Ola de contemporaneidad
Rafael Moneo ha escuchado el entorno desde el este, el monte Ulia, donde percibe que la geografía está sugiriendo unas pautas de comportamiento. El Urumea se entrega en la mar y, como todos los ríos navegables del Golfo de Bizkaia, genera una playa a su derecha, la Zurriola. La ciudad se asoma y recorre el litoral cóncavo y finaliza allí, al pie del monte Igeldo, donde otro grande de la arquitectura vasca, Luis Peña Ganchegui, traza y monumentaliza un espacio rincón residual. Y Eduardo Chillida lo simboliza y eterniza.
El propósito es difícil. Su función de auditorio requiere altura, el edificio pertenece a su potente naturaleza, por lo que surge el concepto de unos envolventes prismas inclinados de vidrio traslúcido que apuntan precisamente a las dos cumbres orográficas referenciales, Ulia y Urgull.
Su arquitectura no es indiferente a las preexistencias de su entorno inmediato, el frente construido de la Zurriola, pero se diferencia. Se concibe como una rotunda y radical abstracción formal figurativa con innovaciones constructivas, técnicas y estéticas, ausente de ornamentación, atenta y complaciente con el contexto. Moneo incluso reconoce como origen de su concepción espacial ‘las cajas vacías’ de Jorge Oteiza en cuanto que despoja a los sólidos de su materia, los vacía para apoderarse de su espacio.
En el intervalo entre el proyecto elegido, su construcción y la realidad surge la discrepancia. Hay una evidente cierta, incluso contundente, respuesta social que no se atreve con la contemporaneidad. Una desconfianza formal. Se crea un cierto desánimo, pero también en parte institucional y profesional sin un respaldo adecuado, culto, acorde a la singularidad del proyecto y un lenguaje formal propio del siglo XXl. Desde hace 25 años es un hito urbano, el epicentro de las múltiples miradas desde toda la geografía de Donostia.
Pero hubo una excepción de confianza. El 16 de junio de 1995, en el salón de actos del Colegio de Arquitectos de Bizkaia, Moneo detalló desahogadamente el proyecto con una mayoritaria complacencia. «Es la primera ocasión que tengo la oportunidad de explicar públicamente mi proyecto», confesó.
Una vez inaugurado, persistían rescoldos de disconformidad. Pero algunos quisimos saludar su presencia con este breve artículo publicado en GARA. ‘En el límite de la relación entre la tierra con la mar, allí donde desde la eternidad cada ola acaba su existencia, se produce un nuevo encuentro: el elogio del lugar’, decíamos.
La dialéctica entre los dos cubos frente a la mar es un sublime episodio del patrimonio y el paisaje urbano contemporáneo de Donostia.