EDITORIALA
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Alternancia tradicional en Madrid o frente abierto en Euskal Herria

Mañana Catalunya dará un nuevo paso en su camino hacia la independencia. La Declaración de inicio del proceso de construcción de la República catalana que se debatirá y, con total seguridad, se aprobará en el Parlament del Principat supone una nueva etapa en ese camino. Es evidente que el bloqueo de la negociación entre Junts pel Sí y la CUP en relación a la elección del president que deberá dar ritmo institucional a ese proceso de desconexión democrática genera incertidumbre, un punto de desasosiego y cierto malestar en la ciudadanía que dio a esas fuerzas el mandato de avanzar firmemente hacia la independencia. El anexo para blindar derechos fundamentales en materias como la vivienda, la sanidad o la educación, da a entender que ambas partes mantienen la negociación con vida y perspectivas de acuerdo.

Desde la distancia, desde el respeto a la que esta obliga y desde la admiración por el brillante modo en el que la sociedad catalana y sus líderes han desarrollado este proceso democrático, resulta difícil de creer que en este momento histórico las fuerzas independentistas no sean capaces de encontrar una solución imaginativa y constructiva. Una solución que, por definición, debe ser capaz de capitalizar los valores acumulados en esta experiencia política comunitaria.

No obstante, algunos independentistas como el director de “Vilaweb”, Vicent Partal, ya han puesto sobre la mesa el escenario de unas nuevas elecciones en marzo. Aunque se trate de un análisis racional y frío del estado de las cosas, no deja de ser una vía de presión para los negociadores, un aviso lógico. En su planteamiento, Partal también pone en valor todo lo logrado en estos tres años. Desdramatiza la opción electoral, cree que puede ser clarificadora. Admite que resulta imposible saber el resultado de unos comicios en este contexto, que mucha gente piensa que en principio esa opción debilitaría la voluntad independentista. Pero, siendo honestos, se trata mayormente de la gente que no ha sabido leer correctamente las coordenadas en las que se movía la realidad catalana, que no ha acertado en ninguno de sus pronósticos. Partal tiene a su favor el haber anticipado bastantes de los acontecimientos sucedidos en Catalunya en este periodo.

Y siempre está el factor español, la intrínseca capacidad del establishment metropolitano para generar condiciones favorables si se saben prever y aprovechar. El talento que han demostrado las fuerzas políticas catalanas en hacer de esta debilidad estructural del Estado una de sus fortalezas es reseñable y envidiable.

La apertura del frente vasco

Resulta increíble y frustrante que con un escenario así abierto en Catalunya, con el régimen de la Transición española en franca descomposición y con la apertura de una nueva fase histórica en Euskal Herria tras el cambio de estrategia de la izquierda abertzale, no se haya abierto un frente vasco que lleve la demanda de soberanía y la ruptura democrática a otro estadio.

Dos son, entre otras, las razones principales de esta aparente parálisis –lo cierto es que ha habido cambios y han sido significativos, pero en ningún caso suficientes para precipitar un cambio político del calado democrático necesario–. Por un lado está el cálculo de Iñigo Urkullu que, tras confirmar la imposibilidad de concertar con el PP una transición tranquila a una «nueva normalidad sin ETA», ha fiado todo a un escenario de alternancia tradicional en Madrid que, de la mano del PSOE, le ofrezca algún margen negociador. Hoy este escenario es totalmente irreal y empuja a una posición de resistencia necia. Este cálculo conservador es claramente perdedor ante el proyecto reaccionario que gana peso en Madrid. La imagen del PP, Ciutadans y PSC en las puertas del Tribunal Constitucional es una alarma que debería sonar en todos los batzokis y en las sedes institucionales gobernadas por los jelkides.

El otro factor determinante es la falta de habilidad operativa de la izquierda abertzale para dinamizar ese cambio político, para capitalizar los valores de cinco décadas de lucha por la emancipación, para avanzar de manera radical y sostenida hacia ese nuevo escenario. Era y es muy, muy complicado. Pero es, no obstante, más factible que nunca. Para lograr ese cambio hay que cambiar. Algo tan sencillo y tan difícil como eso.

El proceso «Abian» abre una oportunidad única para alinear definitivamente la práctica política de ese movimiento con las decisiones tomadas. Esta es la mayor aportación que quienes luchan por la libertad y la democracia en Euskal Herria le pueden hacer a Catalunya.