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El independentismo se prepara para el futuro inmediato en Puerto Rico

Las elecciones estadounidenses también se celebraron en Puerto Rico. Aunque no votaron por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, sí eligieron el gobernador de la isla y otras instituciones. El candidato independentista, Juan Dalmau, quedó segundo, un resultado que marca el fin del bipartidismo.

(Jaydee LEE SERRANO | AFP)

Si alguien nos hubiera dicho en 2015 que nuestro candidato obtendría el 33% de los votos, le habríamos dicho que estaba loco», asegura Calixto Negrón, jefe de campaña del Partido Independendista Puertorriqueño. Hace ocho años, la candidata del PIP obtuvo 33.000 votos, el 2%. El 5 de noviembre, el líder de este partido, Juan Dalmau, logró once veces más votos que en 2016, y con un 32,66%, quedó segundo, solo por detrás de la derechista Jennifer González Colón.

Las encuestas de los días previos llegaron incluso a indicar la posibilidad de una victoria de Dalmau, pero al final la candidata estadista (favorable a que Puerto Rico se incorpore totalmente a EEUU como un estado más) obtuvo 75.000 votos y casi siete puntos más que el independentista.

El periodista y representante de la asociación Boricuas Unidos en la Diáspora, Alberto Medina, reconoce que «el sueño no se cumplió esta vez, pero se avanzó mucho. Hemos ido del 3% al 14% en 2020, y al 33% esta vez. Es un avance drástico e histórico, teniendo en cuenta que la elección fue muy competitiva y que se desplazó al Partido Popular Democrático, que todavía defiende el estatus colonial, a un tercer lugar».

El hartazgo social tras el desastre del huracán María, la imposición de la Junta (designada desde Washington por el Congreso) para controlar las finanzas el país, estallaron en julio del 2019, cuando salieron a la luz los audios en los que el gobernador, Ricardo Rosselló, se burlaba del propio pueblo puertorriqueño. La revuelta provocó su dimisión, y la ascensión de dos partidos al tercer y cuarto puesto en los comicios 2020, con un peso similar del 14% cada uno. Cuatro años más tarde, el Movimiento Victoria Ciudadana y el Partido Independentista se coaligaron en la Alianza de País, que ha logrado romper con el bipartidismo imperante desde que se formara el Estado Libre Asociado en 1948.

«Este proceso no empezó ahora, empezó en 2020, y hemos ido acortando distancias. Había dos competidores que siempre han tenido todas las condiciones favorables», afirma Negrón, en alusión a la prohibición de tener legalmente una fórmula de coalición, lo que ha dificultado en parte el voto, aunque están muy satisfechos con el resultado. «Dos partidos distintos hemos conseguido dejar de lado nuestras diferencias y fijar objetivos comunes para tener una visión particular como país», señala.

La Alianza ha logrado romper la resignación con la que se vivían las elecciones en Puerto Rico, que a efectos prácticos sigue siendo una colonia sin soberanía, donde la decisión final depende de un Congreso y de un presidente en Washington que los boricuas no pueden elegir. «Rompimos con una dinámica tradicional, insertamos alegría y nuestro propio discurso, hacía tiempo que no se conglomeraba tanta gente», recuerda Negrón en referencia al Festival de la Esperanza, el acto final de campaña que congregó a más de 50.000 personas.

El cambio habido va más allá de los números: «También hubo un salto cualitativo. Se logró la inserción en proceso electoral de nueva generación que había estado apática, y que sirvió de inspiración a otra generación que votaban de manera automática PNP o PPD. Echaron de lado el miedo para apoyar a Juan Dalmau y a los candidatos de la Alianza».

En cualquier caso, «una golondrina no hace verano», advierte Medina, que subraya que no se puede interpretar que le bipartidismo haya desaparecido definitivamente, «pero sí que ha quedado muy debilitado». Recuerda, además, que, a pesar del enorme avance, «el resultado a corto plazo es decepcionante, porque significa la victoria de Jennifer González, aliada de Donald Trump. Quizás aliada es decir demasiado, ella lo apoya, no sé si Trump sabe quién es ella. Pero sus políticas serán muy dañinas».

Por ahora, la Alianza solo ha obtenido un congresista en la Cámara de Puerto Rico, aunque esperan que, al activarse la ley de minorías, puedan llegar a tener hasta cuatro representantes más.

Cifras aparte, a partir de ahora comienza el reto de mantener el espíritu vivo para mostrar que las propuestas progresistas e independentistas son factibles. «Ambas formaciones tienen que sentarse a evaluar y fortalecer aún más los propósitos de la Alianza. Incluso auscultar que se unan otros sectores cívicos y sociales. El reto es que se mantenga viva esa llama, que entiendan que se logró un gran salto. Que la posibilidad en el próximo reto electoral la victoria y ahora la victoria es más cercana».

