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El cine vasco ribetea las últimas jornadas de Punto de Vista

La Elías Querejeta Zine Eskola estrena tres películas en Termitas, sección que da voz a las cineastas más inquietas del contexto estatal, y veremos un programa especial de Néstor Basterretxea.

Imagen del proyecto ‘Néstor Basterretxea y la imagen’. (Basterretxea Irurzun Familiaren adeitasunez | PUNTO DE VISTA)

‘Néstor Basterretxea y la imagen’ propone una aproximación audiovisual a través de cinco películas al artista multidisciplinar nacido en Bermeo, en 1924, y fallecido en Hondarribia hará diez años, uno de los principales renovadores de los lenguajes plásticos y visuales de la segunda mitad del siglo XX.

La proyección, organizada conjuntamente por el Festival Punto de Vista y el Museo Oteiza, revisa el imaginario plástico y visual de Basterretxea poniendo en diálogo dos piezas del artista (‘Alquézar. Retablo de Pasión’, una ahijada de la investigación folklórica de Val del Omar, rodada en 1966, y ‘Operación H’, de estética constructivista inédita en la época, de 1963) con dos cortos de principios de esta década: ‘Un retrato de N. B.’ de Peio Aguirre, sobre el archivo fotográfico original de Basterretxea, y ‘LABO’, de Jesús María Palacios, ensayo acerca de la apropiación política de la enseñanza y el arte. La sesión, muy apetitosa, será este sábado a las 11.00 en el Museo Oteiza y se enmarca dentro de las acciones integradas en el programa de su centenario.

Las tres termitas de la Zine Eskola

La escuela de arte de Donostia proyectaba el jueves el primero de tres cortometrajes que pasarán por la pantalla de Baluarte en esta decimoctava edición de Punto de Vista. En Termitas 3 veíamos ‘Elisa’, camafeo filmado de Paula González García sobre su hermana, que sufre fibrosis quística.

La cineasta se acerca a los recovecos sombríos de la convivencia con la enfermedad desde la observación y la calma, permitiendo que traspasen los ‘gestos normales’ de la rutina tanto la incomodidad por un cuerpo físicamente aparatoso como destellos de inquietud (Elisa está embarazada) y de afecto. Y de humor, qué menos. A la gravedad que nace al encuadrar la mano tendida, muerta, de la chica tumbada en la cama, aun sin subrayados efectistas, se le contrapone el espíritu y el brillo de alguien que teje ‘gorros-tetilla’ para que su bebé quede a juego cuando amamante.

En Termitas 4, hacen tándem ‘Muyurina Itzulimitzuli’ de Diana Castro Sánchez y ‘Año y vez’, de Patxi Burillo y Proyecto Landarte Urroz. En ‘Muyurina’, la cineasta registra una ceremonia íntima celebrada en el monte Ulia que teje en un mismo abrazo textos y ritos en quechua y en euskera. Por muy lejanas que sean, ambas tienen un estrecho vínculo con la naturaleza y, musitadas entre susurros, incluso suenan parecido. Sin embargo, lo que me interesa del cortometraje no es tanto la textura sonora y visual del tapiz de gestos ancestrales que la misma Diana pone en práctica, primero ensayando tímidamente y luego en rituales con pipa hasta entrada la noche.

Lo que da carácter a esta reivindicación es justamente su carácter antiestético: la excursión con amigas al monte, cercano y perfectamente localizado, o la repetición de una frase hasta dominarla. Aquí es donde la humanidad –concreta, imperfecta y presente– entra en un tejido cultural que, desde fuera, suena bien pero no nos dice nada.

Y remata la sesión ‘Año y vez’ firmada por Patxi Burillo pero de autoría colectiva e intergeneracional, dentro del proyecto de cultura contemporánea y ruralidad de Landarte en el pueblo de Urroz-Villa. La película es Burillo igual que una lechuga del campesino: el cineasta la cosecha a partir de estampas de los procesos de trabajo agrario de la zona, pero afortunadamente son las manos de quienes trabajan la lana, reparten el heno y llevan el tractor las que la ‘hacen’.

El documento es audiovisualmente muy gustoso pero de él cabe destacar, ante todo, la atención aniñada (en el mejor sentido de la palabra) que muestra hacia lo que ve. La película clava el plano en detalle sobre las aspas de una amasadora de pan o sobre la carrera mareante de un rebaño y, dejándose abstraer, consigue empaparse de las enseñanzas de los pastores, de la curiosidad de las criaturas del pueblo y del deleite por la forma fílmica, al mismo tiempo y sin jerarquías.