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El divorcio y la Lazio: medio siglo de un día que cambió a Italia

El 12 de mayo de 1974, en unas pocas horas el divorcio fue aprobado en Italia vía referéndum y la Lazio ganó su primera liga. Dos hechos que quedaron unidos a modo de inicio simbólico de otra época.

Cartel por el No, es decir por mantener la ley de divorcio de 1970, ante el referéndum de 1974. (Wikimedia Commons)

Lo sagrado y lo profano se mezclan a menudo en Italia provocando efectos casi distópicos, del tipo «¡venga, no puede ser!». Hay momentos donde las paradojas se subliman y crean historias de película. Esta sería neorrealista.

El 12 de mayo de 1974, es decir hace medio siglo, Italia se fue a dormir vieja y se despertó moderna. La ciudadanía dio un paso de gigante hacia los derechos sociales y al mismo tiempo el deporte regaló un resultado realmente único.

¿Qué tienen en común la ley para el divorcio y un excéntrico equipo de fútbol? Vamos a verlo...

Primera parte: La Ley Fortuna-Baslini

No es culpa de Italia que su capital sea Roma, representante al mismo tiempo de la cristianidad y de las instituciones del Belpaese. La ecuación es simple: Roma = Catolicismo = Papa, y no importa que legalmente el Vaticano sea un Estado ajeno a la República italiana, porque la influencia religiosa en las costumbres de la sociedad transalpina siempre ha sido enorme.

Mientras la sociedad cambiaba, a la Iglesia no le quedaba otra que remar en sentido opuesto. De hecho tenía en el Parlamento una representancia garantizada por parte de la Democrazia Cristiana, la ‘Ballena Blanca’, símbolo del poder, arbitro y juez de cada gobierno de la segunda posguerra. Pero una cosa es formar un ejecutivo, y otra más difícil, parar una ola que viene desde fuera.

Los más ricos iban al instituto de la Sacra Rota con un pastizal y extinguían el matrimonio. En tal contradicción estaba hasta el líder posfascista Giorgio Almirante

 

Tuvieron que pasar casi 30 años para llegar a una ley que legalizase el divorcio. Antes, lo sabemos gracias a historias como la de Franca Viola, existían instrumentos como las «bodas reparatorias» en caso de embarazos fuera del matrimonio. Una pareja no se podía romper legalmente e incluso estaba permitido el llamado «delito de honor». Los más ricos, ellos sí, iban al instituto de la Sacra Rota con un pastizal, o hasta Rumanía, y así extinguían el matrimonio.

Por los demás había que aguantar. Hasta que llegó, tras un larguísimo proceso, la ley Fortuna-Baslini, que como la mayoría de las leyes en Italia llevaba el nombre de los parlamentarios (dos hombres en este caso) que habían «tenido la idea». Desde 1970 la ley era realidad, pero la oposición también seguía trabajando en contra.

Los rivales: los Radicales y Amintore Fanfani

El mundo estaba cambiando, ya 1968 había pasado factura: sexo libre, la «imaginación al poder» y la juventud tomando las riendas de la sociedad...

Pero Italia, como siempre, iba a su bola. Políticamente hacía palanca contra el cambio con las decisiones de la Democrazia Cristiana, en aquel momento el partido más poderoso en el Parlamento con su casi 40% de votos logrados en las elecciones justamente de 1968.

¿Cómo fue posible aprobar una ley tan revolucionaria en un país tan conservador? Simplemente porque todos los partidos menos la DC hicieron «piña», incluso los que no estaban ni en la Cámara de los Diputados ni en el Senado. Por ejemplo, el más activo en aquellas luchas por los derechos sociales, el Partido Radical.

Todos en contra de la ‘Ballena Blanca’, empezando por aquellos radicales cuyos líderes parecían quijotescos. El más destacado, Marco Pannella, todo un volcán de ideas y de iniciativas, a favor del divorcio, del aborto, de la legalización de las drogas, y siempre remando a contracorriente, con sus huelgas de hambre transformadas en eventos («Bebo el fruto de mi cuerpo», afirmó una vez en directo ingiriendo un vaso de –supuestamente– su orina). Pannella ha devorado en medio siglo a decenas de posibles herederos pero muchos políticos de hoy día se declaran todavía simpatizantes del Partido Radical.

Panella, líder del Partido Radical, en la campaña. (Wikimedia Commons)

La campaña en contra de aquella ley Fortuna-Baslini ya aprobada la empezó la Democrazia Cristiana, recogiendo las firmas ciudadanas suficientes para organizar un referéndum que pudiese cancelar la norma. En cabeza, uno de los máximos representantes históricos de esta formación: Amintore Fanfani.

Ya dos veces primer ministro, en aquel partido que era un Estado dentro del Estado, con sus corrientes de poder, Fanfani ocupaba lo que podría definirse como el centro-izquierda. Fue suya la idea de poner como primer artículo de la Constitución Repúblicana esta frase: «Italia es una República Democrática basada en el trabajo».