La disyuntiva de la alianza también se refiere al estatus de la isla

Pese que la candidatura a la Gobernación estuvo encabezada por Dalmau, su discurso se centró en el día a día más que en el estatus. «En estas elecciones no se votaba por el estatus, sino por un Gobierno limpio y eficiente«, recuerda el PIP. Sin embargo, una vez más hubo una consulta no vinculante para preguntar sobre el estatus, pero esta vez saltó la sorpresa: la opción de la independencia, que apenas había sobrepasado el 5% en los últimos plebiscitos, llegó hasta el 33%.

«La teoría de no hablar tanto de independencia puede haber funcionado, ha atraído a mucha gente. Pero, por otro lado, el independentismo saca más de un 30%, más que la libre el estado libre asociado con soberanía», dice Medina. Y eso sin que los independistas hicieran campaña. «Hicimos llamado a papeleta en blanco, porque no tenía consecuencia práctica», al ser una consulta organizada por el gobernador sin negociar ni en la isla ni en Washington. Pese a todo, uno de cada tres votos fue por la independencia: «La inmensa mayoría de ese voto es de gente joven, sin prejuicios ni temores. Uniendo los votos independentistas a los de la libre asociación, suman el 46%, y con las papeletas en blanco, es más que la estadidad».

El independentismo de la diáspora coincide. «Hay una sed de cambio, 170.000 dejaron papeleta en blanco, porque les parece absurdo votar en referéndum no vinculante. Ese voto, si no independentista, es antiestadista. Hay un 40% o más del país que tiene esa visión», incide Medina.

La situación de Puerto Rico es diferente a la de Euskal Herria u otros territorios sin soberanía. Pertenece a Estados Unidos y son sus normas federales las rigen en la isla caribeña, pero no es parte de ese país. Y aunque muchos puertorriqueños quisieran integrarse por completo como un estado más, esa opción es absolutamente rechazada en el Congreso. «Durante años el Gobierno de EEUU tuvo cerrazón con el estatus, ni siquiera aceptaba sentarse. Promovieron el statu quo, el Estado Libre Asociado, para contener a un independentismo en crecimiento. Encarcelaron a independentistas, predicaron la bondad de los EEUU y nos hicieron creer que sin ellos no somos nada», dice Negrón.

Esa visión ha dado paso a la dura realidad colonial que pocos ponen en duda. Si el tema apenas se ha movido durante el mandato demócrata, menos lo hará un Donald Trump que no ha ocultado el rechazo que le produce la nación caribeña (en 2019 llegó a consultar a los abogados de la Casa Blanca si era factible el «trueque» de Puerto Rico por Groenlandia).

Para los independentistas, es importante que «los líderes estadounidenses digan la verdad, que es lo que piensan». Es la única manera de que los estadistas vean que esa opción «no va a llegar. A mí no me van a hacer caso -dice Medina-, los únicos que van a convencer a los estadistas son los políticos estadounidenses».

La fórmula que se ha propuesto en los últimos meses es crear una Asamblea de Estatus en la isla para ir a negociar después a Washington. Cada delegado definiría su fórmula, y una vez definida, irían a negociar a Washington. «Dirían al Congreso y a la Casa Blanca: ‘Vean, diferimos en el resultado, pero ustedes tienen que reaccionar. ¿Cuál de las fórmulas es viable?’. Culminada esa negociación, se regresa para que se vote por fórmulas reales y el compromiso del Gobierno de EEUU de dar viabilidad a lo que se decida», detalla el proceso Negrón.

Paradójicamente, los aliados tradicionales de los estadistas, los republicanos de EEUU, son quienes más se oponen a que la isla forme parte de la Unión. «La estadidad no es viable porque no quieren un estado hispano con nacionalidad distinta», afirma el director de campaña del PIP. Con los últimos resultados, esa opción de asimilarse a EEUU es aún más remota, en opinión de Medina: «No concederán, incluso si no hubiera mayoría republicana, y menos si ven un 45% que quiere libertad. Sería un desastre admitir a un estado en el que una importante minoría no desea integrarse en EEUU».

Por ahora, el resto es establecer la Asamblea. «Hay que lograr un proceso serio que atienda tema del estatus y tendremos la encomienda de educar sobre la fórmula. Estamos seguros de que tendremos aún más apoyo», dice el PIP.

Cualquier cambio de estatus pasa por el Congreso de Washington, pero a diferencia de la estadidad, la independencia ha conseguido un fuerte aval en estas elecciones. «En el momento en que haya reclamo fuerte por la independencia, aunque técnicamente el Congreso tenga la palabra, se le hará imposible decir que no a los demócratas. Y los republicanos verían el cielo abierto, se deshacen de lo que muchos ven como una isla de basura. El hecho de que un 40% quiera soberanía, es un gran avance, lo que muchos vemos como inevitable, sostiene Medina.

Por ahora, el PIP aboga por seguir fortaleciendo la Alianza de País, para llegar a «gobernar y administrar bien el país». Después, la única opción es la independencia y la soberanía, en amistad y cooperación con Estados Unidos, con una negociación para llegar a un acuerdo beneficioso para ambos países.