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«Odio escondido», odio público y la parcialidad de una consejera

La consejera San José, con chaqueta naranja, entre representantes del Memoria y la Guardia Civil, este jueves en Gasteiz. (Irekia)

La nueva consejera de Justicia y Derechos Humanos de Lakua, María Jesús San José, ha pasado en este arranque de legislatura por el polémico Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo instalado en Gasteiz. Y en lo que ha sonado a intento de marcar posición sobre las políticas de memoria que tendrá que gestionar, la representante del PSE ha puesto el foco en un supuesto «odio escondido en los hogares vascos».

Los dos ejemplos escogidos delatan la parcialidad en esa lectura, porque van en una única y exclusiva dirección. Ha citado las pintadas contra el nuevo consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, aparecidas la pasada semana en Hernani (y rápidamente denunciadas por EH Bildu) y también el vídeo de un niño que simula disparar con una escopeta al cabezudo que representa a un guardia civil en una localidad vasca (Oñati).

No hay más, señoría. Pero sí lo hay...

Puestos a citar ejemplos recientes de odio político, la consejera bien podría haber evocado la reciente condena a un expolicía español por disparar contra la vivienda de una familia abertzale en Amurrio. O le podía haber venido a la cabeza que el Gobierno navarro ha reconocido hace unos días como víctima a Angel Berrueta, muerto a manos de otro policía español y su hijo.

También podía haber remarcado que según el propio Ministerio del Interior, hace apenas tres días, los delitos de odio han crecido un 21% el pasado año y que la inmensa mayoría tienen que ver con racismo, xenofobia y orientación sexual. Y la consejera de Lakua debería estar especialmente preocupada por ello, porque resulta que la CAV se ha convertido en la segunda autonomía en este patético ranking y Gipuzkoa en el herrialde en que más crecen estos delitos.

Así que sigue habiendo mucho odio, claro que sí. Odio público, no «escondido». Odio que va mucho más allá de unas pintadas y el gesto de un niño. Odio de ultraderecha, básicamente.

Por otro lado, no resulta nada aleccionador que una consejera de Derechos Humanos venga a criminalizar el gesto de un niño que a tenor de las imágenes puede tener en torno a 6-7 años. Ni lo es seguir la corriente a los medios creadores de bulos a los que el presidente español –y líder del partido de San José– dice que cortará la financiación pública, que son los que han difundido y magnificado ese vídeo.

Que la consejera no haya reparado en nada de todo esto apunta a una tendenciosidad inquietante, que no se puede permitir una persona que tenga la gestión de las políticas de memoria. La parcialidad aquí sí que es odiosa.

En este departamento ya creó polémica por su doble rasero Beatriz Artolazabal, que entre otras cosas aprovechó un acto sobre los gudaris del 36 para cargar contra un preso vasco. Su sustituta desde febrero de 2023, Nerea Melgosa, aparcó esa memoria selectiva e introdujo otros discursos más ecuánimes y sobre todo realistas, como la admisión del olvido oficial hacia las personas torturadas, lo que facilitó avances consensuados.

Sería una pena que para algo que sí corrigió a tiempo Urkullu, lo vuelvan a estropear Pradales y Andueza.