La unidad palestina sigue en la celda con Bargouthi
Bargouthi lidera la lista de dirigentes preferidos por el pueblo palestino y es visto como la única esperanza de romper la polarización entre la corrupta Autoridad Palestina y el rigorismo islamista de Hamas.
La celebración en Moscú, bajo los auspicios de Rusia, de una cumbre de reconciliación entre las distintas facciones palestinas resucita la figura de Marwan Bargouthi, prisionero de Israel desde 2002 (22 años) y principal referente-esperanza de la unidad de un pueblo, el palestino, partido, geográfica y políticamente, por la estrategia del divide et impera de Israel, y, en menor medida pero también, desgajado por los errores-arrogancia, de sus dirigentes, de izquierda, laicos e islamistas.
Bargouthi, activista del movimiento Al-Fatah desde su juventud universitaria, fue deportado a Jordania tras liderar la primera Intifada (rebelión, en árabe), a finales de los años ochenta.
Repatriado –si ese término se puede aplicar a un palestino– tras los Acuerdos de Oslo, protagonizó también la segunda Intifada en el año 2000, pero desde una posición que había ido distanciándose del creciente nepotismo del histórico líder Yasser Arafat y de lo que consideraba concesiones del movimiento oficialista y laico palestino.
Bargouthi es considerado el fundador tanto del movimiento crítico Tanzim como de las Brigadas de Al-Aqsa, brazo armado de Al-Fatah.
Defensor de la resistencia pacífica –de ahí su sobrenombre de «el Nelson Mandela palestino»–, nunca renunció a la violencia como reacción a la ocupación y fue detenido en 2002 y condenado a cinco cadenas perpetuas por la muerte de otros tantos civiles israelíes en atentados. Rechazó testificar ante unos jueces que no legitimaba, pero siempre ha negado su participación en aquellos ataques.
Bargouthi lidera la lista de los dirigentes preferidos por el pueblo palestino y es visto como la única esperanza de romper la polarización entre la corrupta Autoridad Palestina y el rigorismo islamista de Hamas.
Hamas lo sabe y, fiel a un pragmatismo y una cintura política que no está reñida con su contundencia –cuando no crueldad– en batalla, ha concretado el de Bargouthi como uno de los pocos presos cuya libertad reclama con nombre y apellidos (de un total de 8.000) en un intercambio con los rehenes israelíes que quedan con vida en Gaza.
Israel también lo sabe e intentará no soltar nunca a Bargouthi. Porque su liberación podría suponer un salto hacia la ansiada unidad palestina, a través de un proyecto nacional que acabe con la frontera, física, política y cultural, entre Cisjordania y Gaza.