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Entrevue
Mikel Herrán
Arqueólogo y escritor, autor de ‘Sodomitas, vagas y maleantes’

«La batalla del colectivo LGTBI no está ganada, aún hay muchas violencias»

El arqueólogo y escritor Mikel Herrán, autor del libro ‘Sodomitas, vagas y maleantes’, llama a reivindicar objetivos «del día a día» como el de «no tener que estar ‘armarizado’ en el trabajo». Explica cómo la sexualidad y el género han sido utilizados para imponer un orden social.

Mikel Herrán, con su libro ‘Sodomitas, vagas y maleantes’. (EDITORIAL PLANETA)

Mikel Herrán es más popular en las redes sociales como Puto Mikel. Con ese nombre tiene todas sus cuentas oficiales en las que trabaja hace años en la divulgación. «Así fue porque me llamaban mis amigos así y cuando quise crear el canal no quise cambiarlo. No pensé que llegaría a nada», dice con una sonrisa. Le gusta que el término remite al «graciosete» en el Estado español y a «maricón» en Latinoamérica.

Este doctor en Arqueología ha publicado recientemente ‘Sodomitas, vagas y maleantes: historia de la España desviada de Atapuerca a Chueca’ (Planeta, 2024), y en este libro narra desde antes de la Antigüedad y hasta nuestros días la historia de cómo ha sido la percepción, el trato y la resistencia del actualmente llamado colectivo LGTBI.

En estos días en que se conmemora el día internacional de los derechos de ese colectivo, Herrán comenta su publicación en entrevista con NAIZ y reflexiona sobre el presente y futuro de unas batallas que, según recalca, no se deben «dar por ganadas».

¿Por qué utiliza el término ‘desviados’?

Creo que encaja mejor y es mas elástico que términos como homosexualidad y bisexualidad o LGTBI, porque al final la norma sobre sexualidad se ha construido de distintas formas, siempre ha habido una norma y siempre han estado los que la desafiaban. Las etiquetas mas especificas son mas difíciles de transportar al pasado, es mas fácil hablar desde esa disidencia, y hablo de desviado porque ‘disidencia’ es un término mas académico.

En el Imperio Romano te podías acostar con cualquiera en tanto y en cuanto mantuvieras esa jerarquía social. Hablar de homosexualidad en Roma sería partir de un punto de partido erróneo, no podemos hablar de homosexualidad aunque sea sexo entre hombres porque era una sexualidad muy concreta, por ejemplo. La sexualidad intermasculina no estaba aceptada si un ciudadano romano que quisiera acostarse con otro adulto quería hacer de pasivo, porque al pasivo, el penetrado, se lo entendía como algo por debajo. Si eras esclavo o extranjero se veía bien pero si eras ciudadano romano no porque no estabas cumpliendo el mandato del hombre.

La sexualidad se entendía como parte de la expresión de género, si eras un hombre y te gustaba ser penetrado no estabas cumpliendo con el mandato del género, al igual que una mujer que penetrase a otra.

«La sexualidad se entendía como parte de la expresión de género, si eras un hombre y te gustaba ser penetrado no estabas cumpliendo con el mandato del género»

Los disidentes en la historia siempre estuvieron presentes aunque no visibilizados, menciona en su libro, incluso con ejemplos como que hay pruebas de deseo homoerótico en primates.

Realmente tampoco es algo nuevo, ya se conocía de antes. Normalmente nuestros parientes mas cercanos, los chimpancés y bonobos, que no tienen período de celo y utilizan el sexo como un mecanismo sexual y en todas sus variantes, con actos sexuales que no llevan a la reproducción, son un ejemplo de ello.

Es curioso que si no nos hemos comparado tanto con los bonobos y sí con los chimpancés es porque la comparativa con los bonobos nos llevaría a poner en cuestión ciertos conceptos. Pero esa diversidad existía y la vemos en otras especies animales y en nuestra propia especie y en la prehistoria mas reciente, con el homo sapiens, ya podemos encontrarlo en multitud de sociedades de cazadores y recolectores en donde hay categorías de género aparte del binarismo y muchos casos en los que hay tercer género. Esa diversidad también se puede encontrar como digo en el libro en Atapuerca o Altamira.

