Tiempos de autoestima y confianza
La izquierda abertzale no estaba en su mejor momento. Había descontento y cierta desazón porque se tenía la sensación de que no estábamos acertando. Distintas opiniones provenientes de diversas asambleas de base habían dejado en evidencia dicho malestar y los resultados electorales lo ratificaron. Se reaccionó con rapidez y se puso en marcha un proceso de reflexión, tan rápido y breve, como participativo y motivador. Todavía poco hemos cambiado, pero se nota otro ánimo y entre todos hemos puesto las bases para ir enderezando la nave.
El proceso Abian ha servido, entre otras cosas, para hacer un somero balance de estos últimos cuatro años pero sobre todo para recoger las preocupaciones más sentidas de la militancia y remarcar las prioridades socio-económicas, culturales y políticas que nos plantea las gentes más humildes de la sociedad vasca.
Al hacer un balance, con todas las limitaciones que conlleva un debate colectivo reducido en el tiempo, ha habido oportunidad de hablar a calzón quitado y plantear las críticas con claridad. Críticas y autocríticas sobre la no aplicación correcta de la estrategia marcada en Zutik Euskal Herria y cómo no, sobre las razones estructurales y de actitud que nos han llevado a determinadas desviaciones. Y una vez detectadas las insuficiencias y errores cometidos, evidentemente, se han marcado las rectificaciones a aplicar.
Ala hora de hacer un diagnóstico de la situación, hay algo que quisiera resaltar, no para endulzar las críticas, sino en honor a entender determinados errores y desviaciones en su verdadera dimensión, y son las condiciones tan adversas en las que la izquierda abertzale ha tenido que dar el giro estratégico hacia la superación de la fase de la lucha armada. Hay varios hechos objetivos que convierten el esfuerzo realizado por la izquierda abertzale en un caso inédito y de un valor humano y político sin precedentes. ¿Quién puede dudar que el tener a cientos de militantes, entre ellos la gran mayoría de la dirección política de Batasuna, en la cárcel y otro centenar con la «espada de Damocles» que supone tener juicios pendientes, es de una enorme dificultad para encauzar de manera equilibrada el camino trazado? Si unimos a dicho dato, la evidencia del efecto dañino que ha tenido sobre la militancia los largos años de ilegalización, ¿nos puede extrañar determinadas deficiencias e impotencias?
A estas circunstancias, hay que añadir la estrategia boicoteadora del proceso llevada por el Estado y apoyado discreta pero eficazmente por partidos como el PNV, con el apoyo entusiasta de gran parte de los medios de comunicación del sistema. Vamos para los cinco años desde que ETA de manera unilateral dejara las armas y sin embargo casi nada ha cambiado la estrategia represiva del Estado para con la izquierda abertzale: nuevas detenciones por hacer política o por defender la libertad para criticar abiertamente las tropelías del sistema; juicios basados en casos escandalosos de torturas; juicios persiguiendo la actividad estrictamente política; cientos de inhabilitaciones para ocupar cargos públicos y, sobre todo, política criminal para con los y las presas vascas. Desde las instituciones vascas se habla de derechos humanos, pero en la práctica parece que se olvidan de ellas cuando de los y las presas vascas se trata y, sobre todo, cuando hay por medio intereses electorales.
Yhay otro factor socio-político que no podemos olvidar. Es la grave crisis que atraviesa la izquierda a nivel mundial, sin capacidad para enfrentarse a las grandes decisiones estratégicas de la banca y las multinacionales y sumisa, cuando no colaboradora, de las más nefastas políticas neo-liberales. Convertirse en una izquierda transformadora e indómita, sin caer en el riesgo de convertirse en grupúsculo insignificante y manteniendo su aspiración de ser el faro inspirador para la mayoría de la sociedad vasca, es una apuesta que entraña mucha dificultad. Intentos por conjugar presencia institucional y ser en el día a día una fuerza innovadora y rebelde no faltan, pero apenas encontramos ejemplos coherentes que logran ese imprescindible equilibrio. Ese nuevo modelo de hacer política sigue siendo asignatura pendiente para toda la izquierda mundial y, por lo tanto, también para nuestro proyecto.
