Julen Rekondo
Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

¿La energía nuclear es la solución al cambio climático?

El próximo 26 de abril se celebra el 38 aniversario del fatídico accidente ocurrido en la central de Chernóbil (Ucrania, 26 de abril de 1986), la peor tragedia nuclear de la historia. El accidente de Chernóbil puso de manifiesto el enorme riesgo de mantener las centrales nucleares en funcionamiento y mostró que los efectos de un posible accidente superan las fronteras y se extienden a varios países.

El pasado 11 de marzo se celebró el 13 aniversario del accidente en la central nuclear de Fukushima, una de las mayores del mundo, que fue parcialmente destruida por un tsunami el 11 de marzo del 2011. El tsunami afectó a 4 de los 6 reactores de la central. Hubo cerca de 20.000 muertos y desaparecidos y 160.000 personas tuvieron que dejar sus hogares.

Producto de este accidente, en los tres últimos años Japón ha vertido ya 31.200 toneladas de agua radiactiva al Pacífico. Añadirá 54.600 toneladas más hasta abril de 2025, unos vertidos que continuarán los próximos 30 años. Para el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA), del que forma parte Ecologistas en Acción, «esto es una muestra de la peligrosidad de las centrales nucleares y denuncia que se obligue a la población mundial a soportar los daños que causan».

La industria nuclear pretende enterrarlas en el olvido bajo la bandera de la crisis climática. Precisamente, en la pasada COP28 celebrada en Dubai, 22 Estados hicieron un llamamiento a triplicar la capacidad mundial de energía nuclear de aquí a 2050. En un interesante artículo del periodista y experto en temas energéticos Antoine De Ravignan, publicado en la revista "Alternativas económicas" en febrero de 2024, viene a decir que «la causa de que fueran tantos los países que no apoyan la idea es, seguramente, su discordancia con los proyectos futuros y las evoluciones del pasado. En todo caso, la iniciativa se parece mucho a un espejismo en el desierto».

De hecho, tal y como afirma Antoine Ravignon, en un escenario de «cero emisiones netas» para 2050, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), muy favorable a la energía nuclear, pero que, a diferencia de otros actores del sector, reconoce honestamente sus trabas económicas e industriales, prefiere más bien que se duplique y no que se triplique su producción mundial. Duplicar supondría no solo construir en menos de 30 años 400 gigavatios adicionales de capacidad de producción, es decir, la misma cantidad que los Estados nucleares han logrado instalar en 60 años, sino sustituir buena parte de la capacidad actual, el grueso de la cual entró en el período 1970-1990. Es un plan titánico si, además, se tiene en cuenta que esa nueva capacidad debería construirse en países emergentes y en desarrollo que, dejando de lado a China, no tienen los mismos conocimientos tecnológicos. Y suponiendo que ese escenario de duplicación sea creíble, la energía nuclear solo tendría un papel muy secundario en el mix descarbonizado de mañana: apenas el 8% a escala mundial.

El último informe anual sobre el estado de la energía nuclear, dirigido por el experto independiente Mycle Schneider y publicado el pasado 6 de diciembre en "The World Nuclear Industry Status Report 2023", también pone en cuestión las aspiraciones de los 22 Estados expresada en la última cumbre del clima de triplicar la capacidad nuclear mundial de aquí a 2050.

En 2022, el porcentaje de la energía nuclear en la producción de electricidad disminuyó hasta el 9,2%, su nivel más bajo tras el pico de 17,5% en 1996. En volumen, la producción también descendió en 2022, estableciéndose en 546 TWh. El máximo histórico, de 2.660 TWh, se alcanzó en 2006 y, desde esa fecha, la producción se ha ralentizado y, aparte del caso de China, no ha dejado de bajar. Esta situación de declive desde hace dos décadas se explica porque las nuevas unidades que han entrado en funcionamiento no compensan el cierre de las que han llegado al fin de su vida útil.

Por otra parte, los costes de inversión inicial son elevadísimos. Esto ha hecho que durante años las empresas hayan renunciado a construir nuevas centrales, tanto en el caso español como en la mayor parte de países industriales occidentales.

Otro de los motivos de la baja rentabilidad de la energía nuclear, en opinión de Antonio Turiel, investigador científico del CSIC, manifestada en su libro "Petrocalipsis: Crisis energética global y como (no) la vamos a solucionar", guarda relación con el tipo de energía producida: la electricidad. La realidad es que hoy en día, en las sociedades industrializadas, el consumo de energía eléctrica supone solo el alrededor del 20% del total de la energía final. Por tanto, producir solamente electricidad es un hándicap importante para las centrales nucleares, porque su energía no es apta para muchos usos necesarios. Otra cuestión importante es la escasez de uranio. La previsión del ritmo de declive en la producción de uranio anticipa el surgimiento de problemas en el suministro de uranio a partir de 2025, según la AIE.

Los defensores de la energía nuclear suelen decir que esta energía es la solución al cambio climático, pero no es así, ni mucho menos, porque la nuclear no es neutra respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero. Considerando el ciclo completo de las tecnologías de generación eléctrica no fósiles (es decir, la nuclear y las renovables), la energía nuclear emite más CO₂ que cualquiera de las energías renovables por cada kWh producido. Esto se debe a que en todas las etapas del ciclo nuclear –la minería del uranio, la fabricación del concentrado, el enriquecimiento, la fabricación del combustible, la construcción de las centrales nucleares, su posterior desmantelamiento, la gestión de los residuos radiactivos, etcétera–, se consumen grandes cantidades de combustibles fósiles.

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