Los estados de lo que se da en llamar «Europa occidental» no solo dieron las bendiciones a cualquier movimiento que socavara la anterior correlación de fuerzas que venía del final de la II Guerra Mundial, sino que incluso los fomentaron y echaron combustible altamente inflamable a conflictos que permanecían apagados.
Eso sí, autodeterminación y libre determinación para todos menos para las naciones que en el Oeste de Europa luchan por su reconocimiento y soberanía nacional.
Así, poco antes de iniciarse 1990 Checoslovaquia se fue por su camino con la que denominaron «Revolución de terciopelo»; ya lo había hecho Polonia, Hungría y Rumanía, donde ejecutaron a los Ceaucescu. En Yugoslavia volvieron a prenderse antiguos fuegos entre pueblos que habían convivido durante el tiempo de la República Federativa Socialista Yugoslava de Tito.
A finales de agosto y tras meses de negociaciones se firmó el tratado por el que la República Federal Alemana absorbía a la República Democrática Alemana, la «Alemania del Este».
En la URSS, de sus 15 repúblicas los primeros en reclamar la separación fueron las tres bálticas: Estonia, Letonia y Lituania. Seguido lo haría Georgia.
En el Parlamento de Gasteiz no se fue tan lejos en las pretensiones y, en febrero de 1990, PNV, EA y EE aprobaron una declaración sobre la autodeterminación que se quedó en la simple reivindicación retórica, sin establecer fórmula alguna para su democrático ejercicio y, además, subrayando el valor del Estatuto de Autonomía del 79.
Herri Batasuna presentó una enmienda en la que se hablaba explícitamente de territorialidad y de la posibilidad de crear un Estado.
El método habitual de votación acostumbraba a ser punto por punto, pero PNV, EA y EE no estaban por la labor de que HB pudiera apoyar alguno de los puntos de su declaración, por lo que decidieron que la votación fuera única para poder salir ellos solos en la foto. En protesta, HB abandonó la cámara; lo que no hicieron PSE, PP y CDS, que dieron su voto negativo.
El entonces presidente del EBB, Xabier Arzalluz, fue claro sobre las intenciones de su partido: «No hemos pretendido iniciar un camino para el ejercicio de la autodeterminación».
También lo fue respecto a las acusaciones contra el PNV por el fraude de las máquinas tragaperras: «Es un montaje electoralista». Sin embargo, las evidencias sobre la implicación de los jelkides en la trama de presunta financiación ilegal del partido eran cada vez más y más sólidas.
A raíz de varias denuncias, un informe del Tribunal Vasco de Cuentas sacó a la luz la existencia de miles de licencias ilegales para máquinas tragaperras y varios empresarios declararon ante el juez la implicación en la trama de miembros del PNV y de cargos del Gobierno de Gasteiz y de la Diputación de Bizkaia. A través de intermediarios y testaferros, el dinero del comercio ilegal de licencias iría a parar a las arcas del partido jelkide.
A comienzos de junio Hacienda informó de que «unas inundaciones» habían destruido los expedientes de las tragaperras. Algunas veces ocurren cosas particularmente oportunas.
El caso siguió coleando durante los años siguientes, hasta que en 2001 la Audiencia de Bizkaia cerró al caso al considerar que había pasado tanto tiempo que el delito había prescrito definitivamente. «Un lío menos», respiró tranquilo Arzalluz.
El PNV no era el único partido que en 1990 tenía problemas de corrupción. En el PSOE estalló el 'caso Juan Guerra', que afectaba directamente al hermano del vicepresidente del Gobierno español, Alfonso Guerra, quien se vio forzado a dimitir en enero de 1991.
Y al PP le tocó el 'caso Naseiro', al que se llegó por casualidad partiendo de unos pinchazos telefónicos por una investigación de narcotráfico. En una de las grabaciones se escucha a Eduardo Zaplana, que aún no era presidente de la Generalitat valenciana, decirle al abogado Voro Palop que tenía necesidad de ganar mucho dinero. «Me hace falta mucho dinero para vivir», decía, y confesaba que quería «hacerse rico». Otro alto cargo del PP recordaba a su interlocutor que estaba en política para ganar dinero.
