Un consenso a la altura del reto educativo, del país e histórico

Es mucho más que eso, pero el parlamentario del PP Carmelo Barrio lo resumió bastante bien: el acuerdo vasco sobre la educación consiste en impulsar el euskara, limitar la concertación y primar la enseñanza pública. En esos puntos hay un consenso tan grande que lo apoya más del 90% de los representantes del Parlamento de Gasteiz –todos menos PP, Cs y Vox, el denominado trifachito–. Ese nivel de apoyo resulta inaudito en general en este tema, en estos tiempos y en la política vasca. Un consenso así es un sueño político, y a la vez el resultado de un trabajo serio y riguroso, a la altura del reto.

Las diferencias entre las fuerzas vascas que han firmado el pacto son evidentes y han estado sobre la mesa hasta el último minuto. Estas perspectivas no van a desaparecer en adelante, ni siquiera cuando se apruebe la ley. La educación reglada es el principal medio por el que se reproduce el sistema y se desarrollan las visiones generales sobre una nación y su estructura; un ámbito políticamente muy relevante y a la fuerza conflictivo.

Sin embargo, desde el principio del proceso, ha habido entre los partidos un diagnóstico bastante compartido sobre los valores y límites del modelo actual, sobre los retos que van a llegar en unos pocos años, sobre los problemas de la inercia actual y sobre el carácter estratégico de la educación para un país pequeño y una cultura frágil como la vasca. Ha existido una voluntad clara de llegar a un acuerdo de país. Y aun así, no era sencillo.

Ventajismo ridículo o trabajo eficaz

Se podían haber reproducido esquemas del pasado en vez de proyecciones de futuro. Tristemente, esta misma semana PNV y PSE han hecho bloque con el PP para difamar a la izquierda vasca diciendo que apoya la invasión rusa de Ucrania, lo cual es mentira, y exigiéndole un alineamiento imposible con la OTAN. ¡Que Euskal Herria votó no! Por otro lado, el ardor en favor de la resistencia popular armada del establishment vasco es chocante. Luego llegaba la traición del PSOE al pueblo saharaui y se destapaban las contradicciones de los falsos moralistas. Gracias al trabajo serio, estas tendencias tramposas no han alcanzado al pacto por la educación.

Lo cierto es que, tras las legislaturas perdidas de Urkullu, el PNV no puede seguir gestionando sin legislar en serio sobre los pilares de un país que se le está quedando en la carcasa y a merced de todo tipo de tendencias generales. La izquierda soberanista no puede esperar a que le llegue el turno de gobernar para dar los cambios que garanticen la supervivencia y el desarrollo del país. El PSE no se puede borrar de los debates vascos a la espera de que llegue el veto de Madrid. EP-IU no puede ser una sucursal ni un delegado. Paradójicamente, un trifachito marginal bien puede esperar la llegada del caballo blanco de Santiago, a que gane la derecha o a que pierda el PSOE en Madrid. Y siempre les quedará la judicatura.

Comunidad, autonomía y experimentalismo

El acuerdo legislativo es muy importante, pero la unidad básica de la educación es la comunidad y es ahí donde este proyecto tiene un mayor potencial. Ese marco comunitario se puede escalar desde un centro educativo hasta una nación, pasando por un pueblo o una comarca. Es importante que el proyecto contemple como eje a la comunidad educativa, a esas comunidades.

Es crucial que las administraciones vascas se comprometan a invertir en educación; que cumplan con el compromiso colectivo que tiene la sociedad para el desarrollo de la cultura y la lengua vasca; que no permitan la segregación ni los prejuicios, que defiendan la igualdad; que sean exigente en los objetivos y en las condiciones que establecen; que promuevan la autonomía; que no ahoguen al sistema en burocracia; que atiendan a las necesidades de los y las estudiantes, a las preocupaciones de las familias; que acompañen en los retos a los docentes, que les doten de recursos; que investiguen y experimenten, porque las dimensiones del país lo permiten; que favorezcan una educación crítica y emancipadora, que le de a la juventud una perspectiva, las competencias y el conocimiento para sobrevivir y vivir en un mundo y una época convulsas como pocas.

Se han puesto unas buenas bases para lograr una educación a la altura del momento histórico y de las capacidades que tiene la sociedad vasca. Claro que hay que cumplir lo firmado, que no siempre pasa. Pero eso ya llegará. Ahora hay que celebrar el acuerdo y valorar su potencial general para la política vasca.

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