Hoy se cumplen cinco años de la muerte de Mariano Ferrer, primer director de 'Egin' y uno de los periodistas más reconocidos y reconocibles de Euskal Herria. Analizó durante años la actualidad de la política vasca en el programa matinal llamado 'El kiosco de la Rosi', su particular tribuna de Herri Irratia-Radio Popular que se convirtió en una referencia ineludible en muchísimos hogares vascos.
Firme defensor del periodismo libre y sin ataduras de ningún tipo, decidió implicarse en diferentes procesos como el apoyo a los encausados en el macrosumario 18/98.
Maestro de periodistas y amante de una profesión muchas veces maltratada, tras su muerte se sucedieron los reconocimientos y homenajes a su figura. «Los y las periodistas lo recordaremos como uno de los mayores referentes que el oficio ha tenido en la Euskal Herria contemporánea», le escribía por ejemplo Iñaki Soto, director de GARA y «el noveno de mi estirpe» como le reconocía el propio Ferrer.
Para recordar su figura y refrescar algunas de las lecciones de periodismo que nos dejó, recuperamos en Artefaktua la entrevista que le hizo Iñaki Iriondo en julio de 2004, año en el que decidió jubilarse y dejar la radio. Un texto que, pasados 20 años, sigue manteniendo una vigencia extraordinaria:
Mariano Ferrer:
«Estando atentos a lo que es público conocemos casi todo lo que pasa»
Iñaki Iriondo
El pasado viernes colgó los auriculares después de 33 años madrugando para despertar a sus oyentes con su lectura de la realidad a través de los periódicos. Asegura que los entresijos políticos guardan pocos secretos –a lo sumo anécdotas– que no se puedan conocer siguiendo atentamente la prensa. Se va un periodista que cada mañana ha dicho lo que quería.
Mariano Ferrer se jubila. Sabe que muchos oyentes «echarán de menos una voz con la que se han familiarizado y forma parte de la rutina de su vida» y lo agradece, pero también está seguro de que «eso, en poco tiempo desaparece. La vida sigue y la gente encuentra otra voz que le empieza a interesar». Estudió «un periodismo bastante triste» en la Escuela de Madrid y tuvo la oportunidad de continuar su formación en EEUU, donde estuvo casi cinco años en la Universidad de Siracusa. En EEUU descubrió una libertad inimaginable en aquella «España prevaticana» y al volver a Donostia, en 1971, se llevó «varios sustos» que resume en dos situaciones anecdóticas y una prohibición que a la postre resultó clave en su futuro profesional. Recuerda su sorpresa al volver a encontrarse con los grupos de chicos y chicas que daban vueltas a la Plaza de la Constitución en sentido contrario para cruzarse cada medio recorrido e intercambiar jijijís y jajajás. Tampoco se le olvida su reencuentro con las madres que ponían a mear a sus hijos e hijas aupándolos en cuclillas sobre las aceras. Pero el verdadero golpe fue llegar a la radio y encontrarse que no se podía hacer información. Entonces ideó la fórmula de leer lo que traían y no traían los periódicos. A veces también se lo prohibían y durante un tiempo tuvo que limitarse a comentar los de la víspera. Aquel programa resultó novedoso y gustó.
Entonces no tenía más que dos periódicos y ahora, todo «El Kiosco de la Rosi». ¿A más periódicos más información?
Sí y no. En un tanto por ciento altísimo los hechos son los mismos y cambia el titular y el enfoque. Hay dos realidades, la de las cosas que pasan, que conocemos hasta cierto punto, y la realidad que se cuenta. Mi opción fue trabajar en esa realidad. A partir de lo que nos cuentan pienso, raciocino y opino. De manera que yo, contrariamente a lo que piensa la gente, he tenido muy poco contacto con los políticos. Aprendí muy pronto que cuando se les necesita no están y cuando están no te cuentan lo que quieres saber. Por eso me salía más rentable partir de lo que era público para todos.
¿Leer tantos periódicos al día aclara las cosas o las enreda?