Todo ello no nos tiene que llevar a obviar nuestras propias responsabilidades, pero ayuda a situarlas. Ha terminado el debate Abian, pero claro, no ha concluido el proceso de cambio que hemos abordado. El proceso Abian solo ha comenzado. Y ahora viene lo más importante: llevar a la practica las conclusiones fundamentales de dicho debate.
Si importante es acertar con la hoja de ruta y las alianzas a tejer para lograr los objetivos de una Euskal Herria más justa, libre y solidaria, igual de crucial resulta abordar dichos objetivos con determinación, ilusión y autoconfianza. Y sobre todo, lo determinante es la capacidad de llevar a la praxis los cambios decididos en dicho proceso de reflexión. Y esa es la gran tarea pendiente a la que nos hemos comprometido solemnemente
Todas tenemos nuestros deberes, desde quien tiene responsabilidades de dirección, hasta el militante del barrio o pueblo. Recuperar la vitalidad, sano orgullo y el convencimiento del valor de nuestro proyecto es tarea colectiva y es quehacer de todas. Es la gran tarea del momento, en el que nadie sobra y todas somos imprescindibles: los viejos rockeros y la juventud rebelde, las activistas sociales y los pensadores creativos, el trabajo institucional y la pelea del barrio. Por compromiso con nuestra propia historia y la gente más honesta de nuestro pueblo no hemos tenido miedo a la autocrítica. Pero repetir demasiadas veces entristece a nuestra militancia y da cobertura para que partidos políticos que no tienen escrúpulos para que «muchas escupan sangre para que unos pocos vivan mejor» sigan exigiendo a la izquierda abertzale a renunciar precisamente la vía de la lucha y la confrontación en defensa de la liberación social y nacional de Euskal Herria.
La recuperación de nuestra autoestima, no debe tener miedo alguno a la autocrítica, pero esa fase debe compaginarse con la valoración positiva de la gran aportación realizada en tantos años de lucha por recuperar la democracia secuestrada. Los partidos del sistema utilizan la autocrítica de la izquierda para quitar valor a la lucha por la emancipación y la conquista de los derechos socio-laborales. Son pues, tiempos de valorar positivamente el camino de la rebeldía y el enfrentamiento con todas las expresiones injustas. Intentarán descalificarnos, nos llamarán anti-sistema. ¿Pero acaso es un insulto llamarnos anti-sistema en un estado corrupto, mentiroso y decadente? ¡En una sociedad que esta sufriendo un empobrecimiento galopante es un orgullo ser el azote de los hipócritas y chupatintas!
Nunca hemos dicho que el camino para crear un proyecto transformador sea fácil. Algunos como el PNV se mofan de nuestros esfuerzos renovadores, diciendo que ellos siempre están centrados, pero se olvidan reconocer que caminar a favor de la corriente que marcan la banca, multinacionales y los medios de comunicación a su servicio siempre es más fácil que abrir el camino emancipador para los pueblos y gente oprimida. Hace cincuenta años fuimos capaces de crear un gran movimiento renovador, en el nuevo ciclo es seguro que culminaremos el proyecto de liberación social y nacional.
Y recuperar la confianza en nuestras fuerzas, la plena confianza en el proyecto político que defendemos para construir una nueva sociedad y confianza en nuestra dirección. Sin recovecos a la hora de criticar pero con capacidad de reconocer el esfuerzo y la entrega de las personas que ocupan puestos de responsabilidad en momentos tan complejos. Exigentes y al mismo tiempo compresivos. Generando ilusión y actitudes positivas. Son tiempos para ser generosos y apostar por nuestro presente y el futuro de las nuevas generaciones. No es la hora de los cortoplacistas. Son tiempos para actuar con visión de país y poner bases consistentes a este nuevo ciclo político que estamos alumbrando.