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La muerte de Nasrallah confirma que Israel ha descabezado a Hizbullah

Israel ha logrado en menos de dos semanas dinamitar las comunicaciones internas y descabezar totalmente a esa organización. Está por ver si «cortar las cabezas de la serpiente» será suficiente para matarla. Con todo, el Estado sionista vuelca el mapa regional y mira ya a los ojos a Irán.

(JOSEPH EID | AFP)

La confirmación de la muerte del jeque Hassan Nasrallah, fundador y líder de Hizbullah, confirma el descabezamiento prácticamente total por parte de Israel de la milicia-Partido de Dios.

Con el bombardeo que arrasó media docena de edificios en Dahiye, gran suburbio del sur de Beirut y feudo de la organización, Israel culmina dos semanas que inició reventando, a base de explosiones de sus buscas y walkie talkies, las comunicaciones internas de Hizbullah, y a las que siguieron bombardeos masivos para vaciar sus apoyos populares en el sur de Líbano y ataques no menos indiscriminados para matar a sus altos mandos.

Una caza a la cúpula de Hizbullah que comenzó en enero con la muerte -¿asesinato? ¿ejecución extrajudicial?- de Wisam al-Tawil, uno de los comandantes de más alto rango del grupo, al que siguieron otros tres comandantes en junio y que, parecía, tuvo su colofón el 31 de julio con la «neutralización» de la mano derecha de Nasrallah y, junto a él, cofundador de la organización Fuad Shukr, alias Sayyid Muhsan.

No era así. Después de que los dispositivos móviles explotaran y mataran a docenas de cargos y milicianos del grupo, dejando un reguero de cientos de mutilados, ciegos y heridos, Israel descabezaba a su fuerza de élite Radwan, a sus máximos responsables de los misiles y drones, y al comandante del frente sur.

Con Nasrallah y otros tantos comandantes de Hizbullah sepultados bajo los escombros de los edificios cuyos túneles albergaban el cuartel general de la organización, Israel confirma el grado de infiltración de sus servicios secretos en un grupo que le hizo morder el polvo en la guerra de 2006.

La organización armada no estatal mejor equipada y más bregada es un queso gruyere en términos logísticos. Lo que, más que decir poco de ella, dice mucho, demasiado, de la «pericia», que no se detiene ante límite fronterizo, humanitario o legal alguno de la «inteligencia» israelí.

La truncada biografía de Nasrallah resume la historia, larga y moderna, del chiísmo libanés. Con 15 años, el joven nacido en la ciudad sureña de Tiro se enroló en el partido Amal, que luchaba contra la atávica discriminación de su comunidad, al inicio de la guerra civil libanesa en 1975.

En 1982 fundó su escisión islamista, Hizbullah, apadrinada por la República Islámica de Irán. En febrero de 1992 sustituyó en el liderazgo del partido-milicia a Abbas Moussavi, muerto en un ataque israelí.

Nasrallah sabía que había firmado su sentencia de muerte. Mucho, 32 años, ha aguantado cambiando de residencia, o de túnel, todas las noches.

Hizbullah lo tendría previsto, pero es cierto que ha quedado tan descabezada -solo uno de su veintena de altos cargos no ha sido “cancelado”- que el golpe es muy duro.

Aunque es pronto para que Israel cante victoria. La terquedad palestina a prueba de bombazos demuestra que toda resistencia a la ocupación es una tarea a largo plazo.

Israel puede aprovechar las horas bajas del llamado “Eje de la resistencia” en Gaza y en Líbano para dar un nuevo golpe de tuerca e invadir el sur de aquel país o puede optar por seguir castigando a Hizbullah y a la comunidad chií libanesa. Puede incluso tentar a otras confesiones libanesas -suníes, cristianos maronitas- a ajustar viejas cuentas.

No en vano, el prestigio de la organización había ido perdiendo peso en los últimos años, sobre todo desde la explosión de sus descontrolados arsenales en el puerto de Beirut en agosto de 2020.

Pero la comunidad chií libanesa llegó para quedarse y no va a renunciar a su presencia e influencia política tras siglos de ostracismo.

Hay rumores de que varios comandantes de la Guardia Revolucionaria iraní habrían muerto al lado del jeque Nasrallah. Y de que el líder supremo iraní, Ali Jamenei, habría sido puesto a «buen» recaudo por miedo a un ataque israelí.

Porque a nadie se le escapa que Teherán es el destinario del mensaje de Israel con la muerte de Nasrallah y con el genocidio de Gaza. ¿Recogerá el guante un Irán internamente débil? ¿O esperará?