Quizá sea un poco exagerado el término «universidad». Los responsables de Zirkozaurre lo definen como «centro de creación y vivero de artes circenses» y eso es exactamente lo que hemos visto en nuestra visita a este amplio espacio –cerca de mil metros cuadrados– situado en la península de Zorrotzaurre: jóvenes creando espectáculos, ensayando y aprendiendo, con la esperanza de llegar a mostrar sus creaciones al público.
La historia de Zirkozaurre comenzó hace cuatro años, pero sus antecedentes se remontan a 1999, cuando Gorka Pereira coincide con Xabi Larrea y juntos deciden convocar una quedada de malabares en la Plaza Nueva, que se repite todos los jueves. En el año 2000 el gaztetxe Kukutza les cede un espacio y allí trabajan durante los siguientes diez años, con el nombre de Koblakari. Pasan luego, tres personas, a impartir cursillos y preparar espectáculos en un local alquilado al efecto, y finalmente, ya como asociación Zirkozaurre, se traslada al edificio que ocupan actualmente en Zorrotzaurre, que no es otro que la antigua fábrica de galletas Artiach.
Abandonada durante algún tiempo, la antigua fábrica de galletas ofrece amplios espacios en sus tres plantas, pero ha exigido mucho trabajo de acondicionamiento para poder prestar a sus usuarios los servicios de una escuela de artes circenses. Hoy mismo, Gorka y un compañero suyo se afanan en tapar con silicona algunos resquicios por donde han descubierto que se filtra el aire en la sala de yoga aéreo. Todos los días surge algo qué hacer, un plus al trabajo habitual del centro, inaugurado el pasado 26 de noviembre con presencia de Cristina Uriarte, consejera de Cultura del Gobierno de Lakua.
Ya desde 2013 Zirkozaurre es un centro apoyado por el Ejecutivo de Lakua dentro del programa Fábricas de Creación, gracias al cual desarrolla el programa de residencias artísticas Haztegi, proyectado para impulsar la profesionalización del sector.
«En Zirkozaurre –señala Inés Delgado, gestora del centro– trabajamos en tres áreas principales; la Escuela de Circo Amateur, el Vivero de Compañías de Circo Haztegia y el Servicio de Mediación. Acrobacia, danza aérea, clown, diferentes modalidades de yoga, malabares, pilates, flexibilidad… son algunas de las disciplinas que impartimos. La parte formativa se completa con la propuesta a varias compañías consolidadas de realizar residencias artísticas en el centro, de manera que además de formarse y ensayar puedan compartir y crear sinergias con otras compañías».
En el segundo apartado, Haztegia, se trata de una convocatoria anual en la que se seleccionan cuatro compañías vascas, una del Estado español y un grupo amateur para que puedan aprovechar toda la infraestructura y medios de Zirkozaurre para dar forma a su proyecto. Y en cuanto a la mediación, responde a la necesidad de difundir fuera de Zirkozaurre, y rentabilizar si es posible, el trabajo que se desarrolla aquí dentro.
Más de 2.000 personas anualmente
Pero en la antigua fábrica de galletas no solo tienen sitio los profesionales. Las puertas están abiertas también para los amateur del sector y la ciudadanía en general, con talleres para familias y niños de quince meses en adelante. Más de 2.000 personas pasan anualmente por aquí, con una media de 150 alumnos por curso y 18 talleres por curso. Ya llevan impartidas diez masterclass y diez compañías han disfrutado de residencia artística en Zirkozaurre, utilizando su zona diáfana de 400 metros para acrobacias aéreas o su escenario de 9x7 metros de superficie para mostrar el resultado de su trabajo.
En el futuro inmediato, el objetivo es consolidar el centro bilbaino a nivel internacional, con el ingreso en Circostrada, la red europea de artes de calle y circo contemporáneo, que cuenta a día de hoy con 65 miembros en 22 países del continente.
¿Tiene futuro el circo en Euskal Herria? Inés tiene claro que sí. Y presente también. El nivel artístico y técnico es cada vez más alto y ello se observa en el protagonismo cada vez mayor de grupos locales y números de circo en los espectáculos de calle que se ofrecen en nuestros pueblos y ciudades. Y se puede vivir de ello, aunque sin alharacas. Al menos Gorka lo ha conseguido, combinando su trabajo puramente artístico con la impartición de talleres y clases, y sin abandonar en ningún momento el entrenamiento y la formación personal
Entrenamiento, eso es precisamente lo que está haciendo en la impresionante sala de acrobacias aéreas Maider Yabar, que junto a una compañera se desplaza con agilidad hacia arriba, hasta casi el techo, envolviendo su cuerpo en las telas colgantes. Maider, donostiarra, se enamoró del circo muy niña, cuando presenció por primera vez un espectáculo del Cirque du Soleil. «Cuando vi las acrobacias aéreas, me dije ‘eso quiero hacer yo’, y hasta hoy». Acompañada por la música, la pareja compone figuras y realiza movimientos armónicos y sugerentes, que exigen no solo sensibilidad, sino un derroche de fuerza física. Al volver a pisar suelo, los músculos de su brazo se perciben tensos y duros.
En otra sala, más pequeña, un chico y una chica se ejercitan en el yoga aéreo. Aquí todo es equilibrio y silencio, apenas rasgado por los movimientos respiratorios a un metro del suelo. Un poco más alla, una compañía ensaya con los malabares, que llevan una luz eléctrica en su interior y se encienden y apagan creando un llamativo efecto de contraste sobre el fondo negro. Y en otra de las dependencias, varios jóvenes declaman los textos que les ha proporcionado la profesora; primero los leen en orden consecutivo, luego los mezclan a dos voces, a tres… Zirkozaurre bulle de vida, la vida del circo.