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Entrevue
Eider Hormaetxea
Coordinadora del Servicio de Prevención de Adicciones de Etorkintza

«En situaciones de incertidumbre y crisis social las adicciones afloran»

La Fundación Etorkintza celebra su 40 aniversario con la satisfacción de haber ayudado a más de doscientas mil personas a combatir los efectos y consecuencias de las adicciones y con vocación de seguir trabajando en una sociedad diferente, donde la heroína ha dado paso a otros elementos de riesgo.

Eider Hormaetxea. (NAIZ)

Etorkintza surgió en un contexto social difícil, fuertemente marcado por el impacto del consumo de la heroína. ¿Cómo nació el proyecto?

Surge en Bilbao en el 84, y lo hace como respuesta al impacto que provocaban en la sociedad vasca los graves problemas ocasionados por el consu- mo de heroína, y cómo se agravaban estos con la transmisión del virus VIH. Es cierto que surgió en un contexto social complicado, en el que la heroína empieza a llegar a través de las personas jóvenes, sobre todo de clase media y alta, que viajaban al norte de Europa y se habían acercado a su consumo un poco como contracultura, como algo alternativo. Pronto este consumo se empieza a extender a otras capas sociales y constituye un problema no ya solo de orden sanitario, sino también social, en la medida en que los nuevos consumidores, con menos recursos económicos, echan mano un poco de la delincuencia para mantener la exigente necesidad de la droga.

En este contexto, personas preocupadas por esta situación que procedían de diferentes ámbitos, el sanitario, el social, de la comunicación, judicial, de la Iglesia, de la Universidad, alguna empresa, del deporte... empezaron a constituir lo que hoy es la Fundación Etorkintza, que ya desde sus inicios tenía un objetivo claro, la lucha por la salud universal y el apoyo a las personas vulnerables, con especial atención a las personas con problemas de drogas y de juego.

¿Cuál era entonces el perfil de las personas que atendía?

Eran personas muy jóvenes, de todas las capas sociales, con una fuerte adicción a la heroína, con gran deterioro físico y mental, algunos de ellos con contagios por el VIH, y algunos con problemas judiciales.

¿Cuál era la labor que hacían?

La Fundación entendió desde el principio que las respuestas debían ser profesionales y que debían tener un criterio de integralidad y globalidad. Y ya desde el inicio se crearon dos grandes líneas de intervención: por una parte, la prevención, dedicando especial cuidado a la educación; y luego la parte más asistencial. Se creó el centro ambulatorio en Bilbao, en San Francisco, y la comunidad terapéutica en el antiguo balneario de Kortezubi.

¿Es consciente la sociedad actual, sobre todo los jóvenes, del daño que causó la heroína en amplios estratos sociales?

Las personas jóvenes no han vivido lo que supuso la heroína, pero se sigue manteniendo cierto imaginario social de esa época. Cuando trabajamos con las personas adolescentes y preguntamos «¿qué te viene a la cabeza con el tema de las drogas? ¿con qué lo relacionas?», enseguida lo vinculan con la jeringuilla, pero sienten que eso no va con ellos. Está en el imaginario social pero que no es algo que les vincule. Creo que en general en la sociedad se ha producido un proceso de normalización del consumo de todo tipo de drogas. Se ha reducido la percepción de riesgo y se han invisibilizado las adicciones. Afortu- nadamente ya no se ven personas pinchándose en la calle, y el consumo de drogas no está vinculado a la delincuencia como en los 80, aunque creo que se sigue manteniendo un fuerte estigma hacia las personas drogodependientes.

¿A cuánta gente ha atendido Etorkintza en estos 40 años?

A través de todos los servicios y programas, a unas 207.000 personas. Si nos fijamos en la parte preventiva, hemos trabajado con 305 centros educativos, con alrededor de 4.500 profesores y profesoras, y hemos llegado a 130.000 alumnos y alumnas, básicamente de Bizkaia. Hemos intervenido en el servicio de atención a unas 3.000 personas adolescentes y jóvenes con problemáticas de adicción y de salud mental; a unas 9.000 personas adultas relacionadas con problemas de adicción y de salud mental; a 2.400 personas con problemas judiciales, a 851 mujeres en situación de riesgo... Son cifras importantes.

¿Cómo ha evolucionado la Fundación en el ámbito de los recursos e infraestructura?