En el fondo, con el tiempo, te las aclara mucho. Aprendes a qué interés corresponde una manera de contar y los vas identificando y conociendo cada vez mejor a cada grupo. Conoces muy a fondo cuáles son los resortes que mueven a un periódico, a un partido o a un sindicato, y distingues qué hay de realidad objetiva y de interés en lo que aportan al caudal informativo. Pero eso es también una realidad. Para conocer esta sociedad, tan interesante es que haya un atropello a que en un caso se quiera ocultar el nombre del conductor culpable y en otros casos no. ¿Quién no puede conocer muy bien esta sociedad viendo cómo se trató informativamente el caso Sogecable o lo que está ocurriendo ahora con la comisión del 11-M?
Además de comentar periódicos, fue director de uno. ¿Cómo recuerda aquel tiempo?
Recuerdo varias cosas. Primero la enorme ilusión que teníamos todos. Segundo, la generosidad tremenda de la gente de este país, cómo responde ante cualquier propuesta medianamente interesante y de buena voluntad. El tercer recuerdo es que conviene ser muy prudente con uno mismo. Cuando me ofrecieron la dirección de 'Egin' yo era un periodista conocido, pero no había tenido nada que ver con periódicos, con hacer plantillas... Me resistí bastante pero me halagaron los oídos lo suficiente como para pensar que si los demás lo hacen por qué yo no. Tengo que reconocer que no fui un buen director. Recuerdo mis limitaciones, que contribuyeron a hacer más difícil un proyecto que ya lo era mucho, porque el entusiasmo nos llevaba a una excesiva ambición. Y recuerdo la angustia al ver que el proyecto no salía como se merecía la gente que había puesto tanto entusiasmo, y que no salía en parte porque el nacimiento de 'Egin' coincidió con la división tan tremenda que se dio en el nacionalismo vasco con las primeras elecciones generales, surgimiento de HB, polimilis, EE... Esa división nos cogió por la mitad y nos partió.
Da la impresión de que con su jubilación se va un periodista que ha podido decir lo que le daba la gana por la radio...
Sí, sinceramente. Comprendo que haya gente que no se lo crea, pero en toda mi vida en la radio si no he dicho más ha sido porque en ese momento decir más suponía el cierre de la radio. Ya nos cerraron varias veces por lo que yo decía y tampoco puedes poner en peligro tan alegremente algo que afecta al colectivo. Hubo veces en las que me mordí la lengua, pero me la mordí yo. A mí nunca me ha dicho nadie en la radio que no diga algo. Lo que no he dicho es culpa mía.
¿Es difícil decir siempre lo que se piensa?
Es difícil en las relaciones personales e imposible si no tomas una serie de cautelas. Aprendí muy pronto que si quería decir lo que pensaba tenía que cortar lazos afectivo-profesionales con la gente de la que iba a hablar. En el inicio de la transición esta radio fue muy importante, y eso hizo que tanto el alcalde Francisco Lasa como el gobernador civil Belloch, padre del después biministro, me llamaran a la Alcaldía, al Gobierno Civil, para contarme qué iban a hacer, preguntarme mi opinión. Al cabo de unas reuniones el gobernador hizo algo por lo que le iba a criticar, pero al día siguiente iba a estar con él y me callé. Al día siguiente fui a donde el gobernador, pero para decirle que no iba a volver más. Desde entonces, salvo para pedir algún dato, yo no he hablado prácticamente con ningún político que no me haya llamado él a mí. Jamás eso de vamos a comer, vamos a charlar... porque no hubiera sido capaz de sentirme libre para opinar.
¿Esa libertad se consigue más fácil en un medio pequeño?
Por supuesto. Los únicos que se pueden permitir el lujo de la libertad son los medios de dimensión modesta, porque tienen unas necesidades sencillas de cubrir y porque, en el fondo, no se le da demasiada importancia a lo que dicen.
¿Tampoco a lo que usted dice?
¡Qué va! A lo que yo decía le daba importancia la gente que le había cogido cariño al programa. El mejor sabor con el que me voy del programa es la gente que me ha dicho que me agradecían el trabajo «porque a tí te entendíamos las noticias». Para esta gente ha podido ser importante lo que decía porque se fiaban. Pero a partidos, sindicatos, etc. no les ha importado un pimiento lo que decía. Y nunca me ha preocupado.
