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Apisonadora represiva turca contra los kurdos en las elecciones locales

Turquía está llamada de nuevo hoy a las urnas, esta vez para las elecciones municipales. Una fecha importante para el movimiento kurdo, que también tiene que hacer frente a una feroz represión por parte de las autoridades turcas.

Varios jóvenes bailan durante la celebración del Newroz (Año Nuevo kurdo), el pasado 21 de marzo. (Laurent PERPIGNA IBAN)

La comunidad kurda en Turquía parece atenazada por una larga e interminable resaca desde la reelección del autocrático Recep Tayyip Erdogan hace diez meses. Ante la pesadumbre reinante, el movimiento kurdo, que había hecho del fin del reinado del presidente turco una prioridad –aunque ello supusiera unirse a una coalición considerada antinatural, dominada por el partido kemalista–, no tiene ahora otra opción: debe ponerse en marcha de nuevo para pasar esta dolorosa página.

El Partido Democrático de los Pueblos (HDP) se ha tomado con calma esta sensación de urgencia y parece haber puesto toda la carne en el asador para las elecciones municipales. Y aunque tradicionalmente suele obtener muy buenos resultados en estos comicios, sus dirigentes también son conscientes de la fragilidad del movimiento kurdo ante la apisonadora represiva del Gobierno turco.

En la última ronda de elecciones locales de 2019, 48 de los 65 municipios ganados por el Partido Democrático de los Pueblos fueron entregados unos meses después a administradores nombrados directamente por el Ejecutivo turco, y los representantes electos del HDP fueron despedidos de forma sistemática y algunos, encarcelados.

«Destrucción democrática»

En Diyarbakir se encuentra Mervan Yildiz. Este año, esta mujer kurda de inquebrantable determinación no se presentará a las elecciones y por una buena razón: elegida en 2019 alcaldesa de Ergani, en el marco del sistema paritario de representación mixta instaurado por el HDP, fue destituida por las autoridades turcas tras 11 meses en el puesto, enfrentándose a cargos tan variados como extravagantes.

Sustituida por un administrador nombrado por el Gobierno turco, puso el foco en el daño causado a su municipio y lo califica de «claro robo». «Aplicaba directamente las políticas de Erdogan y su partido, el AKP. La población local seguía recurriendo a nosotros, porque seguían considerándonos sus únicos representantes legítimos», lamenta.

Mervan Yildiz, exalcaldesa de Ergani destituida por las autoriades turcas tras su elección en 2019. (Laurent PERPIGNA IBAN)

«Esta oleada de destituciones de representantes electos es uno de los peores abusos de poder documentados recientemente en Turquía, y es aún más grave porque no ha provocado ninguna reacción entre la clase política turca. Es una verdadera política de destrucción democrática», señala, por su parte, el politólogo Hamit Bozarslan.

Para Mervan Yildiz, es obvio: el sistema de representación paritaria para hombres y mujeres introducido por el HDP «ha sido un elemento de alarma para las autoridades turcas». La abogada y activista del Movimiento de Mujeres Kurdas Rusen Seydaoglu coincide: «Este sistema copresidencial es la razón fundamental de estos despidos. El Estado-nación turco, así como el poder en su actual forma profundamente conservadora, nacionalista y sexista, no pueden aceptar este sistema, que está directamente en línea con la filosofía de la ausencia de dominación masculina».

La cárcel, «otro escenario de lucha»

Con más del 62% de los votos –casi 500.000–, Adnan Selcuk Mizrakli fue elegido para gobernar Diyarbakir en el año 2019. También él sería destituido unos meses después y enviado a prisión, oficialmente por haber asistido hace varios años a los funerales de presuntos miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

En correspondencia escrita clandestina con NAIZ, el exalcalde, que comparte celda con el líder del HDP, Selahattin Demirtas, recuerda: «Al día siguiente de las elecciones, incluso antes de recibir el certificado de registro, el gobernador de Diyarbakir escribió una carta al Ministerio de Interior pidiéndole que nombrara a un administrador para sustituirme. En otras palabras, incluso antes de ser elegido, mi destino estaba decidido, el proceso ya había comenzado».

