Oihane LARRETXEA
DONOSTIA
EL TURISMO, A DEBATE (III)

Lo Viejo pide un plan integral que dote al barrio de calidad de vida

La Parte Vieja de Donostia es una de las zonas que más presión turística soporta. En una de cada cinco camas duerme un turista. Los alquileres han subido y la no renovación de los contratos está sucediendo para abrir en su lugar apartamentos. Piden inspecciones, límites y una regeneración. «Aquí vivimos personas los 365 días del año», recuerdan.

En la Parte Vieja de Donostia hay censadas unas 6.000 personas. Existen 201 establecimientos hosteleros, 53 pensiones, un hotel y dos en construcción, además de cientos de pisos y apartamentos turísticos, la mayoría ilegales. El 20,5% de las camas que hay en el barrio son para turistas, unas 1.225. La asociación vecinal Parte Zaharrean Bizi libra la batalla de la masificación y la turistificación «con tirachinas, mientras otros lo hacen con misiles», dice su presidente Xabier Arberas para describir cómo se sienten.

Tienen toda una batería de propuestas y medidas, pero lamentan que les falte la plataforma donde expresarse y una ventanilla municipal, específica, de defensor del ciudadano. Un espacio en el que se les escuche y atienda de verdad.

El del turismo, más bien sus consecuencias, es un problema más de los que sufren desde hace años en esta zona de la ciudad, según afirma. Exceso de ruido, suciedad, ocupación del espacio público por comercios que sacan a la calle todo tipo de elementos, terrazas… Por eso, las soluciones han de ser integrales y globales. Creen que hay una actividad que está premiada sobre las demás: la hostelería. «Hay que hacer un mapeo general del barrio para lograr un diagnóstico lo más fiel posible que nos sirva de arranque para plantear las soluciones acertadas», apunta Arberas.

«Queremos que el Ayuntamiento sea un árbitro, efectivamente, pero no un árbitro comprado. Que regule y priorice el vecindario y legisle pensando en las personas que vivimos aquí las 24 horas del día, los 365 días del año», piden. La pregunta de partida, la siguiente: «¿Qué modelo de ciudad queremos?», y avanzar en esa dirección para «la regeneración integral del barrio, de la calidad de vida, de nuestras calles, nuestras casas. También hay que plantear qué tipo de comercio queremos además de la hostelería, porque el tradicional está muriendo».

Límites e inspecciones

Las críticas también caen sobre la Ley de Turismo del Gobierno de Gasteiz porque «no tiene en cuenta al vecindario, a las personas que tenemos que convivir con los pisos turísticos», y no terminan de entender cómo es posible que «cuando se registra un piso en Lakua no se tenga en cuenta el plan de ordenación de Donostia», que impide actividad turística más allá del primer piso. «Aparecen anuncios con el número de registro del Gobierno Vasco porque un profesional ha considerado que cumple los requisitos, ¡pese a estar en un 4º o 5º!. Es decir, pisos de momento ilegales, registrados legalmente y anunciados legalmente por plataformas multinacionales. La mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha». Arberas vuelve a pedir un defensor del ciudadano «ajeno a tejemanejes de licencias» y con suficiente autoridad política para que «vaya a misa» lo que ordene.

Otro debate, en su opinión, es si se puede alquilar un piso entero o no. «Desde 2008 [Airbnb] es el gran hotel virtual, y ha pasado de ser un fenómeno de ‘progres’ a un fenómeno que genera tremendos problemas de habitabilidad en las ciudades. Venecia, Barcelona, París o Madrid son espejos en los que no queremos vernos reflejados», advierten desde el barrio.

Sobre las masificaciones, las recientes declaraciones de la viceconsejera de Turismo Isabel Muela, en las que dijo que «Euskadi está muy lejos» de ser un destino saturado, no han gustado a la asociación. «En Zerain o en Segura puede que no, pero que tenga el valor de decir que hay barrios en los que se ha llegado a esos niveles, y admitamos abiertamente que hay gente que ha dejado de venir a la Parte Vieja». La gente del barrio sabe que personas que nacieron o han vivido en él durante años están marchándose. Entre otras cosas, la convivencia no es fácil en bloques donde hay hostales o pisos prácticamente en cada planta.