Se ha definido ideológicamente como no abertzale, pero ha mantenido la fidelidad de una audiencia mayoritariamente abertzale. ¿Cómo se logra eso?
Yo tengo muy claro de dónde soy y que voy a donde este pueblo quiera. Y lo mismo puede ir a estar en España como a la independencia. A mí me resulta bastante indiferente eso porque creo que, salvo en una dictadura, se puede vivir bien o mal aunque manden unos o manden otros, tengamos unos límites u otros. Pero a mí, que no me afecta especialmente que este país tire para un lado o para otro, lo que sí me afecta es que este país no tenga derecho a decir lo que quiera. Eso me ha hecho defender con una intensidad que no he hecho en el otro caso las propuestas políticas que se han hecho desde el nacionalismo. La clave para que no siendo abertzale la gente me haya podido tomar por tal está en algo que he ido desarrollando con el tiempo, que ha sido el respeto hacia todos y desde luego hacia toda la izquierda abertzale en concreto. Cuando he tenido que decir lo que no me gustaba, aquello con lo que no estaba de acuerdo, he procurado hacerlo con un profundo respeto. Eso la gente lo agradece.
El 11-M, Herri Irratia fue uno de los pocos medios que mantuvo un sentido crítico. ¿Un día inolvidable?
Sí, sí. Fue tremendo. He de reconocer que cuando escuché que había una explosión con unos pocos muertos, no me cupo la menor duda de que era ETA. He de reconocer además que cuando le oí a Otegi decir lo de los islamistas, pensé «qué listo es que sabe que no pueda pasar por alto sin condenarlo un atentado de estas características si es de ETA y gana tiempo echándoselo a los islamistas». Cambié cuando supe el volumen de la tragedia, no tanto porque hubieran muerto muchos, sino porque era un atentado para que murieran muchos, y en la historia de ETA no identifico un atentado de ese nivel. En un atentado de ETA, por una razón o por otra, han podido morir muchos, y es responsabilidad suya que hayan muerto, pero no reconocía en la historia de ETA esa voluntad de hacer un atentado en el que se mata tanta gente. Con todo lo que yo pienso de ETA ahora, que no es particularmente bueno, ese atentado no me encajaba nada y me sorprendía que eso no se percibiera con más claridad en un pueblo en el que tenemos muchas razones para conocer lo que es ETA. Fue tremendo el temor que te quedaba de que pudiera ser y las consecuencias que eso iba a tener, y eso me tuvo en un vilo sólo comparable al alivio de ver que la onda variaba. Cuando oí lo de las caceroladas de la noche me dije «¡a que gana Zapatero!». Y no porque Zapatero me suscitara entusiasmo precisamente, pero me obsesionaba la idea de que Aznar no se fuera como el Cid Campeador. Creo que mi jubilación hubiera sido dolorosa si Aznar siguiera gobernando.
Y se va a jubilar ahora que todo el mundo dice que el próximo curso va ser trascendental. Después de tantos años escudriñando la realidad, ¿cree en este tiempo de anuncios o los relativiza mucho?
Los relativizo. Por desgracia, el tranco de este país es muy lento. Mantengo la posibilidad de que en un determinado momento fragüe, como esos fenómenos químicos en los que de repente se da un cambio de materia. Puede pasar porque en sí mismo hace falta poco para que pase. Es evidente que esta sociedad quiere que termine el fenómeno ETA como respuesta de violencia a una situación política a la que no se encuentra salida. Y una sociedad democrática debe encontrar un camino para reconocer lo que quiere, lo que afecta a los poderes que controlan la manera de tomas las decisiones como a los agentes que intervienen. Teóricamente falta poco para la solución del problema, pero hay unas situaciones de hecho tremendas, como los setecientos presos de ETA y su futuro, y la organización que se ha dado de la respuesta al nacionalismo desde las víctimas. Estas son las dos grandes dificultades, más incluso que el que ETA en sí misma pudiera llegar a entender que esta sociedad ya no está para soluciones del 68.
Además de periodista, también ha sido actor en el escenario político. Participó como moderador o mediador en la Conferencia de Paz de Elkarri. ¿Es difícil compaginar la vocación de informar con la obligación de guardar discreción sobre lo que se entera en esas tareas?
