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Pinturas para ser vistas versus pinturas ocultas, la dualidad del arte rupestre

Hace entre 18.500 y 13.500 años, durante el período Magdaleniense, nuestros antepasados decoraron muchas cuevas con figuras de bisontes, caballos y otros animales; parte de ellas fueron pintadas para ser vistas aunque otras, más enigmáticas, lo fueron con el firme propósito de permanecer ocultas.

Panel principal de la cueva de Santimamiñe. (Iñaki INTXAURBE | EHU)

Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y de la Universidad de Cantabria (Unican) ha constatado ahora esta dualidad «antagónica» del arte prehistórico, gracias al uso combinado de innovadores métodos computacionales, tecnología 3D, sistemas de información geográfica y estadística multivariante.

La investigación, publicada por la prestigiosa revista científica ‘Archeological and Anthropological Sciences’, se encuadra en la tesis doctoral del investigador de la UPV/EHU Iñaki Intxaurbe, dirigida por el profesor de esta universidad Martín Arriolabengoa y el arqueólogo de la Unican Diego Garate.

El análisis abarca nueve cuevas de Euskal Herria, entre ellas algunas grutas icónicas como Ekain (Gipuzkoa), Santimamiñe (Bizkaia) y Etxeberri (Zuberoa), que albergan un significativo porcentaje del total de imágenes rupestres conocidas del período Magdaleniense.

«El trabajo revela que existen dos grupos antagónicos de pinturas y confirma las propuestas de otros investigadores de mediados del siglo XX que empezaron a hablar de la existencia de dos grandes familias» de representaciones, una con motivos diseñados «para ser vistos» y otra con imágenes hechas específicamente «para permanecer ocultas», explica Iñaki Intxaurbe.

Grandes figuras realistas

«Tenemos en la cabeza grandes figuras realistas como las de Altamira, muy vistosas y que incluso hoy en día nos llaman la atención. Se trata de representaciones que, aunque se encuentren bajo tierra y en áreas un poco separadas de la vida cotidiana, aparecen en zonas amplias y vistosas», describe Intxaurbe.

En estos casos, pertenecientes a la primera familia, «se cuidó su puesta en escena», lo que sugiere una finalidad «comunicativa».

Según el estudio, se trataría de imágenes realizadas por adultos, ya que se sitúan en puntos elevados y en áreas que favorecían su visibilidad.

Los investigadores consideran que podrían tener «una explicación chamánica» y posiblemente fueran «acompañadas de relatos», pues se localizan en espacios que podrían acoger a un número relativamente grande de personas.

Sin embargo, en el segundo grupo se buscó justo lo «contrario», precisa el investigador, ya que son figuras «ocultas y de muy poca visibilidad», ubicadas en zonas «recónditas» de las grutas, de acceso «difícil», lo que sugiere que lo importante en este caso sólo fue el hecho de realizarlas y «no su comprensión» por el resto del grupo.

Muy complicadas de visitar

«Estas figuras normalmente son muy complicadas de visitar e incluso en las cuevas que admiten visitas turísticas quedan fuera del recorrido porque tienen un acceso muy complicado y están emplazadas a propósito en lugares de acceso difícil», describe Intxaurbe

«Se trata de figuras más simples, muchas veces inacabadas, da la sensación de que las han hecho muy rápido y de que han salido pitando», señala, que les otorga por ello «un sentido más simbólico» y un función como de «cumplir un ritual».

«Parece que las hicieron rápidamente, tal vez con el propósito de asegurarse el combustible (de la iluminación) para regresar a la superficie a salvo», elucubra el experto.

«De hecho –prosigue–, en muchos casos estas figuras están situadas en sitios en los que no las puede haber visto nadie más que el propio autor que las hizo. Esto da pie a pensar que se trata de un rito 'de paso' en el que hacer la figura cumplía un papel principal pero que se acababa ahí mismo».

Figuras ocultas

El estudio revela que es más habitual encontrar estas figuras ocultas «en áreas más cercanas al suelo, incluso cuando había otras posibilidades», lo que, unido a otros elementos del contexto como huellas de pies infantiles y adolescentes y el tamaño de los trazos realizados con los dedos, sugiere que sus autores podrían ser jóvenes o niños.

Los investigadores incluyen en esta segunda «familia» de pinturas ocultas un subgrupo de figuras compuestas por «elementos grabados y esculturas» hechas en arcilla, «exclusivos de las zonas profundas y más recónditas de las cavernas», aunque en este caso su ubicación en estas áreas respondería a cuestiones de «conservación», ya que «la preservación de elementos gráficos tan frágiles como estos parece más plausible en zonas de acceso complicado».

El hecho de que este «patrón» se repita en cuevas selladas después de llevar a cabo las representaciones, sugiere a los autores de la investigación que se trató de «una elección cultural premeditada y consciente».

No obstante, el estudio también describe un segundo subgrupo de representaciones, compuesto por «signos abstractos», que parecen actuar de manera distinta al arte rupestre figurativo (figuras animales o humanas) y que se distribuyen de forma «aleatoria» a lo largo de las cuevas, algo que no permite «establecer inferencias estadísticas válidas» a la espera de incluir un mayor número de este tipo de figuras en el estudio.