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Entrevue
Teresa Moure
Escritora, ensayista y lingüista

«No debo fidelidades a un sistema cultural gallego que me censura»

La lista de lo publicado por esta mujer –novelas, ensayos, dramaturgia...– impresiona por lo extenso, también las cuestiones que ha tratado: edadismo, ecolingüística... Pero, sobre todo, Teresa Moure (Monforte de Lemos, 1969) es una creadora de personajes: cada uno merecería una novela propia.

Teresa Moure, con su novela publicada por la editorial Txalaparta. (Iñigo URIZ)

Melena rizada desplegada, liando un cigarrillo –confiesa que empezó a fumar tarde; siempre a contracorriente–, me espera sentada en una terraza frente al Teatro Arriaga, en una parada camino a Iruñea, para presentar en la librería de Txalaparta ‘Tirando del hilo’, su última novela, publicada por la editorial de Tafalla. Es Teresa Moure, profesora titular de Lingüística General en la Universidad de Santiago de Compostela, y una escritora cuyas obras, escritas originalmente en gallego, han sido traducidas a diversos idiomas y han obtenido un importante reconocimiento de crítica y público.

Con ‘Tirar del hilo’ da un salto de rebeldía absoluta y traslada su ‘mundo Moure’ a otro idioma y otras fronteras. En sus páginas, con esa escritura tan real y a la vez mágica –qué bien escribe esta mujer–, desfila un mundo de mujeres poderosas y una cosmología muy gallega, de esa que te hace soltar la carcajada pese a lo dramático del momento.

Y tirando del hilo, Teresa Moure ha llegado a romper los hilos con una cultura oficial que le impide publicar en gallego-portugués, como a muchos otros escritores que reivindican su nexo de unión con la cultura portuguesa, por una visión oficialista –y política– del idioma.

Me ha sorprendido que esta sea su primera novela escrita en castellano. Yo venía preparada para hablar de literatura en galego, por su larga trayectoria, pero ¿qué hay detrás de este cambio de idioma?

Es necesario hablar de lengua, en mi caso. Soy una escritora comprometida con mi país y con mi cultura y soy lingüista profesional, así que sí que creo que cada lengua trae una visión determinada del mundo. Porque quiero contribuir a un país libre, siempre he escrito creación en galego; otras veces se ha traducido al español y esta es la primera vez que hago creación en español directamente. Forma parte de un proceso, porque hace 20 años que empecé a publicar literatura. Durante 10 años escribí en el gallego que se llama oficial, aunque esa denominación no es correcta, porque en el Estado español no se legisla sobre normativas ortográficas. Digamos que al comienzo de lo que se llama Transición, cuando las otras lenguas entran en el sistema escolar, en Galicia hay un problema de cómo vamos a escribir. Entonces los ‘popes’ deciden  que, ya que el gallego está poco apreciado por la población, porque tradicionalmente ha sido más rural, es mejor que esté muy apegado al español.

«Cuando decidí no escribir en gallego normativo, las editoriales me negaron la entrada. El hecho es poco conocido fuera de Galicia»


¿Fue una decisión de la Academia de la Lengua Gallega?

De figuras importantes de la cultura. Estoy hablando de figuras de la política, figuras de la cultura que pueden estar en la Academia... estamos hablando de los años 80. Durante todo este tiempo ha habido otro movimiento, que se llama reintegracionismo [corriente lingüística, cultural y social, muy activa en la actualidad cultural gallega, que sostiene que el gallego y el portugués forman parte del mismo sistema lingüístico y que critican la normativa oficial vigente en Galicia, las NOMIGa (Normas Ortográficas e Morfolóxicas do Idioma Galego), elaboradas por la Real Academia Galega (RAG) y por el Instituto da Lingua Galega (ILG)].

El reintegracionismo clásicamente ha estado vinculado a galleguistas históricos y también al que creció en la calle, el de los centros sociales. Ese movimiento reintegracionista dice: el gallego y el portugués son la misma lengua, entonces, vamos a escribir en el patrón portugués, que nos va a permitir internacionalizar nuestros productos sin pasar por el español. Cuando empecé a publicar, yo no pertenecía a los medios literarios. Me presenté a premios y gané bastantes. Para eso hay que presentarse en el gallego llamado oficial, y así lo hice y durante diez años, de 2004 a 2013, cuando publiqué siempre en ese galego.

Pero, en 2013, decidí dar un paso: me parecía que, con mi formación de lingüista, no era adecuado estar haciendo esa concesión. Esto crea un conflicto, porque hay otros escritores que están escribiendo en modo reintegracionista, pero como que yo era ‘mainstream’, es decir, era un producto del centro del sistema, lo que hacía era pasarme a otro bando.

En aquel momento, las editoriales, que continúan publicando mis libros y reeditándolos, me niegan la entrada. Creo que el hecho es importante y poco conocido fuera de Galicia, porque quizás no sabemos que hay este estilo de censura: si una editora es un lugar donde se venden libros, quizás lo lógico sería que, con el capitalismo reinante, si hay lectoras para esos libros, a una autora que tiene público no se la censure, y más si es una profesora de lingüística que ha tomado una decisión.

