Que se lo digan, si no, al expresidente del Gobierno español José María Aznar, cuando tras el cierre del diario 'Egin' se preguntaba en voz alta y sonriente desde Turquía: «¿Alguien pensaba que no nos íbamos a atrever?».
De principio, en la pregunta se atribuye autoría del cierre del periódico y la radio, que judicialmente perpetró el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, responsable intelectual de la cacería del «todo es ETA».
Y para continuar, el atrevimiento denotaba el absoluto desconocimiento de la historia y carácter del pueblo vasco. Se puede entender de un ajeno a Euskal Herria, pero a su lado tenía a Jaime Mayor Oreja, oriundo de las tierras vascas que podía haberle advertido de lo fatuo de la operación, porque sería cuestión de tiempo que brotara una nueva espiga.
Pero Mayor Oreja bebía de las mismas fuentes espirituosas que Juan María Atutxa o el lehendakari Ardanza, y estaban todos ebrios del deseo de clausurar la «voz de los sin voz» que les colocaba permanentemente frente a sus vergüenzas.
Para tener alma vasca hace falta bastante más que haber nacido en territorio vasco, que dijera Jorge Oteiza.
Así, como la ignorancia es atrevida, y máxime cuando el objetivo es hacer daño a cualquier precio, el 15 de julio de 1998 la Policía española asaltó las instalaciones del diario 'Egin' y Egin Irratia en un operativo político-judicial que en 2009 el Tribunal Supremo declaró «ilícito» y dejó sin efecto el decomiso y liquidación de su patrimonio.
Era ya demasiado tarde porque el daño estaba hecho y era irreversible.
El juez Garzón desembarcó de madrugada en la redacción de Hernani con sus policías, y mientras unos procedían al registro de las instalaciones otros aprovechaban para inutilizar la rotativa y dejarla inservible.
'Egin' no volvió a la calle a la mañana siguiente, pero sí 'Euskadi Información', un diario milagro que se materializó sobre la marcha gracias a una magnífica combinación de carácter, orgullo, imaginación, solidaridad y rabia; y, sobre todo, el compromiso de los trabajadores del periódico y la radio y la colaboración de multitud de personas que hicieron posible el reto.
«Egin, egingo dugu» fue la primera portada de 'Euskadi Información', una tirada de 3.000 ejemplares con una imprenta rudimentaria que la iniciativa popular multicopió para que a nadie le faltara la prueba irrefutable de que se seguía adelante.
Mayor Oreja lo despreció, calificándolo de bravata sin futuro; «una pataleta», dijo. Acababa de recibir una docena de huevos que le había regalado el franquista reciclado y exministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa, implicado en la matanza del 3 de marzo de Gasteiz y los Sanfermines de 1978.
Por si aún quedara alguna duda sobre dónde se había tramado la operación contra 'Egin' y Egin Irratia, Martín Villa envió otra docena a Martí Fluxá, secretario de Estado de Seguridad en aquel entonces y lobbista del sector armamentístico e inmobiliario.
Huevos como símbolo de valentía. Difícilmente se puede ser más machista y casposo, y difícilmente se puede representar mejor el contexto.
Pero se atrevieron, eso es cierto. Cerraron 'Egin' y Egin Irratia, dejaron a sus trabajadores en la calle, practicaron 11 detenciones, hubo 18 procesados y 13 condenados, entre ellos el director, Jabier Salutregi, que pasó siete años y medio en la cárcel, y la subdirectora Teresa Toda, que cumplió seis.
Las protestas contra el ataque a la libertad de expresión fueron inmediatas y multitudinarias; la mayor de ellas la manifestación de Donostia, que congregó a 75.000 personas.
Atrevimiento en el sentido contrario a como se entendía en España es lo que tuvieron en Belfast los gobiernos británico e irlandés y los principales partidos políticos, que el 10 de abril firmaron el llamado Acuerdo de Viernes Santo.
Fue el logro de un complejo equilibrio entre todas las partes para abrir el paso a una paz justa y duradera, que fue avanzando a lo largo del tiempo superando los grandes e importantes obstáculos que fueron apareciendo por el camino.
Los términos del Acuerdo fueron expuestos a los ciudadanos de la isla celta, que en mayo pudieron expresarse en sendos referendos celebrados en la República e Irlanda del Norte, donde más de un 70 por ciento lo apoyó.
