«Los familiares sabemos que nos utilizan para hacerles daño a los presos»
Ugaitz Errazkin está en Fresnes y Beñat Aginagalde en Jaén, por lo que Urtzi Errazkin y Mayi Ugartemendia sufren en primera persona lo que detalla el informe de Etxerat sobre los costes económicos de la dispersión. La entrevista comienza por ahí, pero pronto deviene en conversación con vida propia porque hay tantas historias que contar como kilómetros.
La sede de Etxerat en Hernani está en ebullición pese a ser primera hora de la mañana de un caluroso miércoles de agosto. Y es que para los familiares de presos no hay vacaciones, y si las hay, suele ser cerca de allá donde en una peculiar lotería Madrid y París han decidido ubicar a sus allegados. Ugaitz Errazkin, el hermano de Urtzi, está encerrado en Fresnes, así que este año han pasado unos días a la orilla del Sena y se han acercado a Futuroscope; Beñat Aginagalde, hijo de Mayi, acaba de volver a Jaén tras un paréntesis en Madrid por trámites judiciales, de modo que la única escapada con que sueña por ahora su madre es esa visita al sur de Despeñaperros. Empezamos hablando de los viajes, ese tormento en torno al que gira toda la vida de los familiares. Luego, la conversación fluye por sí sola.
Urtzi ERRAZKIN: Para llegar a Fresnes hay diferentes opciones. La mejor es el tren, pero el precio varía mucho: puedes conseguir billetes en 60 euros o bien que el viaje te acabe costando 600, como nos ocurrió una vez. En avión pasa otro tanto; pueden ser 100 euros, pero los familiares de Xabi Goienetxe, uno de los últimos detenidos, tuvieron que gastarse 1.100 euros si querían verle cuanto antes. ¿El coche? Cuanto menos, mejor, por el peligro y por el cansancio que conlleva; en ese caso te cuesta unos 300 euros entre la gasolina y los peajes.
Mayi UGARTEMENDIA: Sale más barato si compras el billete con tiempo, pero claro, son nominales y luego ya no los puedes cambiar; si te pasa algo, una enfermedad o lo que sea, lo pierdes. De todos modos, a Jaén hay que bajar en coche. Ir en transporte público es una odisea. Aunque cuando me ha tocado he llegado, ¡acostumbrada a los trasbordos en París, estás capacitada para recorrer ya todo el mundo mundial! Son 800 kilómetros desde casa. Y uno de los problemas son las horas de las visitas, las pone la cárcel en este caso. Así que si te toca a las 9 de la mañana, tienes que viajar la víspera. Si es a las 5 de la tarde con cristal, y puedes colocar después un vis familiar a las 7, ni tan mal. Luego duermes allí, claro. Hay un par de hoteles a 50 euros la habitación; no son baratos, pero...
U.E: En Fresnes tenemos suerte. Podemos dormir donde las monjas, por 28 euros cada uno, y allí nos reunimos todos los vascos. A diez minutos andando de la cárcel.
M.U: Sí, cuando Beñat estaba en Meaux, alguna vez pasé noche allí, pero luego me costaba dos horas y media llegar hasta la cárcel. Está muy bien lo de las monjas, sí, pero es la excepción.
U.E: En nuestro caso solemos ir en coche a Dax y coger allí el tren. Y ya en París, Montparnasse, autobús a Porte d’Orleans y otro autobús de allí a Fresnes. Ahora solo ponen a veces el tren de noche, que cogías a las 19.00 del viernes y llegabas en doce horas. Muy justo y con mucho estrés, un par de veces incluso perdimos la primera visita, pero estaba bien. Cuando no hay esa opción, tenemos que ir de víspera. El lío añadido es el sistema de visitas. Los fines de semana puedes llegar a acumular tres de 30 minutos, pero separadas; o sea, entras, haces la primera, sales, entras, haces la segunda, sales, te vas a comer, entras, haces la tercera y te vas ya. Desde las 8.00 de la mañana hasta las 15.30-16.00. Por otro lado, en el locutorio no caben más de dos personas y en verano hace un calor infernal. En la última nos caían gotas y a los niños hubo que quitarles la camiseta; el pequeño de cuatro años se nos puso malo, estuvo con fiebre el día después, con un punto de deshidratación.
M.U: Hace mucho calor, sí. Aunque Beñat llegó a tener un pequeño frigorífico...
U.E: Pues a mí lo que más me impactó esta última vez es que entramos con una botella de agua, que es lo único que permiten, muy fría. Tan fría que hasta tenía una especie de escarcha. Y Ugaitz se la puso enseguida en la cara, le daba un gusto... Luego nos explicó que allí no tienen absolutamente nada frío, todo se lo dan templado o caliente. Es absurdo, pero Fresnes es una prisión muy antigua, que incluso usaron los nazis, y allí nunca cambia nada.
