Si tenemos que buscar refugio que sea antipatriarcal
El último fin de semana de abril se conmemora el 80 aniversario del bombardeo de Gernika. El valor de aniversarios como este, y el de días internacionales como el 8 de marzo, reside en que nos ayudan a hacer memoria histórica colectiva y a predecir el escenario hacia donde nos conducirán determinados comportamientos del presente. En resumen, son una oportunidad para corregir trayectorias y sobrevivir en tiempos convulsos.
La memoria de las guerras se ha reconstruido mayoritariamente a partir del relato androcéntrico de lo acontecido en los frentes de batalla, desde la perspectiva del poder y en formato de manual de estrategia militar. En el relato de las mujeres las guerras han sido más bien cosas de hombres, en cuanto que son quienes mayoritariamente usan las armas, las compran y las venden. Sirva para ilustrar la imagen reciente, cien por cien masculina, de Felipe de Borbón y los empresarios del sector en Arabia Saudi, haciendo negocio con la muerte.
Es un hecho que cada vez se producen armas más sofisticadas, y en occidente sabemos mucho de esto. Sin ir más lejos, la industria militar vasca suma una lista de cien empresas, y es que esas guerras lejanas son muy nuestras, como recoge en su título el libro del Colectivo Gaiztekoa.
Pero hay un arma en todo conflicto armado que se reproduce sistemáticamente, y es la violencia sexual sobre las mujeres. El cuerpo de las mujeres como campo de batalla en el que humillar y vencer al enemigo y la violación como arma de corta distancia, pero de largo alcance para destruir a mujeres de todas las edades y romper comunidades.
En la década de los 90, a raíz de lo ocurrido en la antigua Yugoslavia y en Ruanda, la violencia sexual se tipificó como crimen de guerra. Sin embargo, ello no ha impedido que siga repitiéndose allá donde apunte la mirada: Sudán del Sur, Nigeria, Irak, Afganistan…
Es imprescindible tomar medidas preventivas y que, al menos, mientras occidente mantenga abiertas de par en par las fronteras para la circulación de armas, establezca de modo urgente vías de tránsito y acogida seguras para las mujeres.
Como se va desvelando, los conflictos bélicos también son cosas de mujeres en cuanto que repercuten gravemente en nuestras vidas. No sólo sufrimos violencia sexual. Una mirada feminista tendría que contribuir a visibilizar todo tipo de violencias. Por ejemplo, y sin ir más lejos, durante la guerra civil las mujeres vascas sufrieron, como los hombres, encarcelamiento, ejecuciones, incautación de bienes y exilio. Y también se ejerció sobre ellas otros métodos violentos pretendiendo atacar su identidad como mujeres: rituales de humillación como rapados de pelo, purgas con aceite de ricino, exhibiciones públicas, robos de bebes,… Los motivos de persecución fueron, como en el caso de los hombres, por su ideología o la de sus familiares: comunistas, anarquistas, nacionalistas, sindicalistas… Pero también por feministas y por ejercer formas de resistencia políticas menos convencionales que, aún en el contexto actual, no se reconocen como políticas sino como conductas personales, lo que actúa limitando el derecho de asilo a las mujeres.
Si hacemos memoria histórica feminista constataremos que las guerras también se hacen contra las mujeres. En la guerra civil perdimos los derechos conquistados durante la segunda república y se nos relegó al espacio privado del hogar. Otro tanto ocurrió después de la segunda guerra mundial. Como afirma Carmen Miguel Juan, a las mujeres no se las persiguió solo por expresar una opinión política contraria al régimen franquista, sino también por desafiar los roles y espacios asignados, en definitiva, por romper la frontera patriarcal.
Los conflictos bélicos se desencadenan para apropiarse indebidamente de espacio ajeno, no sólo en forma de tierra y de recursos, sino que también se apropian del cuerpo de las mujeres, de su espacio público y de su trabajo. Hay toda una economía de las rutas migratorias que generan beneficio, también a costa de las mujeres. En la base de los conflictos en los países de origen y de la búsqueda de refugio en los países de destino, destaca como actor principal el sistema capitalista operando a través del negocio de las armas y la seguridad, así como a través del lucro depredador de las transnacionales, pero también, emparejado de hecho, está el sistema heteropatriarcal, operando a través del negocio de la mano de obra esclava para el trabajo doméstico y de cuidados y la trata con fines de explotación sexual.
Las mujeres no estamos al frente de las guerras, pero si al frente de muchas marchas civiles que a lo largo de todo el mundo están denunciando actualmente las violencias machistas, las políticas de inmigración xenófobas, la desigualdad social, las guerras, los neofascismos, etc.
Aquí en Euskal Herria, este fin de semana hemos ganado las calles de Donostia con la Lilaton. Y el sábado 29 de abril, en el 80 aniversario del bombardeo, marcharemos organizadas en una de las columnas hacia Gernika con el fin de gritar no a las guerras, visibilizar y denunciar la situación de las mujeres en estos contextos y en los del refugio, y reivindicar que la política exterior de las mujeres es que nuestra casa esté abierta. Ongi Etorri Gernika 2017. Convirtamos cada territorio, cada barrio, cada pueblo, cada ciudad… en tierra de acogida. Os esperamos! https://ongietorrierrefuxiatuak.info/gernika2017/eu