«¿Qué porcentajes tiene que haber?», pregunta Parte Zaharrean Bizi. «Pongamos que se decide que haya 100 en lo Viejo. ¿Es lo mismo que el 50% estén en 31 de agosto o que haya un máximo de 5 por portal? No, claro que no». Piden regular todo eso «para que no haya sustitución de población residente por apartamentos turísticos y que sea compatible con un modelo urbano sostenible, la palabra mágica», apunta. «Eso implica equilibrio –prosigue–, y eso está roto desde hace tiempo en el barrio. Implica límites».

Transparencia en información y datos. «No sabemos cuanta vivienda vacía hay y cuanta oferta proviene de la compra de gente extranjera, e insistimos en gente extranjera porque pensamos que quien pueda poner un apartamento en el momento y en la forma en que el Ayuntamiento decida, tiene que ser residente, que no pueda venir una multinacional que gestiona cientos de pisos. A eso se le llama especular, esa es la incidencia en el encarecimiento en el alquiler y la venta. La persona de paso no puede condicionar la vida del barrio», piden.

Otra de las propuestas pasa por limitar los días en que se pueda poner en alquiler una habitación o un piso entero, así como implantar una tasa turística que «revierta en los prejuicios que genera en el vecindario». Impuesto sobre la 2º vivienda, un escrupuloso cumplimiento de las normas de convivencia y no dar licencias sin límites en el tiempo, sino por varios años y que haya revisiones periódicas. Nada que no se pueda hacer «si hay voluntad real», defienden desde Parte Zaharrean Bizi.

 

Un piso turístico en cada planta, cuando dejas de conocer a los vecinos de escalera

La no renovación de contratos de alquiler porque el propietario ha optado por ofertarlo en webs de apartamentos para turistas es una realidad que está ocurriendo en las ciudades vascas. La rentabilidad en detrimento de las personas que tienen un proyecto de vida en el barrio.

Jokin, Maialen y Alberto son los nombres ficticios de una historia verídica. Estos tres donostiarras, hoy de 36 años de edad, compartieron piso durante ocho años en una calle muy golosa de lo Viejo. La convivencia con el resto de vecinos era buena, fluida y no faltaban las conversaciones cotidianas. Nada del otro mundo. Hace dos años, con la llegada de junio, tocaba renovar el contrato, pero el casero les comunicó que había un cambio de planes: una reforma total de la vivienda para hacer un gran apartamento con capacidad para siete personas. El resto del vecindario supo del proyecto cuando este ya estaba en marcha.

La historia se repite en el caso de Miren. Los últimos siete años los ha pasado en un piso de la calle Mayor que, desde hace un mes, es parte del pasado. El propietario también lo ha destinado al turismo y a un precio superior. El problema ha empezado con la búsqueda de un nuevo hogar. Los alquileres han encarecido unos 200 euros mensuales desde el pasado año; se plantea instalarse en un municipio cercano que sea más asequible.

La decisión del casero de Jokin, Maialen y Alberto tuvo un efecto directo en los vecinos de escalera. Puerta con puerta viven Marian y José Luis; ella, nacida en la Parte Vieja, por lo tanto, conocedora de la evolución del barrio. Plantean mudarse a otra zona de la ciudad. «Hace tiempo que el tema del ruido, sobre todo en verano, hizo que perdiéramos calidad de vida; conciliar el sueño es difícil, por ejemplo. Hemos escuchado muchas veces aquello de ‘ya sabéis donde vivís’, pero creemos que hay cosas que no tenemos por qué aceptar ni tolerar, como el incivismo y el incumplimiento de ordenanzas en cuanto a ocupación del espacio urbano y horarios», se quejan.

La implantación del piso turístico en la vivienda contigua, ilegal por cierto, ha traído consigo problemas que hasta ahora no existían. «Parece una tontería, pero no son pocas las veces que he tenido que descolgar toda su colada y tocarles el timbre. Aclararles cuales son las cuerdas de cada uno. Es muy engorroso, porque cada tres días hay nuevos inquilinos». El ruido es otro de los problemas, porque la estancia media en Donostia es de dos o tres noches, así que el trasiego de maletas y gente nueva es constante.

En este mismo bloque hay dos pensiones más y algún otro piso, lo que poco a poco está haciendo desaparecer a vecinos locales. «Vas perdiendo el trato con la gente y la cercanía que había antes con los vecinos. La gente viene, va y desaparece», lamentan.

Hay casos extremos, como el de Manu. De seis plantas que tiene el inmueble cuatro están destinadas a la explotación turística. Los inconvenientes son obvios e innegables. Pedir a la vecina un favor o sal pasó a mejor vida. O.L.