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Jean Borotra, el único vasco que ganó Wimbledon, justo hace un siglo

Ocurrió hace un siglo. El tenista de Biarritz Jean Borotra derrotó a su amigo René Lacoste en la final del torneo de Londres. Personaje controvertido después de su retirada deportiva, ‘Le basque bondissant’ marcó una era con los «mosqueteros» del tenis francés.

Borotra, ‘El vasco saltarín’, en acción con su inconfundible txapela. (Wikimedia Commons)

Junto a la venezolana de ascendencia vasca Garbiñe Muguruza, solamente un tenista vasco ha logrado ganar un torneo del Grand Slam. Y ese fue, además, Wimbledon, el evento más importante del circuito. Más motivos para este artículo: ocurrió justo hace un siglo. Fue entonces cuando Jean Borotra conquistó su primer título en la hierba de Londres, derrotando en la final del All England Club a su amigo, el parisino René Lacoste.

Dos nombres propios en una era casi mitológica de este deporte nacido entre los ricos y para los ricos. Borotra se convirtió además en el primer ganador de Wimbledon que no venía de un país anglófono, puesto que todos los anteriores campeones habían sido ingleses, australianos o estadounidenses. De hecho, el Estado francés se convertiría por aquel entonces en una superpotencia del tenis, con Borotra encabezando una generación dorada.

Borotra, en la portada de una revista de la época.

‘Le Basque Bondissant’, que era su mote (si les suena es porque existe una línea de autobús en Ipar Euskal Herria llamada así), se convertiría tras su victoria en un personaje bastante controvertido, aunque eso fue después de su retirada deportiva. Vayamos por partes.

Borotra, la llegada tarde al tenis

Jean Laurent Robert Borotra, vasco: nacido en Biarritz en 1898 dentro de una familia de la buena burguesía local. Tan buena que podía enviar a sus hijos a conocer y a practicar el inglés en el Reino Unido, quizás para obtener futuros empleos y altas responsabilidades en las empresas familiares.

Fue ahí donde que el joven Jean, que ejercía como pelotari casi profesional, descubrió el tenis, deporte que se jugaba casi solo sobre hierba.

Borotra procedía de la pelota, por lo que cambiaba de mano la raqueta para pegarle con la izquierda en lugar de usar el revés. Jugaba con txapela y a veces hasta con «espartinak»

Hoy día los mejores jugadores arrancan cuando todavía son menores de edad, pero por aquel entonces nadie te metía realmente prisa. El tenis se trataba más de un pasatiempo de lujo para los más acomodados, los pijos de la época.

No es leyenda recordar además que cuando había un parón o terminaba un juego, no se ingerían bebidas energéticas ni se comían alimentos protéicos. No, muchas veces en las mesitas una copa de champán esperaba a los tenistas, que realmente no sudaban mucho con su estilo serve and volley, saque y volea, y aquellas raquetas de madera.

El caso es que Borotra se enamoró del tenis, dejó la pelota y apartó inicialmente también su verdadero trabajo de ingeniero, tras haberse graduado en la École Polytechnique. Habiendo empezado más tarde en este deporte, tuvo que tirar de su mayor calidad, así como la fuerza física que le había sido útil durante la Primera Guerra Mundial, cuando había ido al frente. Borotra, de hecho, era un chavalote de casi 1.90, muy alto para aquellos tiempos, pero además ágil y poderoso, una verdadera pantera. En pocas palabras, ‘Le Basque Bondissant’, ‘El vasco saltarín’.

En los campos de juego siempre quiso mostrar su origen euskaldun: siempre txapela en la cabeza, que se quitaba solo en los momentos más agónicos de los partidos, y no era raro verlo jugar llevando unas espartinak. Y cómo no, como en los partidos de pelota no había ni derecha ni revés, él también, como recuerda Daniel Amson en su biografía del campeón, «se pasaba la raqueta de una mano a la otra, y en sus inicios la golpeaba con la mano».

