«El proceso independentista necesita una estación previa con mayoría cohesionada»
Ya han pasado siete años desde la detención del dirigente abertzale Rafa Díez Usabiaga en la sede del sindicato LAB en Donostia. Último encarcelado del “caso Bateragune”, ha respondido a las preguntas de este diario desde Santoña, prisión que abandonará el próximo mes de agosto, tras cumplir la totalidad de la condena impuesta por los tribunales españoles.
El último referente de alianzas de fuerzas abertzales fue Lizarra-Garazi. Han pasado 18 años. ¿Qué evolución aprecia?
El movimiento abertzale no ha sabido aprovechar los momentos (Lizarra, Loiola...) y dar el salto del autonomismo a un marco nacional de soberanía. ¿Por qué? Destacaría dos razones: una, que cuando llegamos a esas encrucijadas, al PNV le entra vértigo para plantarse ante el Estado temiendo perder la centralidad y hegemonía en la CAPV, y otra, que a la izquierda abertzale nos cuesta fijar objetivos tácticos, como logros irreversibles, en la senda independentista. Estas dos tendencias se han repetido alargando ese tránsito y provocando flujos y reflujos.
¿Y dónde estamos ahora?
Tras la decisión estratégica de la izquierda abertzale, las cosas han evolucionado. El unionismo está minorizado y vacío de oferta democrática, el cambio en Nafarroa ofrece una gran oportunidad, en Ipar Euskal Herria se inicia un nueva etapa con el Euskal Elkargoa, el espacio institucional y social favorable al reconocimiento nacional y el derecho a decidir es mayoritario, el espacio socialista e independentista es la segunda fuerza política, el sindicalismo abertzale ha ampliado su mayoría, la sociedad vasca mantiene una gran capacidad de autoorganización… Tenemos los ingredientes para avanzar tanto en la vertebración del sujeto nacional como en la consolidación de una mayoría institucional y social por la construcción del Estado vasco. Lo que falta es integrarlos y liderarlos con algo determinante: ilusión y fuerza social.
¿Qué queda por recorrer y cómo habría que culminarlo?
No podemos saltarnos fases pensando que la sociedad se va a convertir milagrosamente en independentista. Ese proceso necesita una estación previa con una mayoría social cohesionada en torno a un estatus político basado en el reconocimiento nacional y el respeto, sin límite alguno, a la voluntad democrática de la sociedad vasca. Es decir, constituir un marco político donde poder vertebrar el sujeto nacional y disponer de soberanía para construir política y socialmente la democracia vasca. Este impulso convergente tiene que complementarse con una pedagogía independentista como alternativa política y social. Esto es válido tanto para una hipótesis de bilateralidad positiva, que no contemplo, como para crear las condiciones de pasos unilaterales en caso del rechazo del Estado.
¿Hay margen para un proceso bilateral de negociación sobre ese nuevo estatus político?
No veo condiciones de una real bilateralidad y es preocupante la posición del PNV otorgando al unionismo una doble opción de veto. Uno, en el ámbito vasco, cuando el PNV habla de la necesidad de integrar a fuerzas unionistas (PP o PSOE) y, luego, otro segundo espacio en Madrid en una hipotética negociación. En este sentido, es fundamental situar un acuerdo sobre los contenidos básicos de un nuevo estatus, dotándolo de soporte institucional y refrendo social. Con ese soporte se puede plan-tear una bilateralidad tasada en el tiempo para su posible encaje político-jurídico. De lo contrario, podemos encontrarnos ante un contexto donde el unionismo controla los tiempos y la capacidad de enredarnos en estéticas reformas constitucionales.
PNV y PSE-EE en el Gobierno de la CAV. ¿Cómo lo valora?
Es un planteamiento conservador que da peso y maniobrabilidad a un partido socialista moribundo y desnortado. Ademas, las apelaciones del PNV al mantra de la «estabilidad» asumiendo las orientaciones socioeconómicas de Confebask, y su discurso anti-independentista, debilitando al soberanismo, son unos indicadores preocupantes.
