Iniciativa, talento y otra épica para una nueva fase política
La batalla por el relato se recrudece en estos días de aniversario, cinco años después de la histórica Declaración de Aiete y de la decisión de ETA de finalizar definitivamente su actividad armada. El sonido oficial del látigo insiste en reivindicar un cuento de vencedores y vencidos, distorsionando un balance más equilibrado, que siendo realistas es razonablemente positivo a la vez que frustrantemente insuficiente. En particular por la situación de los presos y presas, tal y como se denunció una vez más ayer en Donostia.
Aiete inauguró un camino en el que quienes eran enemigos debían pasar a ser adversarios. Eso no solo requería empatía y un trabajo político-emocional incesante, sino también un fair-play democrático, el final de la excepcionalidad y de la conculcación de derechos. Si algo debe imponerse en esta fase es el principio rector de «todos los derechos para todas las personas».
Irresponsabilidad, amnesia y ventajismo
Mirando atrás, el mayor contraste en este periodo se da entre, por un lado, las personas y agentes políticos que asumen su responsabilidad en el pasado, en el presente y en el futuro del conflicto y quienes, por otro lado, ejercen la irresponsabilidad negacionista hasta caer en el ridículo. Les salva en parte que no va con el espíritu de los tiempos señalar constantemente la brecha entre lo que dijeron que pasaría y lo que pasó, entre lo que hicieron y lo que dicen que hicieron. Es decir, el abismo entre su relato y la realidad. La hemeroteca, si no es parcial y amnésica como su memoria, resulta demoledora.
Ese relato parcial, su ventajismo, parte de su impunidad. Si sus mercenarios y torturadores estuviesen cumpliendo alguna condena no se permitirían tal crueldad.
Derrotismo nostálgico frente a capitalización
El cambio que posibilitó Aiete y todas sus consecuencias es el que transita de una estrategia político-militar a una pacífica y democrática. Solo quien entendiese la anterior en términos puramente militares y reproduzca esa visión a futuro puede considerar que el Estado ha derrotado a la insurgencia vasca, al independentismo. Este es un momento de capitalizar la lucha de décadas, no de reproducir esquemas guiados por la nostalgia.
Hace tiempo que la izquierda abertzale comprendió que el proceso de liberación no viviría jamás un «día D», que no había opción de una epifanía política, que si no hay proceso político no hay acontecimiento que traiga cambios profundos, revolucionarios.
Cambios, fórmulas y plazos
Mirando atrás es imposible no ver y ponderar los cambios que se han dado en el país, que no habrían sido tales de alargarse la fase anterior. A modo de resumen no exhaustivo del momento político, institucionalmente existe una oportunidad abierta inédita en Ipar Euskal Herria, un cambio político potente pero sin asentar en Nafarroa, mientras en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se fomenta un continuismo muy condicionado por factores externos e internos. El hundimiento del unionismo tradicional y el crecimiento del apoyo al derecho a decidir, tanto en número como en pluralidad, impone un cambio de lógicas que contiene gran juego político. En clave socioeconómica, hay cierto consenso socialdemócrata general, pero está muy amenazado por el sistema clientelar vasco, por la descomposición del Estado español y las crisis superpuestas del Estado francés, todo ello en el contexto de la crisis del capitalismo y en una Unión Europea decadente. Las alternativas, más allá del consenso en la radicalización democrática, no terminan de formularse y plasmarse en la práctica.
Y es que esta fase tiene otras fórmulas y otros plazos. Para empezar porque en línea con los procesos políticos se dan acontecimientos y otros procesos que convulsionan escenarios y los hacen más imprevisibles.
Iniciativa política, talento, trabajo y épica
Más allá del relato pero sin perderlo de vista, la lucha política cotidiana sigue estableciendo los parámetros que marcarán esta nueva fase, aún sin definir del todo.
Lógicamente, mucho depende de acertar. Existen condiciones si se atina al tomar la iniciativa política, se exprime el talento sin quemar a las personas y se genera una nueva cultura política que debe aunar eficacia, eficiencia y, como siempre, trabajo a destajo. Esta fase necesita además una nueva épica, que sea revolucionaria e inteligente. Un ejercicio refundacional en toda regla.