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La respuesta al tapón adherido a la botella está en las playas de Barrika e Igeldo

A partir del 3 de julio, los tapones de plástico de las botellas y briks estarán unidos debido a la entrada en vigor de la ley 7/2022. No pocos consumidores opinan que es un engorro, pero el problema de residuos que generan los tapones, muy especialmente en las playas, no se puede pasar por alto. 

Un botellín de agua con el sistema que será obligarorio a partir del 3 de julio ya implementado. (NAIZ)

Los datos de referencia para el consumo de botellas de plástico son un poco antiguos. Pertenecen a un estudio de Euromonitor International de 2017 en el que, tras analizar los datos de años anteriores y ver la progresión, estimó que, para 2021, el consumo mundial de botellas de plástico alcanzaría el millón por minuto. Esto son 16.666 botellas (con sus correspondientes tapones) por segundo.

Lo que no es una estimación, sino datos cerrados, es que la basura acaba contaminando el mar y que eso se nota en las playas. El 74% de los residuos hallados en las playas son plásticos. Y, de entre los plásticos, los tapones son uno de los mayores quebraderos de cabeza. 

Lo habitual es que estos tapones estén elaborados, bien con polietileno tereftalato (PET), polietileno de alta densidad (PEAD) y polipropileno (PP). La buena noticia es que todos ellos se pueden reciclar (de hecho, son elementos tan valiosos que no es raro su recogida para fines solidarios).

El 74% de los residuos que se encuentran en las playas son plásticos y los tapones son uno de los objetos más frecuentes.

Pero la mala noticia es que, si el tapón no está unido a la botella, lo normal es que se pierdan en las cribas de clasificación y acaben en el vertedero, sin reciclar.

El ministerio español de Medio Ambiente, en su informe sobre basuras marinas en playas de 2022, estudió el problema de los tapones en todas sus costas e incluyó dos playas de Euskal Herria: la de Agiti (en Igeldo) y la de Meñakoz (Barrika). 

Más plástico en tapones que en botellas en el Kantauri

De toda la basura encontrada entre las piedras de Agiti en ese año, el 74,8% fueron elementos plásticos. Las garrafas y botellas de plástico constituyeron la basura más común y supusieron el 14,9% de todo lo que se encontró. Los tapones perdidos ocuparon el puesto 12 en esa tabla (por debajo de elementos como bolsas de comida, latas, maderas, espumas sintéticas y trozos inidentificables de plástico).

En las arenas de Meñakoz, por su parte, los plásticos hallados alcanzaron el 82% del total. Las tapas y tapones de plástico fueron el sexto elemento más frecuente (la basura más común fue el polestileno expandido) constituyendo el 5% del total de residuos. Las botellas quedaron dos peldaños por debajo (2,8%).

En lo que respecta al Kantauri, incluyendo los datos de playas cántabras, asturianas y gallegas, los datos en conjunto se acercan más a los de Meñakoz. Los tapones constituyen el 4,8% de los residuos totales hallados, por encima de las propias botellas (3,1%).

Ahora, lo que está por ver es que el consumidor se acostumbre a ese tapón que no se desenrosca del todo. El artículo para ‘The Conversation’ del investigador de la Universidad Politécnica de Madrid José Vicente López apuntaba a un estudio informal que arrojaba un resultado ambiguo. 

La muestra estaba dirigida a un grupo de 98 alumnos de la citada universidad y, en un principio, al 78% de ellos le parecía correcto que el tapón se quedara colgando de la botella. Frente a ellos, había un 15% que veía incorrecta la innovación y un 7% al que le daba igual. 

La mitad de los favorables a la medida en un estudio informal de la Politécnica de Madrid reconoció que acababa arrancando el tapón.

Lo llamativo del informe, sin embargo, no era esto, sino que la mitad de ese 78% que se mostró favorable a este pequeño cambio reconoció después que terminaba arrancando por completo el tapón para que le fuera más cómodo beber de la botella. 

Así las cosas, lo que acabará definiendo la utilidad del cambio está, nuevamente, en manos del consumidor, en su capacidad de acostumbrarse y, sobre todo, en su nivel de concienciación. Y para ello hay que conocer lo complicado que resulta reciclar un tapón suelto y que, de no reutilizarlo, acabará en cualquier playa.

Lo cierto es que dejar el tapón enroscado en la botella será, a partir del día 3 de julio, un poquito más fácil.

Siguiendo con las estimaciones de Euromonitor, en lo que se tarda en leer este artículo, más de tres millones de botellas con sus tres millones de tapones han acabado en la basura.