Cinismo europeo con el genocidio en Auschwitz

Tal día como ayer, hace 80 años, el Ejército Rojo liberó el campo de concentración de Auschwitz y descubrió al mundo los horrores que cometieron los nazis en aquel infierno. Allí mataron a alrededor de un millón de personas, la mayoría judíos, pero también polacos, rusos, gitanos, comunistas... Durante la conmemoración, los líderes de la Unión Europea abogaron por no olvidar a las víctimas y denunciaron los intentos de negar lo ocurrido, así como las «teorías conspirativas».

La memoria viva del genocidio cometido en Europa por el nazismo es, desde luego, fundamental para que hechos semejantes no se vuelvan a repetir. Sin embargo, algo está fallando cuando se constata un aumento de las manifestaciones de corte nazi en todo el mundo. Precisamente, el comunicado de la Unión Europea también denunciaba todas las formas de discriminación, intolerancia, racismo y xenofobia y anunciaba que tomará medidas decisivas para hacer frente a estas amenazas. Un discurso alineado con los derechos humanos, pero en profunda contradicción con la práctica diaria de los Veintisiete hacia los migrantes, tanto en el interior de la Unión como en sus fronteras. Hoy darán cuenta de esa contradicción los siete ciudadanos vascos que serán juzgados por un acto de desobediencia durante la pasada Korrika.

Por otra parte, el comunicado de la Unión Europea denunció lo que llamó «alarmante escalada de incidentes de corte antisemita». Una fórmula utilizada por el Gobierno de Israel para estigmatizar y condenar cualquier protesta contra el genocidio que el régimen sionista ha estado cometiendo durante los últimos quince meses contra la población palestina. El apoyo implícito de la UE a ese genocidio se hizo explícito ayer con la invitación a Benjamin Netanyahu a que participara en la conmemoración, a la que no invitaron a los descendientes de los libertadores del campo. A pesar de tener una orden de búsqueda y captura dictada por el TPI, nadie dio un paso para detenerle, en otra muestra más de doble rasero. Es precisamente esa actitud cínica de la clase política europea la que desvirtúa la memoria del genocidio y alimenta el fascismo.

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