Anticomunista a todas luces, mantenía un estilo de vida muy religioso, casi místico: siete hijos a los que leía la biblia en vez de cuentos, la pintura como hobby... Fanfani fue el hombre que impulsó la construcción de casi 300.000 pisos de protección oficial en la segunda posguerra y el nacimiento de la televisión pública RAI, sabiendo que con ello condicionaría el panorama político.

Desafortunadamente para Fanfani, sus peores enemigos estaban dentro de su partido. Eran los mismos que en 1971, cuando parecía preparada la alfombra roja para que fuese elegido presidente de la República, le hicieron la cama. En la Democrazia Cristiana no eran pocos los que odiaban a aquel «enano maldito» (medía 1.63).

El sur, firme contra el divorcio

Fanfani, que en privado no tenía el total apoyo del Vaticano, decidió elegir como aliado a alguien poco favorable ante la opinión pública: los post-fascistas del Movimiento Social Italiano, la «llama tricolor» que hoy en día destaca también en el símbolo de Fratelli d'Italia, el partido de Giorgia Meloni.

Giorgio Almirante, secretario del MSI, estaba oficialmente en contra del divorcio como hombre de extrema derecha, pero ya se había divorciado de su primera mujer y casado con otra. Una avalancha de contradicciones...

Era realmente llamativo ver las portadas de los periodicos aquel domingo 12 de mayo: ‘Il Messaggero’ de Roma puso en portada un enorme ‘No’, subrayando que la lucha era contra los «clérigo-fascistas».

El 90% de la ciudadanía acudió a votar en el que era el primer referéndum en la historia de Italia. El país quedó partido: en todo el sur menos Sicilia ganó el Sí

 

Finalmente triunfó ese no con un rotundo 59%, de modo que la ley se mantuvo. El 90% de los ciudadanos acudió a votar en el que era el primer referendum en la historia de Italia. Curiosamente en todo el sur menos Sicilia ganó el Sí: zonas donde la Democrazia Cristiana era muy fuerte en apoyos y donde la sociedad no era exactamente un ejemplo de modernidad. También en el Veneto, conservador y católico, y en el Trentino-Alto Adige, aunque por poco, los electores rechazaron la ley.

Italia quedó, como casi siempre, partida en dos, pero supo dar un paso de gigante hacia los derechos sociales. Lo que se guardará para siempre de aquel día sería la caricatura de Fanfani arrojado por los aires al descorcharse una botella de cava con la inscripción ‘No’.



Segunda parte: La Lazio «canalla»

Aquel domingo 12 de mayo, sin embargo, otra parte de Italia tenía algo histórico que celebrar. Eran los hinchas de la Lazio, equipo de fútbol de Roma, que gracias al 1-0 contra el Foggia en el estadio Olímpico de la capital conseguía ganar su primer scudetto.

No fue algo demasiado sorprendente pese a que apenas en 1972 los biancocelesti se encontraban en Segunda División. El ascenso del equipo había sido vertiginoso, un cohete que había reventado las jerarquías y que ya en 1973 había rozado la victoria en la Serie A, acabando finalmente tercero.

Era un equipo único, seguramente entre los tres más «literarios» de la historia junto al Cagliari de Gigi Riva y al Grande Torino de la segunda posguerra, muerto en el accidente de avión en la colina de Superga hace ahora 75 años. Las razones, además de ser el primer scudetto para la Lazio: la composición de la plantilla, la situación de Italia en 1974 (incluida esa ley del divorcio) y las secuelas trágicas del titulo. Entre los mejores libros nunca escritos sobre este tema, mezclando fútbol y sociedad, figura ‘Le canaglie’ (‘Las canallas’) de Angelo Carotenuto, de la redacción deportiva del periódico ‘La Repubblica’.

Había dos vestuarios distintos para los dos clanes de la plantilla del Lazio, que no se aguantaban por varias razones, incluidas las políticas

 

Empecemos por el detalle más absurdo. Dentro de un equipo no todos se llevan bien con todos pero se suele priorizar el bien común, pero en aquella Lazio ese concepto se había evaporado directamente. De hecho había dos vestuarios distintos para los dos clanes que formaban la plantilla. No se trataba de titulares contra reservas, sino de dos grupos que no se aguantaban entre ellos por varias razones, incluidas las políticas.

La plantilla de la Lazio 1973-74. (Wikimedia Commons)

Cada uno de estos grupos se cambiaba en un vestuario distinto, se entrenaban juntos y los partidos 7 contra 7 de calentamiento acababan regularmente en tanganas. De todas formas, el domingo todos eran amigos o al menos compañeros.

