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Un programa socialdemócrata que abre algunos debates interesantes

El programa macroeconómico del Nuevo Frente Popular del Estado francés recupera la lógica de las políticas keynesianas de la socialdemocracia. Contiene, asimismo, novedades interesantes, como el límite a las grandes herencias, la escala única en el IRPF o un centro financiero público.

Acto del Frente Popular en Ziburu. (Guillaume FAUVEAU)

El Nuevo Frente Popular (NFP), creado por las fuerzas de izquierda en el Estado francés, ha acordado un programa macroeconómico. El título responde al contenido, porque recoge básicamente las propuestas para gestionar los grandes agregados macro: la demanda, el empleo, el ahorro y las políticas fiscales. El documento refleja el espíritu de los programas keynesianos de la socialdemocracia.

Comienza con una crítica a las políticas neoliberales. Señala que estimular la oferta con bajadas de impuestos y desregulación lo único que ha conseguido es aumentar la deuda pública y las desigualdades sociales. Afirma, además, que la economía se encuentra en una situación de «estancamiento tecnológico». Sin olvidar que los menores ingresos públicos se han convertido en la excusa perfecta para recortar las prestaciones e impulsar reformas antisociales como la de las pensiones, el desempleo...

Círculo vicioso, círculo virtuoso

El programa explica que las políticas neoliberales de austeridad frenan el gasto público y, con ello, reducen un importante componente de la demanda, lo que merma el crecimiento. Sin expansión de la economía, la recaudación se resiente, lo que da pie a nuevos recortes, creando un círculo vicioso que merma la actividad económica y la riqueza.

El programa del Nuevo Frente Popular plantea transformar este círculo vicioso en un círculo virtuoso, poniendo el acento en el aumento de la demanda. Eso significa que es necesario repartir la riqueza para estimular la demanda. Si mejoran los ingresos de la gente, gastará más, lo que impulsará la producción y el empleo. Si la actividad crece, también crecerá la recaudación y las cuentas públicas cuadrarán. Además, mayores ingresos permiten derogar las reformas antisociales y aumentar el gasto social, y con él habrá más crecimiento. Es el círculo virtuoso que dibuja el programa.

Para ello, propone reposicionar al Estado como un actor clave para distribuir poder adquisitivo, dirigir las inversiones hacia las grandes prioridades y toda la economía hacia la planificación ecológica y la soberanía industrial.

Prioridades

En este plan, el aumento de los salarios desempeña un papel clave para impulsar la demanda, de ahí que el NFP plantee un aumento del 14% del salario mínimo hasta los 1.600 euros netos. Mejores salarios ampliarán la cartera de pedidos de las pequeñas y medianas empresas, aunque reconoce que ese efecto se puede demorar en el tiempo, por lo que plantea una serie de créditos sin intereses para las pyme y otras medidas de apoyo financiero.

El NFP resume su programa en tres prioridades: mejorar el poder adquisitivo de la gente, lo que han denominado bifurcación ecológica, que busca transformar los modos de vida y de producción y exige una planificación ecológica a largo plazo. Y la tercera prioridad es restaurar y desarrollar los servicios públicos fundamentales, con el compromiso de que los principales estén a 30 minutos de cualquier domicilio.

La lógica de incrementar los ingresos de la gente corriente para mejorar sus condiciones de vida, estimular la economía y mitigar las desigualdades forma parte de la mayoría de programas que han tenido éxito en la reducción de la pobreza. Sin embargo, conviene no olvidar que el estímulo tiene que ir bien dirigido; en caso contrario, puede dar lugar al crecimiento de un consumo ostentoso que requiere grandes cantidades de materiales, produce muchos residuos y es poco respetuosos con el medio ambiente.

Tres etapas

Tras explicar la lógica de su planteamiento, el NFP plantea tres fases para e implementar su programa.

Una primera inmediata que ha llamado ruptura, cuyo objetivo es responder a las emergencias. La segunda toma el nombre de bifurcaciones, comenzaría en 2025, y su objetivo sería la inversión en igualdad, justicia y ecología.

Y la tercera, llamada transformaciones, abarcaría los dos últimos años de la legislatura y buscaría cambiar la vida del país en todos los ámbitos.

Un programa pergeñado en unos pocos días necesariamente carece de concreciones, sin embargo, hay tres cuestiones novedosas que abren un interesante debate en la izquierda.

La primera está relacionada con la tributación de la riqueza. El programa plantean hacer más progresivo el impuesto sobre sucesiones y propone establecer una transferencia máxima de 12 millones de euros, esto es, que las herencias tengan un tope para los patrimonios más elevados, para lo que llaman «herencia de oro». Una forma interesante y original de cerrar el camino a la acumulación desmedida de riqueza.

En el ámbito fiscal también proponen integrar los ingresos del capital con el resto de las rentas y que tributen según la escala general en el IRPF.

Con este sistema, Warren Buffett, por ejemplo, no podrá decir que paga menos impuestos que su secretaria, porque todos los dividendos que reciba tendrán el mismo tratamiento fiscal que el sueldo de su secretaria. Una medida absolutamente imprescindible para recuperar la equidad y la justicia en el impuesto sobre la renta.

La segunda novedad es la creación de un centro financiero público, que se nutrirá con los ahorros de la ciudadanía. La idea es que se empleen estos fondos en la financiación de proyectos públicos. Como señala el programa, es una forma de reducir la dependencia de la financiación pública con respecto a los mercados financieros internacionales. Pero también es un modo de ofrecer a la gente la oportunidad de que sus ahorros sirvan al bien común y permitan financiar los programas de inversiones públicas del Estado.

La tercera novedad está relacionada con la agricultura. Plantea fomentar la reconversión de las explotaciones siguiendo criterios ecológicos. El programa añade que un fondo nacional se hará cargo de la deuda que lleve aparejada dicha transformación.

La reconversión hacia una agricultura y ganadería unidas a la tierra no necesita grandes inversiones. El mayor problema es qué hacer con las enormes inversiones realizadas en las explotaciones intensivas, que además son una importante fuente de problemas medioambientales. El hecho de que las instituciones públicas asuman la deuda generada por esas inversiones podría abrir una gran oportunidad para que se abandonen las explotaciones industriales y se opten por otras ligadas a la tierra.