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Entrevue
Murat Kalmaz
Copresidente del partido prokurdo DEM en Estambul

«Pese a la represión, el pueblo kurdo salió victorioso en las últimas elecciones»

El Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM) se distingue por su sistema de copresidencia, con un presidente y una presidenta al frente. NAIZ conversa con Murat Kalmaz sobre el panorama electoral en Turquía, la situación geopolítica en Kurdistán y el estado de Abdullah Öcalan.

Murat Kalmaz. (@ibaiazparren)

En la sede del DEM, ubicada en la parte asiática de Estambul, se respira un ambiente de actividad constante. Los pasillos son testigo de discusiones enérgicas, y el continuo vaivén de bandejas de té da cuenta de la prolongada duración de las reuniones. No es un año cualquiera para la principal formación prokurda de Turquía, que es parte de una alianza con la tercera mayor representación parlamentaria.

En las elecciones municipales de marzo, en las que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), formación del presidente Recep Tayyip Erdogan, sufrió un considerable batacazo frente al opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP), el DEM ganó en las capitales de diez provincias del país –dos más que en los comicios locales de 2019–. No obstante, los avances electorales se han visto opacados por la represión del Gobierno turco, señala a GARA Murat Kalmaz, copresidente del partido en Estambul junto a Gonca Yangöz.

Ataviado con una camisa blanca y traje negro, Kalmaz forma parte de la nueva hornada de dirigentes del DEM, considerando que diputados y otros cargos electos que formaban parte la cúpula del partido siguen en prisión. «Hemos tenido a más de 20.000 militantes en la cárcel, y calculamos que se han producido más de un millón de detenciones en los últimos diez años», afirma. El DEM, heredero del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), ha cambiado de nombre en dos ocasiones con el fin de mantener su presencia en el Parlamento, a raíz de la persecución judicial que lo vincula con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). «Los partidos anteriores estaban triunfando y ni Erdogan ni el AKP quieren a los kurdos, no quieren que existamos; necesitan prohibirlos para que pierdan fuerza», afirma.

La represión se extiende desde la base hasta la cúpula del partido, comenta Kalmaz. En los últimos años, el Gobierno turco ha intervenido varias alcaldías del HDP, arrestando a sus alcaldes y reemplazándolos con fideicomisarios designados por Ankara. «La situación es diferente en Turquía y Kurdistán. En la parte kurda, han puesto a todos los líderes en la cárcel, han mandado constantemente a la policía. Ha habido ataques, masacres contra los kurdos, pero la voluntad del pueblo ha hecho posible una victoria en estas elecciones», apostilla.

Tras los comicios municipales en la ciudad de Van, situada en el Kurdistán norte, las autoridades denegaron la alcaldía al DEM y se la otorgaron al candidato de Erdogan pese a obtener 28 puntos menos que su rival. «Por cada mil personas que iban a votar, el Gobierno mandó también a miles de policías. No aceptaron el resultado, pero tras las constantes movilizaciones que se extendieron a varias provincias y principales ciudades, logramos mantener la alcaldía», subraya Kalmaz.
 
Alianzas contra Erdogan

A lo largo de sus más de 20 años en el poder, el AKP ha dejado una profunda huella en la política, la economía y la sociedad turca. Sin embargo, el fortalecimiento del carácter nacionalista y religioso de la élite gobernante ha dado lugar a un bloque opositor liderado por el CHP, de orientación kemalista, que aboga por poner fin al aumento de los poderes ejecutivos del presidente, así como a la expansión de sus competencias legislativas y su influencia sobre el poder judicial.

Kemal Kilidaroglu se presentó en las presidenciales de 2023 como el candidato de unidad respaldado por seis partidos opositores, una coalición considerada antinatural. El entonces HDP anunció que no presentaría candidato, lo que fue visto como un respaldo tácito al CHP, de carácter nacionalista y centralista.

Pese a las grandes diferencias ideológicas, Kalmaz señala que «las alianzas son necesarias para terminar con la hegemonía de Erdogan». Pese a la derrota en las presidenciales, «ha seguido habiendo un acercamiento por posturas estratégicas, y el CHP ha mejorado su propuesta respecto a la cuestión kurda», agrega. Entre las promesas de Kilidaroglu se encontraba la liberación de Selahattin Demirtas, líder del HDP, quien fue encarcelado en 2016. A pesar de las demandas del Tribunal de Estrasburgo para su liberación, el Gobierno se ha negado a ponerlo en libertad, acusándolo de tener vínculos con el PKK.

