Itziar ZIGA
GASTEIZ
Elkarrizketa
RITXAR BACETE GONZÁLEZ
COORDINADOR DE LAS JORNADAS «PATERNIDADES QUE TRANSFORMAN»

«La paternidad está siendo para muchos hombres una puerta de entrada al feminismo»

Antropólogo especializado en género, Ritxar Bacete González es coordinador de las jornadas «Paternidades que transforman», que se han desarrollado en Bilbo, Donostia y Gasteiz y donde se han abordado los avances y lo que todavía queda por andar.

La largamente reivindicada, anhelada y necesaria implicación de más hombres en la crianza y el cuidado de la vida para avanzar en el desmontaje de la desigualdad patriarcal empieza a ser significativa. De los avances y de todo lo que falta por conseguir se debatió en Bilbo, Donostia y Gasteiz en las recientes jornadas “Paternidades que transforman. Hombres, mujeres, trabajo. crianza y poder. Construyendo identidades para nuevos pactos”. Ritxar Bacete González es antropólogo especializado en género, impulsor de masculinidades feministas y coordinador de estas jornadas.

Las mujeres alzadas contra el patriarcado hemos reclamado a los hombres desde hace décadas implicación en la crianza, ¿cómo están cambiando las paternidades?

Hoy en día las paternidades están re-evolucionadas, impactadas por el género y los cambios tan profundos que han protagonizado las mujeres. Desde la parte más fría de la estadística, según datos del Eustat, si tomamos como referencia la implicación de los hombres en los trabajos del hogar o reproductivos, se observa que aun hoy en día las mujeres siguen dedicando más tiempo a la semana que los hombres a estas actividades.

Pero si hacemos un pequeño viaje en el tiempo y analizamos la evolución que ha tenido la implicación de los hombres en los cuidados, nos encontramos con que desde 1998 hasta la actualidad, la implicación de los hombres en estas actividades a pasado de 1 a 7 horas, que aunque insuficiente en términos de corresponsabilidad, no deja de ser un cambio muy significativo a tener en cuenta.

Pero algo que hemos descubierto y que genera inquietud es que vivimos la paradoja de la desigualdad en un contexto de expectativa igualitaria. Los resultados de la investigación que hemos realizado para la Dirección de Política Familiar y Desarrollo Comunitario del Gobierno Vasco reflejan que tanto hombres como mujeres expresamos una idéntica preocupación y posicionamiento muy alto a favor de la igualdad de mujeres y hombres siendo de 8.46 y 8.42 respectivamente, en una escala del 1 al 10. Pero, al mismo tiempo y especialmente los hombres, tenemos una percepción distorsionada de nuestra implicación en la crianza y los trabajos reproductivos: pensamos que hacemos más, confundiendo la deseabilidad igualitaria con unas prácticas desiguales.

Los hombres que se están implicando positivamente en la crianza, ¿lo hacen por comprender que las reivindicaciones de las mujeres son justas o también porque están descubriendo una experiencia que no quieren perderse?

La implicación positiva de los hombres en la crianza tiene un factor ideológico importante, es decir, que aquellos hombres más identificados con la igualdad o el feminismo muestran una mayor identificación con capacidades expresivas, valoran en menor medida que otros hombres el mundo del trabajo y asocian emociones positivas cuando se responsabilizan de los cuidados o lo que es lo mismo, son padres con prácticas y valores más propios de las madres, serían algo así como «padres-madre». Lo que vendrían a ser hombres mucho más completos, más andróginos, que han sido capaces de experimentar en sus propios cuerpos la transgresión de las expectativas de género y la disposición a perder los privilegios que conlleva.

Pero este fenómeno está íntimamente ligado a la transformación de las mujeres, a su empoderamiento, que produce el fenómeno contrario, es decir las mujeres «madre-padre». La definición de la masculinidad hegemónica sigue pasando por la negación y el control de las emo- ciones en la construcción de las identidades masculinas, pero lo que es evidente es que esa idea de ser hombre está en declive, y que entre todas y todos estamos haciendo contra-hegemónica una forma de entender la masculinidad más libre, justa, compleja, cuidadora y emocional, y es ahí donde encaja y tiene sentido la revolución de los padres que no están dispuestos a perderse el impacto que el amor y la presencia dejan en las biografías de quienes ejercen la paternidad de forma positiva.

El aumento y la reivindicación de paternidades implicadas positivamente en la crianza, evidencian el avance de las luchas feministas de las últimas décadas. Y de sus motivaciones comunitarias.