La mano policial y de la Guardia Civil de Intxaurrondo asomó en las investigaciones iniciadas a raíz de la desaparición o sustitución por harina de cientos de kilos de la aprehensión, dos años antes, de una tonelada de cocaína en Irun. Había sido la mayor incautación hecha hasta entonces en toda Europa.
La droga desviada, valorada en miles de millones de pesetas –millones de euros–, habría sido puesta en el mercado por narcotraficantes gallegos, según el propio testimonio de alguno de ellos. Una parte de los beneficios habría sido destinada a la financiación de la lucha contra ETA.
Precisamente en el contexto de esa lucha, en la Foz de Irunberri se produjo a finales de junio un enfrentamiento armado entre efectivos de la Guardia Civil y miembros de ETA en el que resultó muerto un sargento. La Guardia Civil cercó inmediatamente toda la zona e inició la persecución de los militantes.
Durante la noche detuvieron a Germán Rubenach, gravemente herido por un disparo en la cabeza. Unas 20 horas más tarde, y muy cerca de donde habían encontrado a Rubenach, aparecieron junto al río Irati los cadáveres de Susana Arregi y Juan Mari Lizarralde. La narrativa oficial dijo que los miembros de ETA se habían suicidado al verse cercados. Pero la autopsia de Lizarralde no dejaba lugar a dudas de que había muerto por asfixia, lo que corroboraba la versión de que los militantes habían sido detenidos vivos y luego ejecutados tras haber sido torturados para arrancarles información.
La versión oficial y la realidad tampoco encajaron en la muerte de Mikel Castillo, en Alde Zaharra de Iruñea. La Policía difundió que había habido un tiroteo y que el agente lo mató en defensa propia. Testigos presenciales declararon que Mikel Castillo no iba armado y que, inicialmente, estaba en el interior de un coche. Solo hubo un disparo, que le entró por la espalda y resultó mortal; además, la munición empleada no era la reglamentaria. El policía que lo mató fue condecorado quince días después.
En agosto murió el militante de ETA Jose Mari Arantzazistroke al hacerle explosión el artefacto que manipulaba. Cuatro meses antes había caído el 'comando Argala', que los medios españoles llamaron 'Itinerante'.
Para los prisioneros vascos fue un año duro en el que hubo que lamentar la muerte de Mikel Zalakain en Martutene, fallecido por parada cardio-respiratoria producida por la desatención sanitaria.
La dispersión, defendida en enero por Ardanza, se cobró dos vidas en la carretera.
En solidaridad con los represaliados, en junio se llevó a cabo la marcha Ttipi-Ttapa; y, en diciembre, en la anual Marcha a Herrera se presentó Negu Gorriak con un concierto en los alrededores de la prisión frente a diez mil personas desplazadas desde Euskal Herria para apoyar a los prisioneros.
De las cárceles llegó una buena noticia a comienzos de 1990, cuando, tras 27 años de prisión, fue puesto en libertad en Sudáfrica Nelson Mandela, fundador de la organización armada La Lanza de la Nación, y que llegó a la Presidencia de su país pocos años después de la excarcelación.
En la Nicaragua sandinista el FSLN perdió las elecciones en noviembre. En 2006 Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo recuperarían la presidencia, pero los personajes del sueño ya no eran los mismos.
Acababa un año de gran sequía que no lo fue para el periodismo vasco, pues el 6 de diciembre, gracias a la iniciativa popular y por encima de los obstáculos del PNV y el Gobierno de Ardanza, salió a los kioscos 'Euskaldunon Egunkaria', el primer diario íntegramente en euskara desde 1937. Fue un feliz acontecimiento para el idioma nacional y Euskal Herria que fue abortado en 2003 por un juez de la Audiencia Nacional que ordenó su clausura.
En octubre se celebraron elecciones al Parlamento de Gasteiz y el PNV recuperó 5 de los escaños perdidos en la anterior cita. EA perdió cuatro y el PSE tres. Herri Batasuna mantuvo sus trece parlamentarios.
A los comicios se presentó una nueva fuerza política que se proclamaba «foralista». Era Unidad Alavesa y logró tres representantes. Ese partido fue ganando gran fuerza en los años posteriores hasta que comenzó un declive que le llevó a la total extinción.
Con el nombre de Unidad Alavesa hoy ya solo triunfa el grupo musical de Ataun.