Iñigo Moreno Lara | Abogado

Las madres irían solas

Es de cajón; cuando alguien encuentra en un sitio la solución a sus necesidades, acude allí con confianza y voluntariamente. Así ocurre en la vida real.

Nadie va a un comercio con «orden de búsqueda y captura», y con la obligación de «adquirir», a altísimo precio, una mercancía defectuosa. Es una situación inimaginable, en la vida real.

Sin embargo, –en su mundo–, de ese modo actúa la Justicia española obligando a las madres españolas (al precio de perder a sus hijos) a una justicia «injusta, defectuosa».

La justicia de España, está tan ciega, que aún cree que las madres de España no se han transmitido unas a otras que la administración de Justicia española ofrece un pésimo servicio a las madres con hijos menores de edad; que las persigue con ordenes de búsqueda y captura y detención; que las estigmatiza públicamente como delincuentes; que las imputa delitos que suponen años de cárcel; y que sólo se queda quieta cuando mira para otro lado para no ver lo que está pasando desde hace varios años en el lado de los varones; es el reinado del terror, cuyo origen está en la justicia española les quitará lo que más quieren: sus hijos.

Si alguien piensa que estoy hablando del actual caso de Doña Juana Rivas, se equivoca. Ese es el caso más reciente, pero no será el último. Tampoco ha sido el primero.

En estos quince últimos años he visto situaciones semejantes. Muchas; y todas ellas han sido crueles, injustas e ilegales. Unos ejemplos de la vida real (he cambiado los nombres por supuesto):

A Marta le dieron el premio de la Defensa de la Lucha contra la Violencia de Género 2015, y se lo entregó el mismísimo Presidente del Gobierno. Al mes siguiente, ingresaba en prisión, con enorme desamparo de su hija Macarena. ¿Quién la querelló?, su exmarido, condenado por el Tribunal Supremo a dos años de cárcel por maltrato. Nunca ingresó en prisión.

A Asunción le arrebataron a su hija Rocío dos guardias civiles, que la sacaron de su colegio a rastras delante de todas sus amiguitas de diez años de edad, la Justicia española la separó de su hermano de 5 años... para siempre.

A Inmaculada le quitaron a su hujo Jaime (13 años de edad) para que asistiera a una procesión nocturna de Sevilla. También lo separaron de su hermano de 10 años, Daniel. Aquel Juez machista fue llevado ante la Justicia, por aquel hecho y fue condenado por el Tribunal Supremo, y dejó de ser Juez. Sin embargo, recibió homenajes de sus muchos colegas jueces que hicieron colectas para pagar indemnizaciones y condenas; sigue dando clases; y un amigo suyo –famoso periodista de tirada nacional– llamó «ganado ovino» a los cinco magistrados del Tribunal Supremo que condenaron a aquel su amigo Juez. Ningún fiscal lo denunció por injurias graves con publicidad.

A María Angustias la llevaron detenida al calabozo por llevar a un juzgado de Violencia Contra La Mujer, las fotos sangrantes de su hijo de siete años por los golpes que repetidamente le fue propinando su padre a quien una juez había otorgado la custodia porque... «no había riesgo». Al golpeador no le abrieron proceso alguno; a la madre la acusaron por «sacar fotos».

Micaela perdió a su hijo Sebastián pocos días antes de nacer a resultas de los golpes recibidos de su exmarido Saúl; lo querelló por maltrato y lesiones al feto. A ella, subalternos del juzgado, le impidieron por la fuerza que pudiera ratificar la querella que fue sobreseida. El –tras quedarse por la cara con el negocio común– sigue libre y ella y su segunda hija aterrorizadas.

Ciertamente, estoy seguro de que las madres de España con hijos menores de edad irían solas a los jzgados si supieran que les igan a despachar Justicia de la buena, que las iban a escuchar, y que las iban a proteger.

Por cierto, es una aspiración a la que tienen derecho.

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