Líderes y pistolas

Los jefes de estos «equipos dentro del equipo» eran por un lado Giorgio Chinaglia y Giuseppe ‘Pino’ Wilson, y por el otro, Luigi Martini y Luciano Re Cecconi.

Empecemos por Chinaglia, personaje totalmente exagerado, «larger than life», y aquí el ingés no es casual: nacido en Carrara, la ciudad del mármol, con pocos años se fue a Gales con su familia por cuestiones de trabajo y cuando volvió a Italia adolescente apenas hablaba el idioma de Dante. En Cardiff aprendió sobre todo el rugby, la verdadera religión de allí, y aplicó al fútbol un estilo casi todo físico; la Lazio fue a por él cuando jugaba en la tercera división con el Internapoli, el segundo equipo de Nápoles, junto con Giuseppe Wilson, por aquel entonces ya su colega.

Giorgio Chinaglia, en aquella temporada histórica. (Wikimedia Commons)

Si Chinaglia se podía considerar galés adoptado, ‘Pino’ había realmente nacido en Inglaterra: su padre era un exmilitar británico que durante la Segunda Guerra Mundial había estado en Nápoles y se había llevado a su mujer (napolitana) hasta el Yorkshire. El delantero centro Chinaglia, ‘Long John’ como el pirata de ‘La isla del tesoro’, era el «capo» absoluto del vestuario de la Lazio y a su lado tenía a Pino Wilson, el capitán y líbero, apodado ‘El padrino’.

¿Quién podía enfrentarse a estos dos? Pues otros dos líderes de gran personalidad, en este caso el lateral izquierdo y uno de los interiores: Luigi Martini y Luciano Re Cecconi. Casi dos hermanos, que iban juntos a saltar en paracaídas en el tiempo libre: probablemente una manera de salirse del guión «responsable» que encarnaban en el campo y en el entrenamiento.

Especialmente Re Cecconi. Con su pelo rubio, casi albino, y su tranquilidad, era la referencia en el césped del verdadero secreto de aquel equipo, el entrenador Tommaso Maestrelli, única persona capaz de juntar en un objetivo común a un grupo partido en átomos.

La pasión por las armas caracterizaba a aquellos jugadores, que disparaban igual a los árboles que a las bombillas cuando no tenían ganas de levantarse a apagar la luz

 

Un grupo, además, en que uno de los pocos puntos en común era la pasión por las armas. Las utilizaban en las concentraciónes antes de los partidos como pasatiempo, disparando por igual a los árboles o a las bombillas de las habitaciones cuando no tenían ganas de levantarse a apagar la luz.

Se cuenta que antes de un derbi contra la Roma, cuando los hinchas rivales estaban haciendo ruido por la noche debajo del hotel donde se encontraba la Lazio, salió a la ventana el defensa Sergio Petrelli y apagó con una ráfaga de balas las farolas, dispersando a los tifosi.

Cabe recordar que en aquella década en Italia la gente aún se mataba a tiros por la calle, entre fascistas y comunistas, y que las Brigadas Rojas atentaban a tope. Así que a Chinaglia no le importaba, cuando iba de fiesta en las noches romanas, llevar debajo de su chaqueta depiel de reno una Magnum, mientras conducía a toda pastilla su descapotable;. Quizás secuchando la canción compuesta por él mismo, que tenía un título inequívoco, por supuesto en inglés, ‘Football crazy’.

La mayoría de los jugadores de la plantilla de la Lazio era de derechas, incluso extrema derecha. Después de su carrera futbolistica, Martini acabaría siendo en primer lugar piloto de avión y luego diputado de Alleanza Nazionale, partido post-fascista. En el referéndum muchos de ellos votaron Sí, a favor de revocar la ley.

Un legado melancólico

No tuvieron la misma suerte, y aquí llega la parte melancólica de nuestra historia, otros miembros de aquella plantilla, empezando por el entrenador Maestrelli, fallecido de cáncer solamente dos años después del título.

En 1977 un absurdo accidente condenó a una muerte sin sentido a Luciano Re Cecconi, que por una ironía del destino murió en una joyería por un disparo del propietario. Nunca se ha entendido la razón de lo que fue sin duda un homicidio, aunque involuntario: muchos han apuntado que un Re Cecconi vacilón simuló un atraco y acabó ejecutado.

Bastante joven también murió Mario Frustalupi, el volante del equipo, fallecido en un accidente en coche con 47 años en 1990. El último en fallecer ha sido Vincenzo D'Amico, jovencísimo enganche titular en 1974, víctima de un cáncer.

Chinaglia, tras haberse largado en el medio de la temporada 1975-76 a Estados Unídos, donde se casó con la hija de una estrella del hockey hielo, intentó varias veces convertirse en presidente de la Lazio. Acabó encarcelado por conexiones poco claras con gente que quería blanquear dinero y murió en EE.UU. en 2012.

Así era aquella Lazio, a pesar de todo inolvidable en un periodo decisivo para Italia.