Alberto Ruiz de Azua | Ex alcalde de Arrigorriaga 1999-2011

De alcalde a alcalde

Patxi, quiero escribirte unas palabras. De alcalde a alcalde. Para decirte con cariño y respeto, otra vez más, que fuiste el alcalde con mayúscula.

Tuve el honor de compartir contigo unos cuantos años como concejal, y después, en 1999 de recibir de ti simbólicamente el testigo que me entregaste como alcalde de Arrigorriaga: aquellas viejas llaves de la «alcaldía», de lo que había sido tu despacho durante quince años, desde 1980 hasta 1987 primero, y, en una segunda epata, desde 1991 hasta 1999, año en el que te jubilaste.

Cuando abrí la puerta de la «alcaldía», encontré allí los símbolos de toda una época: una mesa, una silla bien incómoda, por cierto, y un armario. En el armario: unas botas de goma de media caña, un plexiglás y una emisora para emergencias; en el cajón izquierdo de la mesa, una caja con cuatro montecristos del «4», unas llaves y un bolígrafo para firmar.

Las botas de goma, el plexiglás y la emisora de coordinación de emergencias significaban el trabajo e incluso el sacrificio que tuviste que hacer en nuestro pueblo cuando a finales de agosto de 1983 sufrimos aquellas dramáticas inundaciones; te calzaste las botas de goma de media caña y lideraste la situación desde dentro del barro, como uno más. ¡Qué ejemplo para toda la ciudadanía!

La caja con los cuatro puros habanos, sin haber tocado ninguno de ellos, significaba para mí la honradez. La honradez de que quien se había abstenido incluso de abrirla por considerar que aceptar un regalo podría no ser ético para una alcalde. Pero Patxi no era alcalde. Era Alcalde.

Las llaves que había en el cajón izquierdo de la mesa significaban discreción. La discreción que debe caracterizar a todo buen alcalde para guardar en lo más profundo algunos secretos que siempre se han de mantener.

El bolígrafo era sencillo. Nada de ostentaciones: sencillez. El bolígrafo era para utilizarlo en la firma diaria. Y la firma significa determinación. La determinación que demostraste durante aquellos quince años teniendo que tomar tantas y tanteas decisiones para poner a tu pueblo entre los que mejor calidad de vida tienen en Euskadi.

La incómoda silla era la que significaba la soledad del cargo. Aquella soledad en la que te encontré en alguna ocasión cuando me acercaba a mediodía a despachar contigo en mis años de concejal. Recuerdo lo mal que lo pasaste cuando nos comunicaron la muerte de Peli, el hijo de tu gran amigo Carlos.

Durante los doce años que me tocó vivir como alcalde después ti, creo que ningún día pasé sin tenerte en mi cabeza. Siempre seguías siendo el espejo donde mirarme cuando las cosas se ponían feas. Nunca intentaste decirme cómo tenía que hacer yo las cosas. Sólo me diste un encargo: que definitivamente pusiéramos el nombre de José María Makua a una de las nuevas calles que se estaban construyendo en el nuevo Arrigorriaga. Y así fue. No podías olvidar lo que el Diputado General nos había ayudado desde la Diputación después de las inundaciones y quisiste ser agradecido. Gratitud. Otra de tus virtudes.

Mientras estuve de alcalde tuve ganas de intentar siquiera con pequeños gestos, devolverte lo tanto que habías dado a nuestro pueblo. Tomé la decisión de encargar un retrato tuyo y colgarlo en el pasillo del nuevo Ayuntamiento, donde siempre serás recordado junto a los otros. Tuve el placer de entregarte la makila cuando se cumplieron los 30 años de los ayuntamientos democráticos desde aquel año 1979 en el que se recuperó la tradición de elegir a nuestros representantes en las urnas. Y tuve incluso la suerte de poder entregarte uno de los premios Hemendik en la ceremonia que se celebró en la sala Lonbo Aretoa de pueblo en 2009.

Tuve, en definitiva el privilegio de disfrutarte como alcalde, además de como aficionado al monte y durante los últimos años como compañero en el Coro Erein.

Ahora, estás más cerca de las cimas aquellas que tanto te gustaban ascender. Desde ahí tendrás una vista privilegiada del Posets, de Peña Collarada… Estarás disfrutando de los Pirineos con tus amigos Pedrito, Javi «el del estanco», Olabarrieta y el resto de la cuadrilla de Villanúa. La cuerda de tenores del coro, en cambio, quedará coja para siempre, aunque ahí podrás cantar ahora junto con Luis, con Santi, con Eliseo, con Juanan, y Luis Mari…

Me hizo mucha ilusión ver en tu funeral a representantes de todos los partidos políticos que habían pasado por el Ayuntamiento: del Partido Socialista de Euskadi, de Herri Batasuna, del Partido Comunista, de Eusko Alkartasuna, Euskadiko Ezkerra… a todos respetaste y todos te respetaban.

Que sepas que en tiempos de crisis de valores, Patxi, tú siempre has sido y serás modelo donde mirarnos los demás porque representabas y eras testimonio del trabajo bien hecho, del sacrificio, austeridad, sencillez, coherencia, gratitud, prudencia, respeto y discreción. Valores que siempre deben estar presentes en cualquier representante público.

Siempre te recordaremos, alcalde.

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