Condenado a 9 años de cárcel, Adnan Selcuk Mizrakli lamenta que «los mecanismos judiciales hayan quedado bajo el control del poder político». «Tal actitud hacia los representantes electos es, por su propia naturaleza, ilegal. Pero en Turquía, la ilegalidad sigue siendo una realidad tristemente común cuando se trata de los kurdos y de sus derechos», añade

También Mervan Yildiz espera ser encarcelada en cualquier momento. «Pero en la cárcel también hay espacio para la lucha, pueden intentar quitárnoslo todo, pero seguiremos luchando», asegura.

Estas palabras se hacen eco de las de Adnan Selcuk Mizrakli: «El régimen planeó neutralizarnos capturándonos. Transformamos este proceso en un grito silencioso, en resistencia. Este proceso, en el que palabras, frases y sonidos fueron valorados como el mismo oro, frustró los planes del régimen», explica el exalcalde desde su celda.

Entonces, ¿qué podemos esperar de las elecciones de hoy? Serra Bucak, candidata en Diyarbakir, es optimista: «No creo que vuelvan a destituir a los representantes electos. Esta estrategia no funciona, y nos enfrentamos a crisis económicas, sociales y políticas. Si nos destituyeran, las autoridades paralizarían la región. Y lo que queremos es explicar y reparar el daño que han hecho en los últimos años».

 

«El Hüda Par intenta islamizar a la sociedad kurda»

Es como un «alien» que, claramente, intenta introducirse como sea en la sociedad kurda. Desde su creación en 2012, el Hüda Par, partido islamista con sede en el sureste de Turquía, se ha hecho un hueco en el panorama político a pesar de unos resultados electorales casi insignificantes.

Banderas del Hüda Par, junto a una mezquita en Diyarbakir. (Laurent PERPIGNA IBAN)

Si el partido despierta iras y miedos no es solo porque se alió el pasado año con la coalición presidencial liderada por Recep Tayyip Erdogan, sino más bien porque reabre heridas no cicatrizadas, las que dejó el Hezbolá turco, una organización paramilitar que libró una guerra sucia contra los simpatizantes del PKK en los años noventa.

Este grupo clandestino, que mantenía estrechos vínculos con el Gobierno turco, puso en práctica una estrategia contrarrevolucionaria, llevando a cabo secuestros, torturas y ejecuciones de activistas kurdos próximos al PKK. Según Human Rights Watch, el grupo causó más de mil muertes entre 1992 y 1995.

Señalado por la Justicia a principios de la década de 2000 tras llevar a cabo acciones contra empresarios turcos y miembros de las fuerzas de seguridad, Hezbolá dejó poco a poco de ser noticia. Sin embargo, detrás de Hüda Par, muchos kurdos siguen viendo la sombra de la organización paramilitar. «No debemos olvidar que Hüda Par se creó inmediatamente después de que se liberara a una oleada de miembros de Hezbolá, por lo que en cierto modo es su relevo político», afirma un investigador turco que pidió el anonimato.

El exministro de Interior Sadettin Tantan, que desempeñó un papel importante para poner fuera del panorama a la organización a principios de la década de 2000, también ha expresado públicamente su indignación.

«Por supuesto, existe una relación entre Hüda Par y Hezbolá. No hace falta enumerar los nombres uno por uno. Nos encontramos en un periodo en el que una manada de asesinos se ha convertido en un partido político», declaró al medio de comunicación turco en línea ‘Diken’.

El politólogo Hamit Bozarslan explica: «El exministro de Interior Soleyman Soylu dejó claro que integrar a Hüda Par en la coalición presidencial era un objetivo de Estado. Hay una clara voluntad de islamizar a la sociedad kurda para romper la hegemonía de la izquierda revolucionaria y progresista».

Un académico, que también pidió el anonimato por motivos de seguridad, va más allá: «Es una islamización desde arriba y desde abajo, utilizando diversas palancas como la educación religiosa, que se está expandiendo rápidamente dentro del sistema educativo. Hüda Par juega tanto la carta kurda como la religiosa, en nombre del Gobierno turco».

Hamit Bozarslan advierte de que «aunque su peso electoral es muy limitado, su capacidad para utilizar la violencia es enorme. Este grupo, al igual que otros como los Lobos Grises, se despliega ahora en el corazón del sistema coercitivo, y bien podría algún día utilizar la violencia de forma autónoma».