El periodista y escritor gallego Nacho Carretero, autor del libro 'En el corredor de la muerte' que narra la historia de Pablo Ibar, dijo una vez en una entrevista televisiva que si esa historia se hubiera presentado como un guion de ficción para una serie o una película habría sido rechazado automáticamente por inverosímil. Que resultaría prácticamente imposible creer todo lo que ha tenido que pasar desde 1994, cuando fue arrestado acusado de cometer un triple crimen en Florida.
Por ese mismo motivo es complicado condensar esta historia en apenas unos miles de caracteres. Vayamos al principio. Pablo Ibar es un ciudadano estadounidense de ascendencia vasca que nació en 1972 del matrimonio entre el pelotari Cándido Ibar y María Cristina Casas. El padre, hermano del conocido boxeador Urtain, había llegado a EEUU para desarrollar su carrera deportiva y el propio Pablo siguió, de joven, sus pasos.
Sin embargo, su vida cambió radicalmente a raíz de lo ocurrido el 26 de junio de 1997 en la localidad de Miramar, cercana a Miami. La Policía halló los cadáveres de tres personas: el de Casimir Sucharski, que regentaba un local nocturno, y los de dos mujeres jóvenes que bailaban en aquel establecimiento, Sharon Anderson y Marie Rogers. Dos personas armadas irrumpieron en un chalet propiedad de Sucharski y cometieron el triple crimen. Aquella secuencia quedó registrada por una cámara de seguridad.
Un par de semanas más tarde, el 14 de julio, se desencadenó el calvario que Pablo Ibar y su familia llevan viviendo desde hace casi tres décadas. Así lo resumió Andrés Krakenberger, portavoz de la asociación Pablo Ibar Juicio Justo, en un artículo publicado en NAIZ el pasado año: «Aquel día, Pablo Ibar tuvo la desgracia de encontrarse en el momento y lugar equivocados. Pablo acompañaba a un amigo «trapichero de drogas» en una visita que este último hizo a unos traficantes colombianos, debido, al parecer, por cuentas aún sin saldar. Pese a que Pablo nada tenía que ver con las operaciones entre el conocido suyo y los colombianos, se vio involucrado en un altercado que hizo que la Policía tuviera que intervenir. El incidente finalizó de la peor manera posible, con los arrestos tanto de Pablo como de su amigo. Ambos fueron conducidos a comisaría y, una vez en la sede policial, agentes al frente de la investigación apreciaron una similitud entre los rasgos faciales de Pablo y uno de los autores de los crímenes cometidos días atrás en Miramar, cuyo rostro fue captado en ese vídeo de fuertes contrastes lumínicos e ínfima resolución».
Hoy se cumplen 26 años del triple crimen de Miramar, ocurrido en Florida. Casimir Sucharski , Sharon Anderson y Marie Rogers fallecieron por los disparos de bala de dos perpetradores en la casa de Sucharski, dueño de un conocido club nocturno llamado Casey''s Nickelodeon. pic.twitter.com/TsgupcOmRP
— Asoc Pablo Ibar (@asocpabloibar) June 26, 2020
Tres juicios y dieciséis años en el corredor de la muerte
Un mes más tarde, Ibar fue imputado junto a otro hombre, Seth Peñalver, por los tres homicidios. Así comenzó un viacrucis en el que Pablo Ibar ha sido juzgado en tres ocasiones.
La primera de ellas, entre 1997 y 1998, concluyó sin unanimidad entre los miembros del jurado, por lo que fue declarada nula. En el segundo juicio, que arrancó en enero de 1999, el letrado de oficio que se había asignado a Ibar, Kayo Morgan, fue detenido por agredir a su pareja embarazada. Pese a ello, la Justicia denegó la moción de cese de abogado que presentó Pablo, aunque sí que aceptó un aplazamiento.
Las piezas se separaron e Ibar fue finalmente juzgado en solitario en abril de 2000 –Peñalver acabaría siendo declarado no culpable en 2012 por falta de pruebas–. Dos meses más tarde, fue declarado culpable y condenado a la pena capital.
Pasó dieciséis largos años con el mono naranja, pero la determinación por demostrar su inocencia fue si cabe todavía mayor. La suya y la de toda su familia: su padre, su mujer Tanya, sus tres hermanos Frank, Steven y Michael... –Su madre falleció de cáncer poco después de su encarcelamiento–.
También la propia asociación que lleva el nombre de Pablo Ibar ha sido fundamental para dar a conocer el caso y reivindicar su inocencia. Ninguno de los citados ha bajado los brazos en ningún momento, tampoco el propio preso, que nunca ha variado su versión ni un ápice. Andaba en malas compañías, sí, pero siempre ha defendido que no tuvo nada que ver con aquel triple crimen.
Toda esa campaña de apoyo, aunque lentamente, ha ido dando sus frutos, y no menores. En 2016, el Tribunal Supremo de Florida dejó sin efecto la pena de muerte al considerar que las pruebas eran «escasas y débiles». Además de censurar el mal desempeño del primer abogado, la corte destacó que no había «pruebas físicas» para vincular a Pablo Ibar con aquellos hechos.
El juicio se repitió entre 2018 y 2019 y así lo resumió Krakenberger: «Tras no pocas irregularidades por parte del juez que dirigió el proceso, y después de que el fiscal aportase de manera sorprendente y sorpresiva una prueba de ADN en contra de Ibar que hasta ese momento jamás había aparecido, otro jurado declaró al acusado culpable. Esta vez, sin embargo, la pena muerte fue conmutada por la de cadena perpetua».
La larga lucha de la familia entró en aquel momento en una nueva fase, en la que ya no estaba presente la espada de Damocles de la pena capital. El camino posterior tampoco ha sido fácil y han tenido que enfrentar nuevas trabas y decisiones adversas. El propio Pablo ha denunciado que la cadena perpetua es en sí misma una «sentencia de muerte». Han pasado muchos años. Demasiados. Pero la voluntad de lucha permanece inquebrantable.