempo imágenes poderosas con las que cuestionar el presente. Por ello, cuando hizo su debut como director de ópera en 1996, adaptó la ‘Salomé’ de Richard Strauss utilizando enormes proyecciones de vídeo para explicar la locura en las acciones de la heroína trágica, que corta la cabeza a Juan Bautista sólo para poder besarla, como el primer abuso sexual de la historia.

El invierno pasado Egoyan aprovechaba la reposición de aquella ‘Salomé’ en Canadá como telón de fondo de ‘Seven Veils’, reverso y complicación del mito en plena era #MeToo. En la película, Amanda Seyfried interpreta a una dramaturga que trata de procesar el torrente emocional derivado de los abusos que sufrió en su carne como leyenda para dirigir una nueva adaptación del mito.

La película de Egoyan, tambaleante entre la frialdad y el pastiche, y demasiado enrevesada en conflictos secundarios, se descubre como una fantástica interrogación sobre su protagonista, esta suerte de demiurgo confundido por la validez de sus propias intenciones.

Adam Sandler viaja a los confines del universo para no ir a terapia

Después de ‘Ad Astra’ o ‘Interstellar’, también ‘El astronauta’ se ampara en la soledad del espacio exterior como caja de resonancia ideal para la introspección… La nueva película de Johan Renck (mano derecha de Craig Mazin en ‘Chernobyl’), adaptación de la novela homónima de Jaroslav Kalfar, mete a Sandler en el traje de un científico enviado por la Agencia Espacial checa a una misión en solitario a los confines del espacio.

Atacado por la soledad y la culpa, poco nos sorprenderá la aparición de una enorme araña con ojos simpáticos y voz de Paul Dano.

Lejos de querer emular las alturas místicas de ‘Solaris’ (aunque con trazas ocasionales de existencialismo) o los hallazgos visuales de la tradición sci-fi checa, la película de Renck se convierte en una sencilla pieza de cámara –diríamos, ‘de nave’– en la que la convivencia entre el astronauta y su nuevo compañero arácnido darán crédito del historial de negligencia que Sandler tuvo con su mujer (una Carey Mulligan que cumple y poco más). Como la actriz, la película, que llega el 1 de marzo a Netflix, resonará entre quienes tengan el lacrimal sensible.

¿Qué es ‘la Berlinale’?

El Festival de Berlín es el espacio inventado entre átomos disparados. Hoy recomendamos dos. Primero, el nuevo atentado de Bruce LaBruce, un brillante ataque a cualquier concepto de normalidad en el deseo. El ‘Teorema’ de Pasolini pasado por la escatología de John Waters, ‘The Visitor’ (en la sección Panorama) merece ser vista en la intimidad compartida de una sala de cine.

Luego: la nueva película de Tsai Ming-Liang, ‘Abiding Nowhere’ (en Berlinale Specials), sexta instancia en la saga de ‘The Walker’. Puro slow cinema, dos horas de un monje (Lee Kang-sheng) caminando con una lentitud difícil de sostener, pero cuyo devenir convierte el movimiento humano en brochazo qi-kung para una película-tapiz expresionista abstracta.
Entre los dos extremos, todo lo demás.