Si uno ve algunas pinturas rupestres muestran un sexo ambiguo o doble, figuras mitológicas, existe la intersexualidad. Fuera de la Península Ibérica se han encontrado muchas pinturas rupestres con actos sexuales entre hombres, por ejemplo en cuevas de Sicilia o en China.

Dice que en Grecia y Roma no se hablaba de homosexualidad sino que es un concepto posterior.

Sí, es porque lo importante en el mundo clásico no era el objeto del deseo sino el tipo de acto que se hacía, la penetración o el ser penetrado, era el penetrado versus el penetrante. Hay insultos en latín de aquella época sobre eso, la palabra ‘cinaedus’. En esa cultura había que penetrar solo al de una escala inferior, de hecho también que la mujer estuviera por encima cabalgando tampoco se veía masculino, o comer el coño también se lo veía como no ser un hombre de verdad. El concepto de homosexualidad nace a fines del siglo XIX.

Comenta la peculiaridad del mundo de los llamados bárbaros, la gente nórdica, como un «modelo elástico y cambiante» en donde había mujeres guerras y hombres enterrados con ropa femenina.

Yo diría que básicamente hay que entender que los estereotipos de genero son algo que se conciben socialmente y algo que cambia a lo largo del tiempo. Si pensamos una cosa mas tonta, por ejemplo, hace 200 años el rosa no era color femenino, sino algo que significaba riqueza porque era difícil de conseguir y, después, en los años 50 se empezó a ver como femenino. Tenemos que entender que hace mil años los estereotipos eran muy diferentes.

Yo había estudiado ya el mundo nórdico y el género allí y el conocimiento sobre ellos se ha actualizado por el propio desarrollo de la ciencia arqueológica. Por ejemplo a los de las mujeres guerreras, antes un esqueleto con armas se lo veía como que eran hombres porque una mujer no podía ser guerrera. Ahora que la ciencia ha permitido hacer análisis más precisos se han desafiado muchas de estas preconcepciones y al hacerlo también hemos podido mejorar la metodología. Ahora te puedes no dejar llevar por el estereotipo actual. En lo nórdico también pesaba esta cosa de la masculinidad y ser penetrado versus ser el que actúa y son estereotipos que se mantenían en distintas épocas y han estado ahí, en los mandatos eso sigue estando presente porque en definitiva siguen siendo sociedades patriarcales.

La condena por sodomía comienza en la Edad Media, según explica en el libro, para impulsar el crecimiento poblacional y en el siglo XIII se pasa de la condena moral a la penal. ¿Es ese momento el inicio definitivo del armario para las personas no heterosexuales?

Realmente ha habido armarios mucho antes. El reino visigodo por ejemplo ya había puesto algunas leyes castigando la sodomía con la castración. La condena moral ya estaba pero luego lo que viene en ese período que mencionas sí es una mayor persecución, se empiezan a encontrar documentos con sentencias, que antes seguramente había, pero podía haber una condena moral y social y la gente se ocultaba. Es muy difícil realmente entender esos siglos al no haber sentencias escritas o leyes, es difícil poder saber si las condenas morales se llevaban luego a represiones no solo internas sino externas, de violencia.

«Se crea lo desviado para generar la norma y cómo, ante la existencia de la norma, uno puede posicionarse con respecto a ella de formas mutantes», señala en el libro. Además de imponer esa dogma, ¿se quería imponer un dogma y modelo de sociedad?

Sí, claro, necesitas señalar un marginal y lo que no es aceptable y construir un modelo de lo aceptable y eso tiene que ver mucho con los cauces de la reproducción, los modelos familiares y las herencias, esa forma de entender el mundo. La sexualidad y el género han sido claves para crear un modelo de sociedad y sobre todo poder regularla y ordenarla a través de la forma de reproducción y las formas de redes.

Si consideras que el vinculo mas intimo es la familia nuclear estás dejando que no se creen otros vínculos que van mas allá de la unión monógama y la herencia, como pueden ser por ejemplo lazos de afectos y cuidados de ayuda mutua, en términos ya de poliamor, o gente que se cuida entre sí aunque no vaya a tener hijos.