Preguntado por el descalabro electoral del AKP, el copresidente del DEM en Estambul señala tres aspectos clave: «En primer lugar, su autoritarismo; en segundo lugar, su visión de guerra y su posición respecto a la cuestión kurda; y por último, la economía». Así, indica que «la inflación es asfixiante, los trabajadores cobran poco y sus vidas han empeorado notablemente». «Erdogan prometió soluciones durante la campaña electoral para las presidenciales, pero tras su victoria sigue sin hacer nada y la gente se ha desilusionado y votado a la oposición», argumenta.

No obstante, Kalmaz apostilla que los partidos opositores también han contribuido a este logro. En relación con el DEM, enfatiza que su base de votantes va más allá de las comunidades kurdas, que representan aproximadamente el 20% de la población total del país. «Hemos logrado unir el voto de la izquierda, de aquellos que están marginados en la sociedad, incluyendo a las mujeres y a los colectivos LGTBI», indica.

Kurdistán sur y Rojava

La realización de esta entrevista coincidió con la visita de Erdogan a Irak, la primera del presidente turco a este país en más de doce años. Tras aterrizar en Bagdad, Erdogan se trasladó a Erbil, capital del Kurdistán sur, donde Akara mantiene desde hace años una presencia militar y donde el PKK tiene sus cuarteles centrales, algo que ha elevado las tensiones entre ambos países debido a los recurrentes bombardeos turcos contra posiciones de la guerrilla kurda. Erdogan adelantó que su viaje al país vecino servirá para coordinar mejor el combate contra el PKK mediante una campaña militar masiva.

En este sentido, el presidente turco se reunió con el presidente de la Administración Regional Kurda de Irak Nechirvan Barzani, quien ha señalado en reiteradas ocasiones que el PKK es un verdadero «quebradero de cabeza» para ellos y la administración de Bagdad. «Erdogan quiere acabar con el PKK en el Kurdistán sur y el Gobierno regional de Barzani está dispuesto a ello. Tiene una muy buena relación con Turquía», expresa Kalmaz, para a continuación subrayar la «influencia del PKK y su mirada revolucionaria es manifiesta en el Kurdistán sirio, iraní y turco, pero no en Irak. Llevan entre 20 y 30 años luchando contra el PKK, así que los movimientos de Erdogan no son una novedad».

Con la atención internacional centrada en la masacre de Gaza, Turquía aprovecha para bombardear infraestructuras en el noreste sirio, cebándose sobre su población civil. Así, Kalmaz señala que los y las kurdas de Rojava «sufren bombardeos constantes sobre las instalaciones de electricidad, gas y petróleo, hace la guerra a través del agua y está destruyendo lo que es la vida en la sociedad».

Según Kalmaz, la difícil situación que enfrentan los pueblos del norte y este de Siria revela la falta de atención de la comunidad internacional. «En Rojava, se está llevando a cabo una revolución democrática que defiende a los pueblos y a las mujeres, y Turquía está tratando de impedirlo», afirma.

Abdullah Öcalan

El 15 de febrero de 1999, el líder kurdo Abdullah Öcalan fue detenido en Kenia por el Servicio de Inteligencia turco (MIT) para ser juzgado. Primero, Öcalan fue condenado a muerte, pero luego fue sustituido por cadena perpetua. Desde entonces ha permanecido en régimen de aislamiento, con fuertes restricciones también para su familia y sus abogados. Öcalan fue arrestado por su militancia en el PKK, acusado de «terrorismo» y «separatismo».

A 25 años de su detención, Kalmaz confirma que «desde hace tres años no se sabe absolutamente nada de él», e incluso a sus abogados y familiares se les ha negado cualquier contacto. Sigue recluido en la prisión de Imrali, una instalación penitenciaria de máxima seguridad situada frente a la costa turca en el mar de Mármara. Esta cárcel fue construida en febrero de 1999 específicamente para el líder kurdo, operando bajo un estatus especial con prácticas propias que anulan las leyes turcas e internacionales. La ONU ha reconocido que la situación en Imrali constituye un abuso del derecho internacional.

Para Kalmaz, el líder kurdo sigue recluido en régimen de aislamiento «porque todos los kurdos siguieron sus ideas democráticas de libertad. Hasta que no lo liberen, no va a haber solución kurda», sentencia.