Hoy en día contamos con una infraestructura mucho más amplia; un local de prevención; un centro de tratamiento para adolescentes con comportamientos de riesgo y sus familias; un centro de tratamiento para adultos; un centro de día para personas en riesgo de exclusión social; varios pisos... Y seguimos manteniendo el centro de tratamiento residencial en Kortezubi. El equipo profesional también lo hemos ampliado mucho, actualmente somos 77 personas, integrado por una junta de patronato, un equipo profesional y un equipo de voluntariado.

¿Y cómo es el trabajo que desarrollan en la actualidad?

En estos años hemos avanzado significativamente en la atención a personas con adicciones, pero nos queda mucho por hacer. Debemos seguir atentos y atentas a las nuevas necesidades y darles cobertura. Sigue habiendo necesidades que no están suficientemente atendidas en algunas personas o colectivos. Por ejemplo, en personas que viven en áreas rurales dispersas y tienen dificultades para acceder a los recursos sociales y sanitarios, o en mujeres en situación de alta vulnerabilidad, que además de presentar una adicción están expuestas a la violencia machista. En jóvenes con conductas de riesgo hacia ellos mismos y hacia la comunidad, con consumos elevados de distintas sustancias, y a veces con patología mental asociada. También nos preocupan las personas de origen extranjero en situación grave de exclusión social, localizados en nucleos urbanos, que viven en la calle, y con cierta imposibilidad de acceso a algunos recursos sociales y sanitarios.

¿Qué tipo de adicciones son las más comunes hoy en día?

Los más comunes siguen siendo los problemas relacionados con el consumo de drogas, seguido del juego patológico y el juego online. Y cada vez nos preocupan más las problemáticas vinculadas al uso excesivo de las tecnologías. Esto es un reto que tenemos ahora y probablemente un reto futuro.

¿Sobre todo entre jóvenes?

El uso excesivo de las tecnologías y todo lo que podemos hacer con ellas, redes sociales, compras online, juego online... están generando diversas problemáticas y una gran alarma social, en la que Etorkintza lleva muchos años interviniendo, desde la parte más preventiva hasta la parte asistencial. Pero es un fenómeno que no solo afecta a las personas adolescentes o a la infancia, afecta a toda la ciudadanía, y en todos los ámbitos de la vida. En la parte laboral, en la académica, la familiar, la personal... Y probablemente será uno de los principales retos a abordar en el mundo de las adicciones.

Mencionaba que en cierto modo se ha normalizado el consumo de las drogas, quizá porque ya no existe esa imagen impactante de la jeringuilla. ¿Es peligroso que la gente no sea consciente de lo que pueden implicar las drogas?

Se ha normalizado, se ha extendido el consumo de drogas, se ha reducido la percepción de riesgo y eso es un factor de riesgo como tal. No hay que olvidar que el alcohol y el tabaco continúan siendo las sustancias más consumidas por la población en general y que son las que más enfermedades generan. También nos preocupa la normalización del consumo de cannabis, sobre todo en personas muy jóvenes. Y no tan jóvenes también, estamos viendo a personas de unos cuarenta años, padres de familia, con una responsabilidad, que siguen manteniendo ese consumo. Nos preocupa la normalización de consumo de cannabis en la población joven por la vinculación que tiene con problemas de salud mental. El de los psicofármacos es otro tema importante a traer aquí, porque se ha detectado un consumo importante de psicofármacos en personas muy jóvenes y en mujeres de todas las edades. Y nos preocupa la normalización y el inicio del consumo de bebidas energéticas en edades muy tempranas, en niños y niñas a partir de 9, 10 años. También nos preocupa el binomio entre el consumo abusivo y dependencias de drogas y la violencia machista contra las mujeres. Ese es otro reto a abordar.

¿Qué importancia tiene el trabajo de prevención en el ámbito educativo?

Es importantísimo poner el foco en la prevención, pero no solo en el ámbito educativo, la escuela no puede ni debe abordar todas las problemáticas sociales, no debemos derivar todo a la escuela. Debemos pensar en recuperar los programas de ámbito más comunitario, donde se desarrolle la prevención de manera integral, con distintos agentes sociales y comunitarios. Hay que integrar la prevención en las agendas, hay que hacer que la prevención se considere una obligación y no un privilegio, entenderla como una inversión más que como un gasto.

¿Las situaciones de incertidumbre social, económica, tienen impacto en las adicciones y en el consumo de determinadas sustancias?

Sí, sin ninguna duda. Ante determinadas crisis la salud mental de la ciudadanía empeora y las adicciones afloran. Tras la pandemia de covid el consumo de psicofármacos aumentó muchísimo, principalmente en personas adolescentes y jóvenes, y en mujeres de todas las edades. Está comprobadísimo que ante situaciones de crisis e incertidumbre las adicciones afloran.