¿Hacia dónde camina el PNV?
Da la impresión de que el PNV quiere postularse para una bilateralidad, como alternativa de «orden» a un unionismo ante el que se ha situado con muchos ases en la manga con el incumplimiento estatutario, la recentralización y los recursos ante el Constitucional. Tras la fase Ibarretxe, en el PNV esta dibujándose un neo-regionalismo cuyo objetivo, si tienen margen de maniobra, pasa por dar una mano de pintura al actual edificio autonómico (Cupo incluido) con alguna referencia, sin solidez jurídica, a la «realidad nacional vasca» y una «ley de consultas» española como sucedáneo del derecho a decidir. Sería una nueva versión del «vivir cómodos en España», embadurnada con proclamas de pragmatismo y renegando de la opción independentista. ¡Ojalá sea una impresión!
¿En qué parámetros sitúa el discurso sobre la independencia del lehendakari Urkullu?
Me parece sorprendente que Urkullu sitúe la independencia como algo del siglo XIX cuando en los últimos 50 años la creación de estados ha sido incesante y nuevos procesos se están abriendo paso. Por supuesto que estamos en un mundo interdependiente y que nadie plantea la independencia como un modelo aislacionista o autárquico, pero no se puede hablar de soberanías compartidas cuando se nos niega nuestro carácter de sujeto político y capacidad de decisión.
¿Cómo avanzar hacia la soberanía desde la situación actual?
Hay un marco ideológico donde la izquierda abertzale y otros agentes políticos, sindicales y sociales tienen que fijar propuestas convergentes. Este marco ideológico está basado en dos cuestiones: no hay cambio social en Euskal Herria sin soberanía político-económica, sin recuperación de poder, de democracia para la ciudadanía vasca. Y tampoco hay proceso soberanista desde el neoliberalismo, desde políticas que desvertebren la sociedad e impidan la adhesión mayoritaria a una estrategia soberanista-independentista. Es fundamental no solo situar los cimientos del nuevo estatus político, sino determinar los niveles de soberanía, poder político, en relación a ámbitos laborales, sociales, judiciales… evitando que el actual modelo autonómico se convierta en techo que perpetúe los costes económicos y políticos de la dependencia.
¿Incluye al PNV en ese camino?
Tengo claro que si la dirección del PNV tiene margen de maniobra para ir a una mera reforma estatutaria lo hará, pero también hay una parte de su base social con posiciones soberanistas e independentistas que valoran la importancia de la coyuntura histórica. En este sentido, dentro del marco ideológico anterior, la izquierda independentista es clave para, sobre el nuevo estatus político, sobre las estructuras de soberanía que necesitamos, plantear acuerdos a PNV y Podemos y, por supuesto, hacer un gran esfuerzo por impulsar dinámicas sociales de base. La izquierda independentista quiere estar a la altura del momento planteando acuerdos de alcance histórico, logros irreversibles en el proceso de constitución del Estado vasco.
El proceso de paz está en situación de bloqueo. ¿Cómo vislumbra el futuro inmediato?
El Estado ha boicoteado la bilateralidad en ese proceso para frenar el cambio político en un contexto de crisis del bipartidismo, desafío independentista en Catalunya e irrupción de Podemos. Nos costó tiempo revisar el esquema de fases rígidas que la izquierda abertzale venía considerando. En este sentido, las variables del «proceso de paz» (desarme, presos, víctimas…) deben integrarse en el propio proceso de cambio. En esta legislatura el proceso avanzará desde la interrelación del unilateralismo de ETA, las iniciativas y movilizaciones sociales, la acción institucional desde Gasteiz e Iruñea y la presión internacional.
Catalunya avanza en su hoja de ruta. ¿Qué ocurre aquí?
