Patriarcado y capitalismo, problemas de salud pública de primer orden
El médico Iñigo Jaca Arrizabala escribía el pasado día 12 de noviembre un artículo de opinión en este periódico titulado «La droga: problema de salud pública de primer orden». En el esbozaba el típico discurso lleno de tópicos que básicamente consiste en igualar juventud con drogas y éstas con violencia, señalando que la mejor solución a este fenómeno es una legislación más restrictiva para el uso y consumo de drogas. Desde estas líneas me gustaría señalar dos cuestiones al autor del artículo.
En primer lugar en referencia al consumo de drogas, hay que distinguir entre un uso esporádico, un abuso y una dependencia. Un uso esporádico no tiene por qué generar alarma social y en la actualidad las políticas más efectivas consisten en la prevención y en la reducción de daños, no en una legislación más restrictiva. Cabe recordar que en junio de este año entro en vigor la llamada «Ley Mordaza» que va en esta línea más punitiva como quiere el señor Jaca.
Como joven, comparto la preocupación existente sobre los abusos y dependencias de las sustancias estupefacientes entre mis coetáneos. Sin embargo, discrepo en su análisis sobre las causas de este hecho y quería recordarle al señor Jaca la existencia de factores estructurales.
La juventud crecimos en la época dorada del trabajo fácil, donde el dinero fluía y tan repetida frase de nuestras amatxos de «estudia que llegaras lejos». Sin embargo, nos encontramos con una tasa de desempleo juvenil rondando el 50%, un empleo precarizado donde no hay seguridad laboral y donde abunda la sobrecualificación, la dificultad de acceder a una vivienda propia, las idas y venidas de pisos compartidos a casa de los padres –si es que nos llegamos a ir–, la inexistencia de un sistema de protección social que proteja a la juventud…, y así podría seguir un buen rato.
Ante esto, la juventud nos encontramos normalmente con cuatro escenarios posibles: nos va más o menos bien y no pasa nada; emigro a otro país a buscarme la vida; lucho por intentar cambiar la situación o recurro a las drogas hasta que se genera un problema.
Como médico, bien sabrás que el problema de las drogas no se da únicamente entre la juventud y en el campo de la ilegalidad. Hablando sobre esto, comentaba un compañero la dependencia de su abuela a los tranquilizantes recetados por su médico de cabecera, que llegaba hasta tal punto, que una amiga de su abuela le pasaba Orfidal a escondidas cuando estuvo hospitalizada. Dependencia alentada por tu profesión y ésta sí, con total impunidad. Os invito a buscar la cantidad de tranquilizantes, inductores del sueño y antidepresivos que se recetan en Euskal Herria y el coste que tiene para la Seguridad Social, os llevaréis una gran sorpresa.
Por último, me gustaría señalar de nuevo los problemas estructurales en la violencia sexista y no los individuales. Si bien es cierto que un mal uso de una sustancia no te ayuda absolutamente a nada, una proclama feminista resume mi pensar claramente: «No es un loco o un borracho, es un hijo sano del patriarcado».
A hombres y mujeres se nos socializa en una identidad de género desde la infancia con unos roles, deseos y expectativas diferentes. Mientras a nosotros nos inculcan valores como la competitividad, la agresividad, una sexualidad exagerada y no nos enseñan a gestionar nuestras emociones a ellas le inculcan el cuidado, la sensibilidad, la sumisión y la importancia del amor romántico.
Así pues, discrepo en su análisis sobre esta situación y me he atrevido a rebautizar el título de su artículo en un «Patriarcado y capitalismo, problemas de salud pública de primer orden»