M.U: A mí lo que más me quema de Jaén es el trato. En Madrid ha sido otra cosa, pero allí todo son pegas para los familiares. Siempre están igual: ‘Pues no aparece...’ O ‘¿no vendrá a la visita que ya ha pasado, no?’. Un ejemplo: hace poco llevé una bolsa bastante pesada y me dijeron ‘hoy no toca, solo primera y tercera semanas’. Les pedí que me dejaran tenerla allí y, por supuesto, dijeron que no. Así que vuelta a casa con el bolsón.
U.E: Mayi, me ha llamado la atención que digas que en Madrid se estaba bien, pero sí, es así. Más lejos, ya vuelves machacado física y síquicamente, y eso en un fin de semana, que para cualquier otra persona es el periodo de descanso. Siempre pienso lo mismo: si nosotros acabamos así, ¿cómo acabarán los niños? Eso es lo peor.
M.U: A un niño no le puedes meter en una furgoneta de Mirentxin, por ejemplo. Hay que hacer paradas, van molestos, atados todo el tiempo... Y todo eso ¡para poder ver a su padre!
U.E: Ya he hablado antes del pequeño. Pero en el caso del mayor, que tiene once años, en la ikastola me dicen que se le nota tanto la semana que va a tener visita como la de después, que no es el mismo. Aparte de las clases que pierde, claro: el viernes entero, o el jueves también si es que vamos cuatro personas y tenemos que hacer dos visitas, porque entonces son el viernes y el sábado.
M.U: Lo peor son sin duda los niños y las personas mayores, deberíamos hablar más de eso. Mi madre tiene 84 años y su gran problema es no poder ver a Beñat más veces. Ha ido a Jaén, pero una vez al año más o menos. «Si estuviera más cerca...», no dice otra cosa. También los amigos, ¿eh? Tal y como están las cosas, algunos no tienen trabajo, o si lo tienen, es precario. Así que no tienen dinero. O han tenido familia y no pueden ir tanto como quieren... Termina siendo también un cargo de conciencia para ti.
U.E: Sí, aunque tú no vayas ese fin de semana a la visita, siempre estás pendiente de ver si habrán llegado y vuelto bien... Un familiar de uno de los que salió con la sentencia de Estrasburgo me contaba que tras 26 años ahora se daba cuenta realmente de hasta qué punto siempre tenía la mitad de la cabeza ocupada con la cárcel, y la tranquilidad que sentía ahora, el peso que se habia quitado de encima. No había más que verle la cara, parecía otra persona. De todos modos, nuestras cavilaciones no son nada comparadas con las suyas allá dentro. Es normal que a veces te digan «no vengáis». Hasta que no apareces en el locutorio, no saben siquiera si has hecho bien el camino, y es entonces cuando les notas en la cara que se tranquilizan. Y después ya están esperando a la llamada del día siguiente para saber si has llegado a casa bien, sin parar de darle vueltas a la cabeza.
M.U: Se cabrean mucho con los traslados, cuando llegas a la cárcel y te dicen ‘no, pues su hijo ya no está aquí’. Y eso que la gente enseguida se telefonea mutuamente en cuanto se entera de algún movimiento, para avisar cuanto antes. Mira, a Beñat justo lo movieron ayer de Madrid a Jaén. Ahora tengo que esperar a ver cuándo me dan el vis, porque eso tiene prioridad total. Mientras tanto no voy a hacer planes de nada, a ver...
U.E: Los mueven continuamente, no ya de cárcel sino de módulo. Ahora la dispersión no es solo que estén en un montón de cárceles, sino que dentro de cada cárcel van cambiando de módulo una y otra vez y eso obliga a cambiar todas las visitas. Dificulta todo.
M.U: Igual algunas cosas pueden parecer tonterías vistas desde fuera, pero por ejemplo ahora hay una sentencia que dice que es posible sacarse fotos con los familiares en las visitas con cámaras desechables, y aun así no lo permiten. O lograr que tengan un E-Book para leer sin estar siempre con los libros, Beñat no lo ha conseguido.
U.E: ¡Si en las cárceles francesas hasta está prohibido tener relaciones sexuales! Yo ya les digo en broma que entonces el hijo de Ugaitz debe ser del Espíritu Santo. En fin...
M.U: La sensación es que dentro casi todo va a peor. Y que fuera los que peor lo pasan, insisto, son los niños y las personas mayores.
U.E: Está claro. La dispersión está pensada para hacer daño, y a los familiares y amigos nos utilizan para presionarles a ellos. Nos condenan a nosotros, pero sabiendo que así el daño se lo hacen a ellos.