Como defendía Paolo Freire, «las personas no se liberan solas, se liberan en comunidad», y esto es lo que estamos experimentando también alrededor de la experiencia de las paternidades y maternidades: es mucho más probable que se produzcan experiencias emancipa- torias en aquellas parejas y contextos sociales en los que, desde una ideología feminista e igualitaria, hombres y mujeres somos capaces de realizar nuevos pactos de convivencia, desde la convicción de que el patriarcado no vive solo en las súper estructuras, sino que está presente en cómo organizamos la vida cotidiana y también en cómo nos relacionamos y organizamos en pareja, especialmente para la crianza, en una época en la que la tribu ha desaparecido y la comunidad se diluye.

El individualismo es un caldo de cultivo ideal para la regresión social hacia valores y prácticas sexistas que vuelven a situar a las mujeres en el centro de los cuidados. La buena noticia es que lo personal y relacional es profundamente político, y cambiando la forma de relacionarnos mujeres y hombres en el ámbito de las relaciones, podemos transformar el mundo, aunque me conformaría con que las decisiones que tomamos en lo privado sean conscientes y críticas, y ayuden a cambiar la relación que tenemos, especialmente los hombres con el mundo profesional. Porque si no damos un paso al frente en los cuidados, acompañado de un paso atrás en el mundo del trabajo, la igualdad no será efectiva. No tenemos que olvidar que la brecha laboral entre mujeres y hombres es un obstáculo clave para lograr una corresponsabilidad en el cuidado.

En los últimos años la sociedad ha empezado a reconocer la violencia machista estructural que atraviesa la vida de las mujeres, al menos en sus efectos más trágicos. La voz de los hombres comprometidos contra el patriarcado me parece más necesaria que nunca.

El movimiento de hombres feministas, igualitarios o antisexistas ha estado siempre presente de algún modo en las luchas de las mujeres. Para mí, un icono y modelo de referencia de esta presencia es la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls de 1848, en la que algunos hombres acompañaron y participaron en lo que fue un pacto, de humanidad, de mujeres y hombres por los derechos de las mujeres. En su versión actual, el punto número uno en la agenda de los hombres feministas es la lucha contra la violencia machista en todas sus formas y expresiones. Otro de los ejes fundamentales es la incorporación de lo hombres a la «cuidadanía», transformando las identidades legitimadoras de la violencia en formas de ser y estar pacíficas y cuidadoras. Y estos dos puntos, deslegitimación de la violencia e incorporación de los hombres a los cuidados, han encontrado un terreno especialmente abonado y dinámico en lo que hemos denominado las Paternidades Positivas.

Cada vez hay más evidencia científica de que el momento de la maternidad-paternidad es clave para el empoderamiento de las mujeres, al mismo tiempo que la implicación del padre en la crianza incide directamente en que, especialmente las hijas, desarrollen todo su potencial y construyan relaciones más igualitarias y pacíficas con sus futuras parejas.

Hay algunos datos curiosos, como el la relación entre los hombres que cogen permisos de paternidad más prolongados, la disminución de la violencia contra las mujeres e intrafamiliar y la esperanza de vida en los hombres, que aumenta en la medida en que son más cuidadores. Lo curioso de todo este movimiento de padres es que la experiencia de la paternidad está siendo la puerta de entrada al feminismo y al compromiso contra la violencia machista. No hay que olvidar que el 50% de los padres lo son de niñas, y este es un factor de sensibilización de primer orden, ya que no es lo mismo que nos aprovechemos de las ventajas y privilegios patriarcales en la relación con nuestras madres, hermanas o parejas, a proyectar que en el futuro alguien pueda hacer lo mismo que nosotros hacemos con nuestras hijas. He aquí otra gran paradoja de las masculinidades modernas.

En tus investigaciones, ¿estás observando que los hombres que se decantan por el cuidado, la crianza, la corresponsabilidad son más de izquierdas o los hay de todas las tendencias políticas?

El eje izquierda-derecha no funciona como cabría esperar y nos enfrenta al espejo de nuestras propias contradicciones. Podemos encontrar a buenos padres, implicados en la crianza y dispuestos a realizar renuncias, a realizar pactos más justos con sus parejas, tanto en la izquierda como en la derecha. Del mismo modo que el empoderamiento de las mujeres en las últimas décadas ha sido transversal y ha afectado de un modo u otro al conjunto de las mujeres de nuestra sociedad, la transformación de los hombres hacia identidades cuidadoras a través de una experiencia comprometida de paternidad, es global y atraviesa la experiencia de todos los hombres, sea cual sea su clase social, ideología o procedencia.