Vendo postales, compro chapas; apariencia y retos en DSS2016
Si la Capitalidad Cultural Europea ha tenido ya en los donostiarras alguno de los efectos psicosociales que se le presupone, por ejemplo, un avance en los valores de la empatía, mucha gente será consciente del profundo sentimiento de malestar que la gestión última de estos eventos ha generado en un sector bastante amplio de la ciudad. Si la empatía es, básicamente, el ejercicio de ponerse en la piel del otro, cualquiera que se ponga en el lugar de los votantes y cargos de EH Bildu será capaz de imaginar la impotencia de estos al ver cómo, tras el retorno a las máximas instituciones guipuzcoanas del bipartito PNV-PSE, todo lo que anteayer era un problema ahora es un reto; lo hasta ahora sospechoso se torna en misteriosamente ilusionante, mientras que lo inviable recibe el apoyo moral y sobre todo económico de las mismas estructuras que lo sabotearon hasta hace seis meses. Donde había intoxicación ahora hay patrocinio, donde chantaje, ahora financiación. Sin tapujos, con obscena cotidianidad, todo fluye y bombea una red clientelar tejida durante décadas que ha recuperado su nodo institucional y lo va a celebrar por todo lo alto. «¡Hemos vuelto!», parecen decir.
La estrategia del establishment para recuperar el poder institucional en Gipuzkoa ha sido eficaz y el sabotaje controlado a la Capitalidad fue un frente más de esa estrategia. Quien lo niegue a estas alturas o quiere tapar su proceder al respecto o es un cínico. Poco importaba la cultura, la convivencia, la empatía o cualquier cosa que no fuese asfixiar al gobierno del cambio. Y, visto el resultado, es evidente que la coalición abertzale no acertó. En gran medida abandonó a su suerte en este tema a Juan Karlos Izagirre y a su equipo, perdió primero la centralidad, luego la iniciativa y terminó peligrosamente aislada. Probablemente le faltó ambición, curiosamente en un terreno en el que su base social es muy potente: en la promoción cultural y en la creación contracultural. Internamente la izquierda abertzale no pudo vencer la nostalgia por la resistencia de algunos núcleos y una desconfianza paradójica a lo institucional, aun estando a cargo de esas instituciones. Esto tampoco trajo un nivel de crítica interesante, que fuese más allá de los clichés. Y aunque sea a otro nivel, reprodujo esquemas clientelares, tan modestos como ineficaces.
Apariencia, especulación y estrategias
Entre aciertos ajenos y fallos propios, llegó 2016 y la Capitalidad. Por el momento, en el camino no ha habido demasiado de «explorar nuevas formas de convivencia y relación», el principal objetivo del proyecto. Todo ello no quita para que algunas personas hayan hecho una gran labor y en el programa que comenzaba oficialmente ayer haya actividades, eventos o iniciativas interesantes, sean «ad hoc» o simplemente adosadas.
Con estos precedentes conjugados con visiones al respecto, que van desde la pura especulación turístico-urbanística hasta el cosmopolitismo de restaurante oriental, pasando por reaccionarios de lo ancestral con flecos de mestizaje, es difícil creer que Donostia 2016 va a cumplir sus grandilocuentes objetivos.
Por ejemplo, se subraya mucho la exposición al exterior que este evento traerá para Donostia, cuando en este momento su problema es precisamente la falta de un debate y una estrategia compartida para gestionar el creciente turismo, con todo lo que ello conlleva: la terciarización de la economía, el peligro de gentrificación, el crecimiento exponencial de las desigualdades sociales… Si lo que se quiere es aportar en los retos actuales de Donostia, estos son tan evidentes como que, por ejemplo, su alcalde, Eneko Goia, pertenece a una generación que tuvo que salir de su ciudad por no poder acceder a una vivienda. Luego resulta extraño pensar que la prioridad de esta ciudad con precios astronómicos y periferias abandonadas sea ese escaparate internacional. Sin una estrategia que vaya más allá del esquema del pelotazo, la estructura socioeconómica, urbanística y de servicios de Donostia corre el peligro de no atender las necesidades de los y las donostiarras por servir los deseos de sus ricos visitantes. Así, depende demasiado de factores externos y de ocurrencias internas.
Visto el panorama, existirá la tentación de pasar de este evento o de recuperar posiciones numantinas. Lo lógico, sin embargo, es pensar cómo se puede utilizar como palanca para favorecer socialmente el cambio que se buscó políticamente, porque ese impulso sigue ahí y para que se traduzca en institucional debe recuperar pulso social. Eso implica buscar alianzas, definir estrategias y experimentar. Si fue parte de una estrategia reaccionaria, bien puede serlo de una de cambio.