No me ha costado nada. Primero porque, honestamente, te enteras de poco. Una de las cosas que he aprendido en mi manera de hacer periodismo es que pocas cosas no se saben sólo con estar atento a lo que es público. En esos ambientes me he enterado de pocas cosas sobre las que luego tuviera que morderme la lengua. Algo anecdótico, sobre personas o actitudes. Básicamente sabemos lo que pasa. Lo único que tenías que callar era el hecho mismo de lo que se hacía, que había reuniones. Y me ha sido fácil, porque yo nunca he sido periodista de exclusivas. Yo he competido por entender lo que pasaba, no por ser el primero en enterarme de algo.
¿Qué va a hacer Mariano Ferrer a partir de ahora?
Mariano Ferrer no lo sabe. Durante unos meses voy a ver qué es eso de estar jubilado.
¿Va a poder estar quieto?
Siempre he estado quieto. Yo he tratado de estar atento a la realidad, pero lo he hecho desde casa, leyendo mucho, siguiendo una especie de riguroso horario de oficina. Ha sido un trabajo más de coco que de activismo. En ese sentido, mi vida no va a cambiar mucho.
Radiografía del escenario político vasco y sus principales actores
La pregunta de cómo ve la política vasca dio lugar a esta radiografía en la que Mariano Ferrer elige los protagonistas y los analiza.
Plan Ibarretxe: En otras circunstancias hubiera sido poco polémico. Creo que al final sólo quedará en pie la idea de que somos un pueblo que quiere decidir y está dispuesto a decidir, al menos en esta generación inmediata, un arreglo con garantías con España. De todo lo demás que está escrito ahí podemos olvidarnos, pero esta idea debe tener una proyección.
PNV: Que se prepare para la experiencia de CiU. No es éste el momento, pero creo que en poco tiempo va a tener problemas para conservar su mayoría de gobierno, y ese cambio va a ser muy bueno para el país.
PSE: Ahora tiene una situación de privilegio, pero lleva demasiado tiempo tratando de prepararse para la foto, tratando de estar en el escenario político sin definirse y sin arriesgar casi nada. Si aspiran a gobernar, van a tener que ofrecer algo más que ser la alternativa menos incómoda al nacionalismo.
PP: Le esperan tiempos difíciles porque sobreactuó desmesuradamente y eso pasa factura. Espero un desinfle notable del PP del País Vasco, sobre todo si el PSE se fortalece como segundo de abordo. Les va a obligar a repensar las cosas. Porque el verdadero sitio de la derecha aquí es el de una derecha civilizada. El modelo es el de 'El Diario Vasco'... lo que hay que hacer es ganar dinero... no ideologicemos mucho las cosas. Y el PP parece que no lo ve.
IU: Lo tiene muy difícil, porque es un terreno muy competido. Ya no hay sitio para una izquierda «pecera», pero si sabe modernizar sus planteamientos puede ser un refugio para quien se siente demócrata pero no quiere partir de presupuestos muy rígidos en nada a la hora de buscar soluciones razonables.
EA: Actúa como si creyera tener mucha cuerda, pero si no se da cuenta de que le ha llegado la hora de decir contigo o sin ti, y si es sin ti con quiénes, porque sola no puede, es que no sabe dónde está.
Izquierda abertzale: Ese espacio está ocupado por la izquierda abertzale de siempre, no hay lugar para otro polo. Pero me parece que está jugando con fuego, porque esta sociedad no entiende como razonable que la izquierda abertzale no vea que es hora de cortar con el implícito de que la situación es tal que la lucha armada tiene explicación.
Ha dicho que el PNV debe ir preparándose para perder el Gobierno. ¿Qué otra mayoría ve posible?
La izquierda abertzale, pese a sus muchos errores, ha demostrado que tiene una gran capacidad de generosidad, de lucha, de convicción, de esfuerzo. Si lo de ETA termina bien y lo mejor que hay en la izquierda abertzale, que es lo mejor que hay en este pueblo, se libera de los corsés de la transición y se canalizan las energías que se pierden en mil luchas agónicas, se abre el camino para un proyecto mucho más ambicioso que lo que representa el PNV.