Al mes siguiente se celebraron elecciones para la constitución de un Parlamento norirlandés con poderes legislativos.
A pesar del mayoritario apoyo al proceso, el verano no fue tranquilo, con permanentes provocaciones y violencia unionista y el atentado de un grupo disidente republicano en la ciudad norirlandesa de Omagh, donde un coche bomba mató a 29 personas.
Un formidable exponente de la voluntad y valentía con la que se afrontó el proceso fue separar los temas de prisioneros y desarme, buscando una solución prioritaria a las consecuencias humanas del conflicto y dejando que el resto siguiera su ritmo.
Así, entre los años 1998 y 2000 regresaron a casa 433 prisioneros.
Aquí se visualiza la gran diferencia entre el concepto de atrevimiento anglosajón y el hispano.
Y es que mientras esto ocurría en Irlanda, aquí, trescientos «intelectuales y artistas» intentaban conformar un grupo de presión para cerrar el paso a cualquier intento de resolución negociada. En febrero hicieron público un manifiesto y acusaron a la izquierda abertzale de ser un «movimiento fascista que pretende secuestrar la democracia».
El pronunciamiento no tuvo la más mínima repercusión social, pero alimentó las posturas más reaccionarias dentro del PSE, que sabía perfectamente que el Foro Irlanda-Euskal Herria estaba generando un nuevo clima de entendimiento entre los partidos vascos.
Hay diferentes versiones sobre los motivos que llevaron al PSE a romper la coalición de gobierno, pero la realidad es que a finales de junio decidieron irse de Lakua tras una votación conjunta de PNV, EA y HB en contra de tener que acatar la Constitución española.
Dos meses y medio después, el 12 de septiembre se firmó en Lizarra el acuerdo que se atrevía a trazar las líneas de un proceso de resolución democrático para el conflicto reconociendo Euskal Herria como marco de decisión. Luego se rubricó en Donibane Garazi, tomando ya el nombre con el que se le conoce: Acuerdo Lizarra-Garazi.
Hacía poco más de un año del «¡A por ellos!» y toda la artillería mediática española permanecía al ataque fomentando el enfrentamiento. A pesar de ello, de que la Mesa Nacional de HB estaba en la cárcel e incluso de que la Ertzaintza había matado a tiros en Gernika el 5 de junio a la militante de ETA Ina Zeberio, el Acuerdo Lizarra-Garazi fue posible.
En el documento se establece que «el contencioso vasco es un conflicto histórico de origen y naturaleza política en el que se ven implicados el Estado español y el Estado francés» y que, en consecuencia, la resolución solo puede ser política, con todos los proyectos en igualdad de condiciones y teniendo la ciudadanía de Euskal Herria la última palabra sobre su futuro, una decisión que debería ser respetada por España y Francia.
Por su parte, el PNV y EA mantuvieron contactos directos con ETA, que derivaron en un alto el fuego de la organización armada que dio comienzo el 18 de septiembre.
En ese contexto, el 25 de octubre se celebraron elecciones al Parlamento de Gasteiz y, con subidas de unos y bajadas de otros, la relación de fuerzas entre abertzales y unionistas quedó prácticamente igual a como estaba; 41, 32 y dos de Izquierda Unida. Subió la izquierda abertzale, que se presentó como Euskal Herritarrok; y también el PP, que fagocitó a una Unidad Alavesa que se quedó con dos representantes. El PNV perdió uno y EA dos, los tres que ganó EH respecto a HB.
Juan José Ibarretxe fue investido lehendakari el 2 de enero de 1999 con el apoyo del PNV, EA y Euskal Herritarrok, que, cuatro meses más tarde, en mayo, firmó un acuerdo de legislatura, aunque no entró en el gobierno. El Acuerdo de Lizarra-Garazi fue fundamental para que se pudieran dar estos pasos.
Con los años, el proceso iniciado con Lizarra-Garazi puede parecer la crónica de una tentativa frustrada, y aunque es cierto que no se alcanzó el objetivo deseado, el escenario político vasco cambió de manera sustancial.
Y concluyendo con atrevimientos, el del Athletic, que después de quedar segundo en la Liga se enfrentó en San Mamés a la potentísima selección de Brasil en la celebración del centenario del club y fue capaz de frenar a «la canarinha» consiguiendo un empate a un gol.
Quien se atreve no siempre gana o pierde; en ocasiones, empata.