Solidaridad, hartazgo y muro de razones
Los nombres más abundantes en Euskal Herria son Aiala, Ibon e Igarki. Miles de personas portaban ayer en Gasteiz esas identificaciones porque sienten como propia la persecución a la que están sometidos tres jóvenes que realmente responden a esos nombres. Por eso la gran muestra de solidaridad y cariño hacia esos y otros cuatro jóvenes recientemente encarcelados se convirtió a mediodía en muro popular. Un muro vulnerable a la fuerza bruta, pero cada vez más cargado de razones, porque cada persona encarcelada o pendiente de un proceso judicial por su compromiso con su país y sus gentes es una razón para plantarse ante decisiones políticas, aunque lleven el sello judicial, que por espurios intereses arruinan la vida de muchos ciudadanos y ciudadanas vascos.
Seguramente al partido que gobierna en Madrid una campaña electoral le parece un momento especialmente adecuado para mostrar su absurdo celo «contra el terrorismo», pensando en los réditos que podría obtener –no en Euskal Herria precisamente–. Y seguramente al partido que gobierna en Gasteiz le resulta una situación especialmente incómoda, por eso se comprende que la Policía de su Gobierno ayer no tuviera tanta prisa por detener a los tres jóvenes como unos días antes por detener motu proprio, a hurtadillas y posiblemente de forma ilegal, a otros cuatro. La mayor preocupación de esos jóvenes, sin embargo, no es la campaña electoral. Una de sus mayores preocupaciones, su país, al que han dedicado su trabajo político y social desinteresado, ha sido juzgada y calificada de delito, tan grave que han de purgarlo con seis años de prisión, tras varios años a la espera de ese despropósito.
Ayer, los miles de Igarki, Ibon y Aialas, además de su solidaridad para con esos jóvenes, mostraron el hartazgo por unos procesos que no son sino exhibiciones de imposición a una sociedad que solo quiere tomar sus propias decisiones. Un hartazgo que, tristemente, para algunos hoy es oportunidad de intentar rascar un puñado de votos y para otros la incómoda posibilidad de perderlos.