Ramón SOLA
PRESENTACIÓN EN EL KURSAAL

EL SUEÑO VASCO DE LA LIBERTAD RELUCE EN «AMETSEN LIBURUA»

Lo dijo la voz de Joseba Sarrionandia, lejana pero siempre presente, a un auditorio que algo sabía de todo esto: «La libertad tiene muchas sombras, a mucha gente le da miedo. No es corriente arriesgar algo por la libertad, normalmente lo que se quiere es comodidad y seguridad». Y pese a ello, Euskal Herria lleva siglos en ese sueño, en ese riesgo y también en esa sombra, llamada prisión y exilio. Y se refleja en «Ametsen liburua», una obra coral impactante.

El editor de Astero, Fermin Munarriz, explicó a una sala del Kursaal repleta algo que en estos casi dos años le ha dicho más de una vez Jokin Urain, «motor» de este proyecto y él también exprisioinero. «¿Te imaginas que los gudaris, por ejemplo, nos hubieran dejado escritos sus sueños? Hoy sería un tesoro». Quizás por eso ‘‘Ametsen liburua’’ tiene cierto aspecto de cofre, en su versión con tapas. Al abrirla se descubren casi 500 historias, que son personales pero también colectivas porque hay un hilo común invisible que las atraviesa: el anhelo de libertad, para ellos y para su pueblo.

Antes de que Sarrionandia desmitificara el concepto y nos recordara que no todo el mundo quiere ser libre, Munarriz lo explicó de otra manera, menos poética y reflexiva, más crudamente real: «Euskal Herria es un país que no ha tenido descanso en la cárcel o en el exilio, generación tras generación».

Conscientes de ello, decidieron preguntar «con qué sueñan» quienes han pasado o pasan todavía por esa situación. Urain evocó el alborozo que les produjo recibir la primera respuesta, y como esa euforia ya no ha cesado, porque en un torrente interminable llegaron otras 426, sumadas a las aportaciones de 47 artistas vascos, entre los que están José Luis Zumeta, Dora Salazar, Judas Arrieta, José Antonio Sistiaga, Juan Gorriti...

Se les dio libertad absoluta, así que hay cartas, relatos, poesías, dibujos, fotografías... Podría pensarse que el compendio es un trabajo triste, como corresponde a personas que sufren, pero nada más lejos de la realidad, porque los deseos se superponen a las dificultades. Bastaba ver el muxu salido del alma con que despidió su mensaje grabado desde Ipar Euskal Herria Joxe Manuel Pagoaga Peixoto. O el «Gora Euskal Herria askatuta!» de Mertxe Txibite desde su celda en Reau, tras agradecer que «con vuestro cariño los sueños entran aquí y lo iluminan todo».

Ni siquiera falta el humor. El mensaje de Sarrionandia bromeó con que para transportar el libro (seis kilos de peso) «hace falta carretilla, es un ladrillo, así que debe ser bueno para la construcción nacional». No fue obstáculo para que muchos de los asistentes se llevaran el suyo a la salida, e incluso dos, y hasta cuatro. Acarrear eso sí era ya cosa de titanes, y más aún con el vendaval que amenazaba la salida del Kursaal.

Dentro, por contra, la presentación resultó muy goxoa, lírica como el libro, como los sueños, como la libertad. La épica va implícita, sin añadidos innecesarios; si acaso, se coló en el vídeo que dio inicio al acto, con el recuerdo en imágenes de cómo las últimas décadas de este país están totalmente marcadas por la cárcel: Ondarreta y Saturraran, el Proceso de Burgos, los penales modernos de la dispersión... En las gradas del Kursaal había varias generaciones, pero miles y miles de años pasados entre rejas.

Oírles y hablarles

‘‘Ametsen liburua’’ es testimonio y es también arte. Munarriz recordó que los creadores tienen la virtud de saber plasmar todo lo inmaterial que hay en los sueños de un pueblo y de quienes lo componen. Pero subrayó además que el libro cubre un vacío: «Se habla mucho de los presos y presas, pero no se les escucha. Y qué decir de los refugiados y refugiadas...» Sarrionandia agradeció igualmente que con el proyecto se dé la voz a estas personas hoy «arrinconadas y silenciadas».

Que los presos hablen... y que se les hable. El evento incluyó un feed-back, que podría entenderse casi como el «continuará» de este enorme libro. En la butaca de cada persona asistente al acto había una postal con la dirección de un preso o presa vasca, con el objetivo de que esta vez fuera el público quien le escribiera su propio sueño y se lo haga llegar saltando los muros. Fue un ejercicio práctico que sirvió a su vez para entender qué debieron sentir los represaliados cuando desde Astero se les planteó esta original idea. Uno de los participantes en ‘‘Ametsen Liburua’’, Kerman Urbizu, reconoció que la primera vez que le tanteó Urain le respondió que no, pero luego ha comprobado que «la idea era importante y este es un trabajo fundamental y laborioso». En su caso, ha optado por aportar una carta a su nieto de seis años, «mitad catalán y mitad vasco», en la que le explica que «sueño con que tenga dos nacionalidades». «Y con que vuelvan a casa ya», añadió, el gran deseo común.