¿Pero, cómo se ha plasmado esta censura?

Yo participé en un manifiesto que se llama ‘O Fim do Apartheid’ [2016], diciendo que ahora mismo somos como los negros de Sudáfrica dentro del sistema cultural de Galicia. Ese manifiesto fue firmado por muchos escritores y escritoras, pero no hemos conseguido grandes avances en ese sentido. Por ejemplo, a los premios que están patrocinados con dinero público, no nos permiten presentarnos. Las editoriales con libros publicados en portugués dentro del Estado español tampoco saben cómo clasificarlos, porque piensan que son traducciones, pero son originales, y ahora sí, fíjate, es muy importante decir esto en Euskal Herria: si en Euskal Herria o Catalunya hubiese un movimiento de escritoras y escritores que estuviesen escribiendo en la lengua propia y que esta fuese la lengua de otro Estado, sería una palanca muy importante de cara a las reivindicaciones nacionales. Pero aquí se silencia y se ahoga.

«Si en Euskal Herria o Catalunya hubiese un movimiento de escritores en la lengua propia y esta fuese la lengua de otro Estado, sería una palanca importante cara a las reivindicaciones nacionales. Pero aquí se ahoga»

En estas condiciones, yo, durante estos diez años, solo he podido escribir en una editorial de base asociativa, que publica once libros al año, un título por mes... así que publico más de lo que esa editorial puede absorber. Y llega un momento en que tomo una decisión, que es cuando empecé a escribir este libro, y me dije: ¿Por qué no romper los moldes?, en el sentido de: ‘Yo puedo hacer también una embajada: si consigo que me publique una editorial de fuera y transmitir que existe este problema, a lo mejor puedo hacer que se avance más’.

Y lo hace publicando con una editorial vasca, no en una madrileña. Dice que se dirigió directamente a Txalaparta. ¿Esto, al final, es una especie de acción artístico-política?

Claro, yo no busco escribir en español para llegar a más público. Aunque sea legítimo, no es mi estilo, ni mi intención. Voy a seguir escribiendo dentro de unas coordenadas políticas; simplemente, a mí no me dejan publicar. Y también me parece que algo que hemos aprendido como feministas es a no ser sumisas y que me silencien... han silenciado a muchos escritores, pero, a lo mejor, muchos de ellos no tienen esta mochila feminista. He pensado que no me voy a callar y que voy a continuar, por lo menos durante un tiempo, haciéndolo así. En este momento, no puedo deber fidelidades a un sistema cultural que me censura por escribir ‘ç’ con cerilla, ‘nh’ en vez de ‘n’...

(Lo curioso de todo esto es que ‘Hierba mora’, publicada en 2006, ha sido la obra más premiada de la literatura gallega. En ella, reúne a Descartes, a la reina Cristina de Suecia, a la partera Hélène Jans y a la joven filósofa Inés de Andrade. Mujeres fuertes, mujeres para las que reivindica un primer plano. En ‘Ostracia’, indaga en la figura de Inessa Arman, la recogida en la historia como ‘la amante de Lenin’... pero hay más: ‘Queer-emos un mundo novo’, ‘Una madre tan punk’... tiene muchos mundos en sí esta Teresa Moure).

Me ha sorprendido no encontrar títulos suyos traducidos al euskara; a veces tenemos poco interés por culturas cercanas... Por cierto, he encontrado varios puntos de conexión entre ’Tirar del hilo’ y su anterior ‘Artes subversivas para cultivar jardines’, cuya edición en castellano es de hace precisamente diez años. ¿Por qué ha regresado a esta casa repleta de mujeres donde manda un padre que es un desastre?

Yo no he pretendido hacer memoria de una época, ni un relato generacional. Para mí, en la opresión, en este caso, patriarcal, hay dos cosas; por un lado, el padre también es la víctima de su propio poder; por otro, ellas juegan entre las grietas, tratan de escapar y muchas veces reproducen el poder patriarcal, por eso la niña [Elsa, la protagonista, a través de cuyos ojos conocemos a la familia] les está poniendo coto a todas ellas y no las acaba aceptando como víctimas; o sea, es una novela de alguna manera contra el concepto de memoria.

Yo soy radicalmente de izquierda o de izquierda radical, si quieres, y creo que hemos exagerado el concepto de memoria. Es decir, no estoy en contra del concepto de memoria histórica, pero a veces tuvimos que luchar tanto por la memoria que la exageramos: se convierte en una memoria con mayúscula y, entonces, cualquier evidencia pasa a ser parte de la herida y nos convertimos en víctimas. Y, claro, el victimismo es la estrategia del lobby y todo está funcionando en política porque somos víctima de esto, de lo otro...

Yo en la novela quería desarmarlo: el padre es proletario, pero también depositario de una serie de privilegios hasta el extremo de que una de las tías, hermana de él, se queda embarazada y tiene un problema para decírselo a él, no al marido. Lo quiero ver como víctima, pero también las veo a ellas como colaboradoras de ese proceso.
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