El 21A de Sánchez: tres noticias buenas, una mala y otra regular
¿Cómo influye el resultado del 21A en la gobernabilidad estatal? La precariedad de la mayoría de Pedro Sánchez hace que cualquier factor externo pueda provocar un desequilibrio letal, pero este no será el caso. La mayor parte de las conclusiones le favorecen. Catalunya será otro cantar.
El presidente español, Pedro Sánchez, seguro que no se acostó el domingo tan contento como EH Bildu ni tan aliviado como el PNV, pero probablemente sí algo más cómodo en su sede de la Moncloa.
A decir verdad, desde Madrid se ha prestado estas últimas tres semanas casi tanta atención a las catalanas del próximo 12 de mayo como a las elecciones al Parlamento de Gasteiz, pese a ser esta la cita política inminente. Y tiene su lógica, porque en las del 12M la mayoría de Pedro Sánchez se enfrentará a lo que Andoni Ortuzar ha definido como «mayor oleaje» dadas las dos pugnas cruzadas: una del PSC contra las dos fuerzas independentistas, y otra interna entre ERC y Junts, a menudo tan cruenta que salpica hasta Madrid.
Con todo, también el 21A conllevaba sus riesgos para la llamada mayoría de investidura según los resultados que se produjeran, por lo que cabe concluir que la fórmula de Pedro Sánchez ha salido entre bien y muy bien parada.
Antes incluso de la jornada de votación, Sánchez ya tenía una primera buena noticia en Euskal Herria: la cuestión de la implicación en la gobernabilidad estatal no ha sido motivo de disputa entre PNV y EH Bildu. Por razones distintas, ambas fuerzas tienen clara esa apuesta. El asunto no ha generado rencillas más allá de algo menor: que Imanol Pradales reprochara al independentismo de izquierdas que no apoye los presupuestos de Lakua y sí los de Madrid. Nada que ver con la lucha a veces cainita entre ERC y Junts, que sí genera diferenciaciones constantes como las que pusieron en el alambre la Ley de Amnistía.
La estrategia en el marco estatal estaba al margen del resultado del domingo, especialmente por lo que respecta a EH Bildu. Lo confirmó este martes en Euskadi Irratia Arnaldo Otegi, cuando se le preguntó por las alusiones de Pablo Iglesias en Bilbo a que quizás Pedro Sánchez aceptaría un gobierno de izquierdas en Lakua para mantenerse él en la Moncloa: «Nosotros no actuamos así», respondió Otegi.
La noche electoral vasca le trajo al presidente español otras dos buenas noticias, una indirecta y otra directa. La primera es que ninguno de sus dos socios abertzales sufrió un descalabro que le pudiera pasar factura en el Congreso: EH Bildu salió muy reforzado y el PNV evitó la temida derrota. Aunque el PSOE nunca vaya a salir a saludar resultados de EH Bildu, su fortalecimiento no le viene mal ante embestidas como las de Miguel Tellado (PP) en el pleno de control del miércoles: «Ustedes [el PSOE] se han quitado la careta, y EH Bildu, el pasamontañas».
Aunque los números en Madrid sean los mismos el 22 de abril que el 20, para un mandatario siempre es mejor que los electores avalen a sus socios a que los desautoricen. Y puestos a hacer números, la suma tejida por Pedro Sánchez en Madrid tiene un apoyo incontestable en su traslación al Parlamento de Gasteiz: su partido y sus socios suman 67 de 75 parlamentarios, más que en ningún otro sitio, Catalunya incluida (allí reúne a 106 sobre 135).
Los socios de Sánchez en Madrid suman 67 de 75 parlamentarios en Gasteiz, más que en ningún otro sitio. Y el PSE ha roto la secuencia de batacazos autonómicos que empezó en Andalucía en 2022
Lo ha esgrimido el propio Sánchez este miércoles ante el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo: «Nueve de cada diez votos el pasado domingo en Euskadi fueron a partidos políticos que apoyaron esta investidura, a este Gobierno y las políticas que estamos desplegando durante estos meses de legislatura. Nueve de cada diez. Ese es el resultado de la política de confrontación, de desinformación y de bulos que ustedes están practicando. Les ganamos nueve a uno».
En cuanto a la alegría directa para el presidente español, tiene que ver con el resultado del PSE. Sin llegar al apelativo de «extraordinario» que le dio Eneko Andueza, sí es medio punto mejor que el de 2020. Y sobre todo, visto desde Madrid, rompe la secuencia de batacazos autonómicos del partido, primero en Andalucía en 2022 (su peor resultado histórico); luego en la mayor parte de comunidades en 2023 (perdió el País Valencià, Aragón, Balears, Canarias...); y después en Galicia el pasado febrero (cayó al 14% de votos). Si en Catalunya Salvador Illa también lograra un buen resultado encadenado al de Andueza, Sánchez podrá incluso hablar de remontada.
La mala nueva para el tándem de Gobierno estatal, quizás no a corto plazo, pero sí a medio-largo, es el nuevo descalabro de Sumar, o mejor dicho, del espacio de izquierda confederal en su conjunto. La apuesta de sustitución de Podemos por la fuerza de Yolanda Díaz se confirma en Euskal Herria como un fracaso de dimensiones casi equiparables a las de Galicia, donde la lucha fratricida desembocó en cero escaños. En Gasteiz queda uno, y quizás de difícil digestión, porque Jon Hernández pertenece a IU, que se declara cada día más incómoda en Sumar.
El shock queda en evidencia en el silencio de Yolanda Díaz sobre el resultado en la CAV y también en el de Miren Gorrotxategi, la candidata de Elkarrekin Podemos. Lo que no mejora acaba empeorando, y por ese tobogán sigue cayendo este espacio, habrá que ver si con repercusiones negativas futuras para el Ejecutivo español.
Hay otro elemento que por el momento resulta difícil de calibrar; la noticia regular para Sánchez. Se trata del cambio de inquilino en Ajuria Enea. Su interlocutor a partir de ahora será Imanol Pradales. En estos cuatro últimos años el lehendakari no ha sido precisamente un hueso duro para el mandatario de la Moncloa, como tampoco lo fue en los siete anteriores para Mariano Rajoy.
La noticia regular para Sánchez es que desaparece de escena Urkullu, que no ha sido precisamente un hueso duro para la Moncloa más allá de quejas menores sobre la «cogobernanza»
Lo más lejos que llegó Iñigo Urkullu con Sánchez fue a criticar el modelo de «cogobernanza», especialmente en pandemia. Antes, a Rajoy le echó una mano para apagar el incendio catalán en la jornada clave de la declaración o no de la República catalana. Los recursos de Rajoy al Constitucional torpedearon el autogobierno y luego Sánchez ha jugado a su antojo con los calendarios pactados de competencias, sin que Urkullu se mostrara capaz de enfrentar esos ataques, al tiempo que el nuevo estatus se quedaba en un cajón.
Aunque la continuidad del pacto PNV-PSE pueda tranquilizar al presidente español sobre las intenciones jeltzales, la llegada de un nuevo lehendakari, y más aún de uno virgen en el nivel de la alta política, siempre levanta incertidumbres.