Trabajo y deporte

Viajar por Europa y el mundo no era tan fácil como hoy. Jean Borotra, de todas formas, tenía una enorme ventaja: poder conciliar su profesión con su hobby. Con la excusa, por ejemplo, de ir a Londres para trabajar su empresa (donde era ingeniero comercial), aprovechaba para tomar parte en el torneo de Wimbledon. Y a sabiendas de que si se convertía en tenista de éxito, también le resultaría más fácil convencer a los clientes.

Aquella final se la ganó a su amigo René Lacoste (sí, el de los polos), que precisamente encontraría su retiro también en Lapurdi: falleció en Donibane Lohizune

La década de los años 20 del siglo pasado deparó una epopeya formidable para el tenis francés: junto a Borotra irrumpió toda una generación de fenómenos que llevó en primer lugar al país a ganar seis Copa Davis seguidas, entre 1927 y 1932, y después a arrasar también en las pruebas del Grand Slam.

Se les llamaba «los cuatro mosqueteros» y quizás el más conocido fue René Lacoste, «el cocodrilo», un parisino de enorme talento que encontraría su retiro curiosamente en Euskal Herria, para acabar falleciendo en Donibane Lohizune. Lacoste, sí, aquel Lacoste de la conocida marca de ropa; la inventó él.

Lacoste, nacido en París pero fallecido en Lapurdi. (Wikimedia Commons)

René y Borotra fueron muy buenos amigos, compañeros en la selección francesa y «mosqueteros» junto a Henri ‘El Mago’ Cochet y Jacques ‘Toto’ Brugnon. Y Borotra-Lacoste fue además la primera final de Wimbledon entre jugadores no anglófonos, disputada el 5 de julio de 1924. Acaban de cumplirse cien años.

No existían cabezas de serie, los mejores simplemente avanzaban lo más posible en los cuadros, antes de enfrentarse. Curiosamente Lacoste tuvo que sudar bastante en segunda ronda contra el donostiarra Manuel Alonso, derrotado en cinco sets, mientras que Borotra se mostró bastante más regular y contundente. Los dos se conocían bien, disputaban cada año el campeonato francés, y de hecho la final, como escribiría "Le Journal" al día siguiente, fue «trés durement disputée». Cinco sets, que concluyeron con un tres a dos para Borotra: 6-1, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-4.

El hombre de Vichy

Jean lograría otros cuatro torneos del Grand Slam, Wimbledon de nuevo en 1926, dos veces el Abierto de Francia y también el Abierto de Australia (hasta tan lejos se podía ya viajar) en 1928. Llegó además a la final de cada uno de los cuatro torneos del Grand Slam, demostrando un poderío notable en cualquier superficie. Y junto a todo ello fue medalla de bronce en el doble en los Juegos de París en 1924.

Admirador del mariscal Pétain, Borotra formaría parte del Gobierno colaboracionista de Vichy y le costaría volverse a ganar los favores del público

Una sombra negra, sin embargo, acompañaría la siguiente parte de su vida, cuando fue un protagonista en la Francia colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial. Admirador del mariscal Philippe Pétain, que había sido su superior en el Primer Conflicto Mundial, Borotra se inscribió en el Partido Social Francés, nacionalista y muy de derechas.

A pesar de ser totalmente anti-boches, es decir anti-alemán, Jean entró en el Gobierno de Vichy, colaboracionista de los nazis mientras Francia estaba ocupada. Más precisamente Borotra fue elegido como comisario general de Educación y Deporte entre 1940 y 1942 antes de caer en desgracia, ser capturado por los alemanes y llevado a un campo de concentración.

Una vida llena de aventuras, sinceramente casi de película, que tuvo su cumbre en la batalla del castillo de Itter, en el Tirol, donde Borotra demostró otra vez su coraje y salvó su vida, en mayo de 1945. A Jean, el antiguo ídolo de masas, le costaría recuperar el cariño de los aficionados, pero de todas formas se merece un puesto en la élite del tenis. Murió en 1994, cuando ya tenía 96 años.