Cuando se va avanzando en las fronteras hacia el sur, antes de Alfonso X, los nobles y la monarquía querían repoblar esas zonas con gente que se asiente para defender lo suyo y necesita que defiendan lo propio y lo de sus hijos. Esto tiene que ver con ese modelo que se quería imponer.

«La sexualidad y el género han sido claves para crear un modelo de sociedad»

Se refiere en el texto al médico como otorgador de identidad que aparece en tiempos más modernos. ¿Con la nueva ley trans eso comienza al fin a revertirse?

Sí, la ley trans, que en realidad legisla muchas cosas, como las terapias de conversión, habla del derecho de autodeterminación e ir por fuera de los cauces médicos y los test que tenían que hacer las personas para validar su identidad de género. Si eras un chico trans tenías que decir que te gustaba jugar al fútbol o si eras una chica trans decir que te gustaba jugar con muñecas. Esos cauces médicos lo que hacían era estereotipar las formas de vivir el género y la corporalidad, creo que se está revirtiendo un poco, aunque haya muchos detractores de la ley. Hay muchos que simplemente no quieren entenderlo.

Habla de la ‘edad de plata’ como ese momento antes de la II Guerra Mundial, donde se creó una subcultura para refugio y resistir. ¿Puede volver eso si sigue el auge de la ultraderecha?

Creo que si algo nos enseña ese momento de la edad de plata es que los derechos pueden desaparecer. Estamos mucho mejor pero en ese periodo aunque había opción a la persecución y las vivencias estaban relegadas a los márgenes, no había interés activo en perseguirlo, no había un poder centrado en perseguir esa disidencia de género.

En la Alemania nazi o en el franquismo en España esa situación cambió bastante rápido por medio de la violencia, empezó una persecución plenamente consciente, a través del aparato psiquiátrico.

No había autos de fe ni se quemaba a los sodomitas como en la Edad Media, pero se los patologiza y ese discurso de patologización lleva a mecanismos de represión, como por ejemplo las terapias de conversión.

Creo que esto puede volver y que hay gente que lo toma como que ya ha vuelto, es una decisión individual para mucha gente si ‘armarizarse’ otra vez y no mostrarse, para mucha gente es una realidad y tenemos que luchar contra eso, ser mas visibles que nunca. No dejar que vuelva a ser algo escondido y evitar que avance en esa dirección.

Estamos en un punto en que ciertas violencias contra el colectivo están mal vistas y tenemos que luchar que así siga siendo. Si nos escondemos, aunque para mucha gente sea difícil no hacerlo, no ayuda a dar esas batallas.

Su libro es una radiografía histórica que puede demostrar que siempre el colectivo estuvo ahí, que no es un invento moderno. ¿Por qué cree que algunos quieren creer que así es?

Creo que es una cosa de que si es algo moderno estás deslegitimando a la gente a la que quieres perseguir y metiendo a un grupo de gente con una ideología concreta que debe erradicarse, es parte del pensamiento conservador. La idea que es un contagio social la llevamos oyendo desde la Edad Media. Si es un contagia social, hombre es una enfermedad muy lenta para propagarse. Quieren poder señalar con el dedo al culpable.

Para concluir, ¿hacia dónde va el colectivo LGTBI y su situación en este contexto histórico?

Diría que no está la batalla ganada, tenemos que seguir adelante, hay un empuje reactivo a las mejoras que hemos conseguido no solo legales sino por ser mas visibles. La gente que piensa porque la han convencido que su mayor problema es que una chica trans de Extremadura pueda marcar una casilla u otra en su DNI es un ejemplo de que tenemos que seguir luchando por esos objetivos y esas violencias que no son tan importantes y menores, como por ejemplo tener que estar armarizado en el trabajo. La gente se piensa que con el matrimonio igualitario se terminó todo y no, hay muchas violencias todavía y muchos derechos del día a día que hay que conquistar. El derecho a vivir y expresarte con libertad sin temor a represalias en el espacio familiar, doméstico y del trabajo.