1977/2024 , November 4

Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

La muerte de Rabin y la desaparición de Urtizberea, tiempos difíciles

Sábado 4 de noviembre de 1995, 21.30 horas. En la plaza de los Reyes de Israel de Tel Aviv, tuvo lugar uno de esos hechos históricos que marcan un punto de inflexión en la historia, tanto en la particular de Palestina e Israel, como en la general de Oriente Próximo y el tablero político internacional. Ese día murió el primer ministro israelí, el laborista Isaac Rabin, bajo las balas de un ultraderechista judío. 

Isaac Rabin (izda.) contempla el saludo del presidente de EEUU Bill Clinton al presidente palestino Yasser Arafat durante la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993.
Isaac Rabin (izda.) contempla el saludo del presidente de EEUU Bill Clinton al presidente palestino Yasser Arafat durante la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993. (Mark REINSTEIN | ARCHIVO I EUROPA PRESS)

La noticia de la muerte en atentado de Isaac Rabin ocupó las primeras planas del mundo, también la de 'Egin'. El diario de Hernani destacó la noticia en grandes caracteres y los datos que se ofrecían eran estos: el veterano político israelí, de 73 años de edad, murió en un hospital de Tel Aviv pocas horas después de que recibiera al menos tres disparos cuando descendía del estrado tras pronunciar un discurso en un mitin, organizado por colectivos pacifistas israelíes en favor del proceso de paz con los palestinos.

Pocos meses antes, el 25 de septiembre concretamente, se había firmado el denominado acuerdo de Oslo II, la continuación del firmado dos años antes por Rabin y Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Bajo el eslogan «Sí a la paz, no a la violencia», en el mitin donde se produjo el atentado estaban el titular de Asuntos Exteriores, Simon Peres, quien sustituiría luego a Rabin al frente del ejecutivo, y la mayoría de los ministros del Gobierno.

El autor de los disparos fue detenido inmediatamente. Era un estudiante israelí de 25 años de edad y, según los primeros datos, pertenecía a un grupo de extrema derecha llamado Organización Judía Vengadora (Irgún Iehudí Nokem, en hebreo), que reivindicó el atentado en llamada a varios medios de comunicación.

Isaac Rabin. (National Photo Collection of Israel I CC I WIKIMEDIA)

Desde el estrado, Rabin había defendido los Acuerdos de Oslo, al señalar que «exige una gran oportunidad para la paz, y hay que aprovecharla». Poco antes de que cayera bajo las balas, en la zona autónoma palestina de Gaza, miles de seguidores del grupo islámico Yihad Islámica participaban también en un acto recordatorio hacia su líder, Fathi Shaki, quien había muerto nueve días antes en un atentado atribuido a los servicios secretos israelíes (Mosad).

Ambos sucesos levantaron un manto de incertidumbre sobre el proceso iniciado, relataba 'Egin'. La muerte de Rabin, además, era un hecho sin precedentes, debido a que fue «el primer ministro muerto en Israel y, además, por un ciudadano de su propio país, lo que mostraba a las claras la escasa popularidad que el proceso de acercamiento a los países árabes tiene en un sector de la sociedad israelí», apuntaba el periódico.

Figura ambivalente

Protagonista de la remodelación postcolonial de Oriente Medio, la de Rabin era una figura cuya ambivalencia quedaba más clara que nunca tras su muerte, a la vista de las reacciones internacionales: para unos, era un hombre de paz; para otros, de guerra.

Bill Clinton, presidente de EEUU en la época y gran valedor del Gobierno de Rabin, decretó, de hecho, luto nacional por este «soldado de la paz» y el rey Hussein de Jordania y Yasser Arafat, sus dos compañeros de viaje en los Acuerdos de Oslo, se sumaron a las declaraciones de consternación. Otras voces que llegaban del mundo árabe no coincidían, sin embargo: miles de libaneses, la mayoría chiíes, salieron a las calles de Beirut y otras ciudades a expresar su alegría, y el presidente iraní A.K. Rafsanyani dijo que la muerte «fue una venganza de Dios».

Mientras, otros recordaban «sus 27 años de militar, en los que se curtió, primero en actos que hoy se tipificarían de 'terrorismo' contra las autoridades coloniales británicas, después, en campañas de expansión territorial», explicaba 'Egin'. Arquitecto y aparejador a la vez de este proceso de paz, como explicaba Maite Ubiria en un comentario «de urgencia», el fallecido era un estadista que «deja huérfano al proyecto político que representa, el laborismo, sometido ya a un duro desgaste desde que se iniciara el proceso de paz», y deja también a Yasser Arafat sin un «compañero de viaje en un momento difícil para el líder palestino, progresivamente contestado por los suyos».  

