Jarro de agua fría nicaragüense sobre una portada demasiado optimista
Pese al vaticinio de la portada de ‘Egin’ sobre la segura victoria del sandinismo, el FSLN perdió las elecciones celebradas hace hoy 34 años, poniendo fin a una original y compleja experiencia revolucionaria que dejó mucho poso en Euskal Herria. Hablamos con Mariné Pueyo, una de las centenares de brigadistas que conoció de cerca la Nicaragua sandinista.
Un día como hoy, en 1990, se celebraron las elecciones que sacaron del poder al sandinismo en Nicaragua, poniendo fin a una de las experiencias revolucionarias más originales de América Latina. La medida de la sorpresa causada por la derrota del FSLN la da la portada de ‘Egin’ de la misma jornada electoral, en la que aseguraba, con fotografía de Daniel Ortega incluida, que «la revolución será refrendada hoy en Nicaragua».
La portada funciona a modo de recordatorio para el oficio –mejor no anunciar cosas que todavía no han ocurrido, menos en la primera plana de un periódico–, pero refleja con fidelidad la confianza existente en la victoria del sandinismo y el consiguiente terremoto que causó su sorpresiva derrota.
«Vaya palo, se nos cayeron todos los sueños». Mariné Pueyo, una de las centenares de brigadistas vascas que conoció Nicaragua durante los años 80, rememora aquella mañana en la que, hace 34 años, los propios nicaragüenses pusieron fin a la experiencia sandinista, más cansados de la guerra y del hostigamiento constante que del propio proceso revolucionario.
«La guerra con la Contra desgastaba mucho, el bloqueo hacía mucho daño y la movilización de los jóvenes pesó mucho», rememora Pueyo, que describe la cotidianeidad nicaragüense en términos sisifianos: «No les dejaron desarrollarse, todo lo que hacían, se lo deshacían en seguida».
Como ejemplo sirve su propia experiencia. La escuela que construyeron en la Sexta Región ni siquiera llegó a inaugurarse, ya que una incursión de la Contra arrasó la construcción.
Un legado inolvidable
La caída del sandinismo dolió en Euskal Herria porque fue toda una generación la que se inspiró en ella. La caída del muro o el fin de la URSS impactaron mucho menos que el fin de la revolución nicaragüense. «Nosotros mirábamos a la revolución rusa y a la cubana, pero Nicaragua nos dio la oportunidad de vivir y conocer una revolución, de participar en ella, por eso nos dolió tanto que cayese», explica Pueyo.
«Desde aquí, fuimos allí a patadas», rememora. Hubo unos años en los que todo era Nicaragua. «En nuestra casa no escuchábamos más que los casetes que nos trajimos de allí».
También trajeron un carro lleno de aprendizajes. «Eso era una revolución de verdad, con todas sus contradicciones. Hubo cosas que se hicieron mal, aunque muchas se corrigieron, como con los misquitos en la costa caribeña, pero es que aquello era real. Desde la teoría y el sofá todo es muy fácil, pero hacer una revolución cuando falta la comida y te atacan constantemente se hace bastante más complejo», rememora esta veterana militante.
Recuerda otras dos lecciones. La primera, sobre la unidad que logró el Frente Sandinista de Liberación Nacional a la hora de aunar ideologías y tradiciones diversas y lograr componer un programa revolucionario unitario. La segunda, la experiencia de la economía mixta, que no se oponía a la iniciativa privada de base, pero que dejaba en manos del Estado todo sector estratégico.
«Si se demostraba que aquello funcionaba, iban a tener un problema en Estados Unidos, no podían dejar que eso triunfase. Supuso comprobar que nunca nos iban a dejar cumplir nuestros sueños. Luego te recuperas, pero fue un palo», concluye Pueyo.