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Un paseo por The Champions Burger: Iruñea se rinde al «food porn»

Durante diez días, Iruñea se convierte en la nueva meca de las hamburguesas, donde miles de personas hacen fila para probar delicias que brillan más en Instagram que en el paladar. Foodies ostentosos, ingredientes extravagantes y muchos coches se pasean por The Champions Burger.

Colas para comprar una hamburguesa en el evento celebrado en Arrotxapea. (Idoia ZABALETA | FOKU)

Dos jóvenes subidos en zancos dan la bienvenida al visitante. Unos pasos más allá, tres chavales, con pinta de estudiantes, observan con devoción casi religiosa una hamburguesa en pan brioche, rebosante de queso cheddar, pulled pork y carne de vacuno madurada como si fuera un ron añejo. Si el lector no está familiarizado con esta terminología gourmet, y desconoce términos como ‘food porn’, ‘smash’ o ‘dry aged’, debe saber que no está usted a la moda. O simplemente no tiene Instagram, y no ha observado en un reel la atmósfera con aroma a parrilla donde decenas de food trucks exhiben, durante diez días en Iruñea, su más preciado y fotogénico producto: la hamburguesa como nuevo tótem global.

Hace ya tiempo que los comercios de proximidad de los barrios dieron paso a tiendas boutique, restaurantes de sushi que ofrecen pan bao, o locales que «apuestan» por el tataki de atún, bravas, gyozas o bagel de aguacate. Y de postre, tarta de queso. Hasta el kebab se ha vuelto un producto gourmet en ciertos locales en los que se vacían los bolsillos del currela. Ojo, todos ellos suculentos manjares, pero también un claro reflejo de la tendencia general a la uniformidad. De eso iba The Champions Burger, de platos cuya apariencia superficial es tan deseable al primer vistazo o story como repetitiva en el paladar. Todo envuelto en frases resplandecientes bajo luces de neón y un ambiente «canalla».

El evento podría estar celebrándose en Nueva York, Londres o Tokio. Todo tiene el mismo sabor, todo tarda lo mismo, y todo es igual de caro

El evento podría estar celebrándose en Nueva York, Londres o Tokio. Todo tiene el mismo sabor, todo tarda lo mismo, y todo es igual de caro –3,5 euros por una caña de Heineken, para más señas–. Pero está celebrándose en Iruñea, en Arrotxapea, tras su paso por Donostia y Barakaldo. Y aunque gran parte de la ciudad lo mira con apatía, hay quienes han decidido que la experiencia bien merece la espera. De hecho, todo el mundo o ha ido o conoce a alguien que ha ido. Probablemente en coche, porque si algo han dejado claro las largas colas y los atascos es, primero, que los organizadores no tenían ni idea de lo multitudinario que se iba a volver el evento y, segundo, que a la gente le gusta mucho desplazarse sobre cuatro ruedas. «La próxima en un polígono», rezaba alguno.

Frente a los puestos adornados con austeridad fake, ahí estaban, o estábamos, miles de personas mirando al reloj con ansias de glutamato, atrapadas en colas interminables mientras se escuchaban las típicas frases: «Qué estrés» y «Aquí hay más gente que en la p* guerra». Todo esto, claro, antes de hincarle el diente a hamburguesas con nombres tan épicos como ‘Gottan’, ‘Dak’ o ‘La Calipso’. También había hamburguesas bañadas en una mezcla imposible de takis, peta zetas, con pan de donuts, o cualquier otro invento que a un chef cool se le haya ocurrido tras demasiadas horas en Instagram grabadas en su retina.

Después de superar la fila kilométrica y recoger el ansiado premio —a 12,5 euros la pieza, por supuesto—, encontrar un sitio entre cientos de mesas era casi una misión imposible. Las prisas por sentarse dominaban la escena, y más de uno levantaba los brazos pidiendo penalti tras perder la última silla. Así que a comer de pie, mientras se intentaba que la lluvia de salsas no arruine la chaqueta con un lamparón. No pudo ser.

En las pantallas, desfilaban los célebres ‘foodies’ que habían aterrizado en la capital vasca para promocionar hamburguesas y dispensar dosis de felicidad prefabricada, al más puro estilo de los gurús de la psicología positiva y la autoayuda. Algunos incluso se habían atrevido a diseñar su propia hamburguesa y ofrecerla en los puestos cuyos trabajadores ofrecían una mueca irónica ante la pregunta sobre las condiciones laborales.

Un mastodonte en el centro

Cada hamburguesa puede ser votada con el ticket, permitiendo así participar en el sorteo de un todoterreno, un auténtico mastodonte expuesto en el centro del evento, que bien podría haber salido de las fantasías del estadounidense republicano medio.

Y aunque el espectáculo que envuelve este fenómeno fue un tanto decepcionante, no es difícil entender por qué tantos se lanzan a estos eventos. Porque, al fin y al cabo, hoy todo en la vida parece reducirse a eso: vivir la experiencia. Y si es con cercanos, mejor. Por cierto, algunas hamburguesas estaban realmente buenas. Quizá, al final, eso sea lo único que de verdad importa.