Israel respondió al atentado cerrando todas sus fronteras, impidiendo el paso de millones de palestinos, a la vez que dejó en suspenso el denominado proceso de paz; un proceso que nacía de la esperanza, pero en el que, como ha demostrado la historia, siempre ha salido perdiendo el pueblo palestino. ¿Y casi tres décadas después, cómo estamos? Solo un dato, aparte de lo que sabemos todos: en el actual Gobierno de ultraderecha más extremista en la historia de Israel, liderado por Benjamin Netanyahu, está Itamar Ben Gvir, actual ministro de Seguridad Nacional. Itamar Ben Gvir se hizo famoso en 1995 por amenazar a Isaac Rabin, tres semanas antes de que lo mataran, como recordaba el periodista Karlos Zurutuza en febrero del pasado año.

Salto atrás en el tiempo y guerra sucia

Demos un salto en el tiempo. Siete años antes de la muerte de Isaac Rabin, concretamente el 4 de noviembre de 1988, portavoces de Herri Batasuna alertaban en rueda de prensa de que se temía por la vida de Fermín Urtizberea, un concejal de HB de Hondarribia y antiguo corresponsal de 'Egin', desaparecido de forma «inquietante» unos días antes.

Urtizberea ya arrastraba varias amenazas de muerte y dos atentados frustrados: uno, en septiembre de 1986, cuando desconocidos dispararon contra su vehículo sin alcanzarle, y otro, un año más tarde, cuando tres individuos intentaron manipular su coche para colocar un explosivo. HB no dudó de calificar su desaparición de un «relanzamiento de la guerra sucia».

Cartel de KAS denunciando la desaparición de Urtizberea. (NAIZ)

Urtizberea había sido visto por última vez a las 00.15 del día 3. Desde entonces se desconocía su paradero: sus llaves fueron halladas entre los destrozos causados en la sede de HB en la localidad, 'reivindicados' con una pintada del GANE (Grupo Antiterrorista Nacional Español), de quien había recibido antes llamadas amenazantes, y su coche apareció abandonado en una pista del barrio de Arkategi. Según HB, Urtziberea había advertido días antes de que le habían seguido dos vehículos, «uno de ellos conducido por el industrial de Irun Víctor Navascués, a quien reiteradas veces se le había relacionado con los GAL».

Tres días después del secuestro, Urtizberea fue librado. A las 23.15 del 6 de noviembre, sus secuestradores lo dejaron en un punto indeterminado de la carretera de Lezo, con signos de tortura y un fuerte shock nervioso. Pudo llegar a un caserío por sus propios medios para pedir ayuda. 'Egin' pormenorizaba que «presentaba diversas quemaduras en el cuero cabelludo, así como cortes producidos con arma incisa en el pecho formando las siglas GANE».

Dos días después, acompañado por su abogado, Miguel Castells, y miembros de la Mesa Nacional de la formación abertzale, el concejal dio cuenta ante los medios informativos de lo que le había pasado: tres vehículos le pararon cuando iba en su coche. Luego varios individuos armados le hicieron introducirse en la parte trasera de uno de los vehículos, donde le esposaron y le pusieron una capucha. De ahí lo llevaron primero a una casa y luego lo trasladaron a otra, en ruinas o construcción. Sin que le dieran comida, solo agua el primer día, temió continuamente por su vida.

Le amenazaron con «ejecutarle atado a un árbol». Antes de su liberación, sus secuestradores le sometieron a un interrogatorio «sobre cosas tontas sin importancia» y le grabaron las siglas GANE en el pecho, a la vez que le quemaban la cabeza con un cigarrillo y un mechero.

Castells situó el secuestro de Urtizberea «en la zona intermedia entre las actuaciones indiscriminadas, como en el caso del Bar Hendayais, y los atentados totalmente individualizados».

Ante el escándalo que provocaron estos hechos, la reacción del Gobierno del PSOE fue la de 'la mejor defensa es un buen ataque'. Tanto el delegado de Gobierno de Gipuzkoa, Juan Ramón Goñi Tirapu, como el entonces ministro de Interior, José Luis Corcuera, ambos de triste recuerdo, no dudaron en poner en duda el testimonio de Urtizberea.

En rueda de prensa, Goñi Tirapu, en tono jocoso, dijo que tal vez el joven hondarribitarra «era masoquista» y le llegó a ofrecer una escolta «para evitar que alguien pueda atentar contra su vida».

El ministro Corcuera también se mostró indignadísimo ante los medios por unos hechos que no dudó de calificar de «montaje». La dirección del PNV desautorizó a sus concejales en Hondarribia por haber votado a favor de la moción presentada por HB en el pleno extraordinario.