Catalunya está avanzando con una simbiosis institucional y social ejemplar y echo en falta una mayor coordinación y solidaridad entre ambas naciones. Desgraciadamente, el PNV, por sus miedos estratégicos, ha estado ignorando cualquier dinámica conjunta como si Catalunya estuviera en distinto marco jurídico-constitucional. El pulso de los próximos meses será enorme y la batalla catalana tiene que estar, también, en nuestra agenda política. Eso sí, envidio la capacidad tractora de sus dirigentes: Mas, Junqueras, Puigdemont, Fernandez… necesitamos líderes que «tiren» de la sociedad, creen confianza y una sana arrogancia en el proyecto nacional. Arnaldo es un líder de esas características. Pero, si quitamos a Arnaldo...
¿Para qué va a servir la refundación de Sortu?
Para dotarnos de un instrumento organizativo adaptado a las coordenadas de la nueva fase política. Soy consciente de que hemos creado –y me incluyo– una cultura política dominada por el resistencialismo, excesivamente simple y dogmática y vertical en su modelo. Creo que no había otra opción en esa fase política. Pero, en este nuevo contexto, hay que dar cauce a la capacidad de análisis, propuesta y creatividad de la militancia independentista dotándola de horizontalidad organizativa.
¿Qué lectura hace de la reciente operación de Luhuso?
Ha quedado definitivamente probada la tesis de quienes planteamos la necesidad del cambio de estrategia de la izquierda abertzale: los estados no tienen ningún interés en construir un escenario de paz en nuestro país. Sin embargo, lo que ahora se ha producido es un salto cualitativo en la situación de permanente bloqueo al que nos quieren condenar los estados. Es el propio pueblo quien ha asumido la tarea de seguir dando pasos unilaterales en la consolidación del nuevo escenario. Quiero felicitar y mostrar mi afecto a los artesanos de la paz y apelar a los sectores populares, a instituciones, a organizaciones sociales y sindicales para que prosigan por ese camino, no solo para alcanzar el desarme sino para propiciar la libertad de los presos, la desmilitarización, el regreso de exiliados y deportados y nuestra libertad nacional plena.
«La propaganda del miedo se utiliza para la derechización»
Crisis, desempleo, corrupción, exclusión... y en Madrid gobierna el PP y en la CAV, el PNV.
Sigue el PP pero con un tercio del Parlamento formado por Podemos y soberanistas-inde-pendentistas, y un conflicto territorial abierto. En la CAV sigue el PNV pero la izquierda ha ganado terreno y en Nafarroa el cambio se ha instalado. La crisis sistémica está creando correlaciones de fuerzas institucionales y sociales según variables propias en cada nación o estado. En Euskal Herria, al igual que en otros lugares, la vieja socialdemocracia está desapareciendo y emergen nuevas fórmulas desde la izquierda o extrema derecha. Es curioso, también, que la extrema derecha sea referente de clases obreras y populares. Hay una propaganda del miedo sobre temas como inmigración, seguridad o pensiones que se utiliza como motor político de una derechización de la sociedad. La derecha ha impuesto ese marco de debate.
¿Cómo debe responder el sindicalismo?
La ofensiva neoliberal de PP-PSOE ha modificado las relaciones capital-trabajo debilitando al sindicalismo como instrumento colectivo de lucha y reivindicación. Las reformas han significado una transferencia del poder a los empresarios para decidir las relaciones laborales. La desvertebración del sujeto de clase, unida a la restricción del gasto social y fiscalidades favorables al capital, nos sitúan ante un aumento enorme de la desigualdad social. El neoliberalismo está provocando la acumulación de riqueza y poder en núcleos reducidos, que, asimismo, pervierte el propio modelo democrático.
¿Y cómo ve al sindicalismo abertzale?
Ganando representatividad pero perdiendo poder contractual en la confrontación de clase y como sujeto de cambio social. Hay que cambiar esa tendencia dando proyección a la unidad de acción ELA-LAB y situando al sindicalismo como parte de una correlación de fuerzas por la soberanía y el cambio social. Si no avanzamos en esa línea podemos supervivir en representatividad, pero nuestra incidencia real irá debilitándose. Hay que hacer una reflexión estratégica aquí y ahora.