Casos diferentes

Junto a Urbizu tomaron la palabra Miren Zabaleta, Gexan Alfaro y Amaia Sarasola en representación de todos los que se han sumado a este mosaico de sueños. Zabaleta hace apenas mes y medio que dejó atrás seis años en «esos cementerios llenos de personas, en los que nos encierran para que renunciemos al sueño». Explicó que en su caso imaginó «una cajita de sueños» en la que fue guardando metafóricamente conversaciones, besos, alegrías... todos los buenos momentos que no podría disfrutar en la calle.

Peio Serbielle cantó sobre el escenario, a la vida y a las ganas de vivir, pero también habló. Explicó brevemente cómo en prisión se sueña y se imagina sin parar, «en incomunicación, debajo de la ducha...» También optó por expresarse con música Gexan Alfaro, con una canción propia: «Herria zuti hadi, etsi gabe aintzina bizi...»

Los familiares de las personas presas no podían faltar. Amaia Sarasola destacó que en las largas marchas a las cárceles hay dos momentos bien diferentes. En la ida no se sueña, no hay tiempo para ello, las energías se concentran en grabar en la cabeza todo lo que se quiere contar en la visita y cómo. A la vuelta, por contra, se sueña, se sueña mucho, «se sueña con que esté libre y sano en casa, alrededor de la mesa... y en que nadie más tenga que sufrir ninguna represión».

A lo largo de poco más de una hora, los testimonios se fueron intercalando sobre el escenario, mientras Eider Eibar reflejaba en el lienzo a las personas que sueñan y el ballet Olaeta desgranaba sus coreografías. Hubo sorpresas como la animosa intervención de Peixoto, recordando que Euskal Herria dejará de ser si pierde el euskara, o la de Alfonso Etxegarai desde Santo Tomé, narrando la conversación que mantuvo con un niño pobre de aquella isla y cómo acabaron compartiendo sus anhelos, quizás no tan diferentes. Libertad, al fin y al cabo.

Sueño no es imposible

Quedaba una última cuestión flotando sobre el fondo de nubes del escenario. ¿Sueño es sinónimo de quimera? Para nada. Urain concluyó asegurando que «haremos realidad nuestros sueños». Y Zabaleta recordó que «todo nos parece imposible hasta que lo hacemos. Así que soñemos, y riamos también».

Minutos después, a la salida, quienes ya ojeaban ‘‘Ametsen liburua’’ constataban esas afirmaciones. En el libro hay mucho sufrimiento acumulado, pero muy poco lamento. «Vitalidad» es lo que más han encontrado Urain y Munarriz durante esta travesía diaria de más de año y medio, con mensajes que iban y venían de las prisiones o que cruzaban fronteras, un trabajo de hormiga, puro auzolan, en la mejor tradición vasca. Un libro que por ello no es un legado de nada, sino otro paso en el camino hacia una meta llamada libertad.

 

Egitekoen eta belaunaldien arteko besarkada

Donostiara bertaratzea nabarmen zailtzen zuen eguraldiak eta gonbitari ezetz esateko beste hainbat aitzakia izan bazen, baina goitik behera beterik ziren Kursaaleko aretoaren harmailak atzoko aurkezpenean. Giro goxoa, lagunartekoa, eragin zuen ekitaldiak. Nonahi ikusten ziren besarkadak eta entzuten zen «aspaldiko!», kartzelak pertsonen arteko lotura bereziki estuak eragiten dituelako, zeresanik ez urte askotarako eta etxetik urrun sufritzen denean. Urainek berak eman du urte mordoa espetxean, eta gauza bera ekitaldira agertu ziren beste hamarka lagunek: Jon Agirre Agiriano, Gotzone Lopez de Luzuriaga, Jesus Mari Zabarte, Juan Karlos Ioldi, Manu Ugartemendia, Fernando Arburua, Karlos Apeztegia...

Iheslarien erreferentzia nagusienetakoa den Jokin Aranalde bertan zen, Eugenio Etxebeste Antton ere bai, Joxe Mari Olarra, Loren Arkotxa... Gaur egungo arduradun politiko batzuk aipatzearren, Rufi Etxeberriak, Pernando Barrenak, Marian Beitialarrangoitiak edota Lohitzune Txarolak ez zuten hitzordua galdu.

Josu Muguruza senarra hil zuteneko urteurrena igarota, bertan zen Elena Bartolome, bai eta elkarbizitzaren arloan lan nabarmena bultzatzen ari den Julen Mendoza Errenteriako alkatea ere. Iñaki Soto GARAko zuzendaria ez zebilen urrun. Jesus Mari Zalakain, Patxo Murga eta Isidro Murga –hirurak «Egin&flexSpace;auzia» dela-eta espetxealdia bete berriak– Kursaalen agertu ziren. Jende gaztea ere erakarri zuen ekitaldiak, Donostiako Piratak eta Aitzina erakundeko hainbat kide, kasu. Eta Fito Rodriguez irakaslea, Mati Iturralde sendagilea, Iñaki Egaña historialaria...

Errepresaliatuak, politikariak, gizarteko ordezkariak... eta nola ez kulturgileak, harribitxi honetan beren aztarna utzi dutela-eta: Juan Luis Baroja Collet, Eider Eibar, Juan Gorriti, Jose Antonio Sistiaga... Iñaki Beraetxe aktoreari egokitu zitzaion ekitaldia gidatzeko ardura. Ametsak izan zituen lokarri, hasieratik bukaerara. Ez lotan, esna egiten diren ametsak baizik. Gaur egun, oraindik, ehunka euskal herritarrentzat, giltzapean egoteagatik «askatasun eremu bakarra» bilakatu direlako.R.S.